13. Una historia de amor

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POV Tom

Me fui a la cabaña y me fui al baño. Me miré en el espejo a ver cómo tenía la cara. Me había dejado la cara como un cuadro. No quería ni verme la espalda... Cogí alcohol y empecé a curarme la cara siseando por el escozor. Oí entrar a Bill muy malhumorado, pero al ver mis muecas, me miró sonriendo con suficiencia. Tenía toda la piel de la cara levantada y me había salido sangre. Cuando conseguí limpiar las heridas y que dejaran de sangrar, me eché betadine y me giré hacia Bill.

-Ya me puedes curar la espalda que no llego.

-No lo pienso hacer.

-Sí lo vas a hacer, porque no llego y porque te vas de aquí te lo juro por mis muertos -resopló furioso y me quitó el bote de alcohol de la mano. Echó directamente de la botella a mi espalda con obvias intenciones de que escociera, y luego empezó a frotar con la gasa como si le fuera la vida en ello. El cabrón se estaba aguantando la risa al ver lo tenso que estaba. Acabó y me echó betadine.

-¿Te encuentras bien, amo? -dijo sonriéndome con chulería. Le miré entrecerrando los ojos.

-Perfectamente... -se rió.

-Me alegro...

-Anda, bonito, ve a lavar la puta ropa.

-¿Y cómo si no hay lavadora? -me miró como si fuera gilipollas. Cogí jabón de tajo y se lo tendí.

-Al río a mano.

-¿Tú quieres que me destroce las uñas?

-A mi tus uñas me la pelan, vete a lavar la puta ropa.

-No sé cómo coño se lava la puta ropa. Los que no nos morimos de hambre tenemos una cosa mágica que se llama lavadora.

-Muy bien, señor que no se muere de hambre, pues coges tu dinero, te vas a una tienda y compras una lavadora y así no tendrás que lavar a mano. ¡Ah, no! Que aquí tu dinero no vale nada... Pues qué lástima oye, tendrás que lavar a mano en el puto río.

-¡Pues lava tú!

-¿Quieres comer y cenar hoy?

-Voy a comer y a cenar hoy -dijo retándome. Levanté la ceja. Le saqué fuera de la casa y atranqué la puerta con una silla. Se tiró media hora aporreando la puerta y gritando que abriera. Al final, se rindió.

-¡VALE! ¡LAVO LA ROPA! ¡PERO NO ME DEJES AQUÍ! -abrí la puerta y le tendí un balde lleno de la ropa sucia de los dos, una tabla de lavar y el jabón.

-Que no queden manchas -le dije con falsa amabilidad y fui a cerrar pero no me dejó.

-Por lo menos explícame cómo se hace -puse los ojos en blanco y fuimos andando hasta el río. Se le iba cayendo todo. Me reía, pero no le ayudaba. Él me miraba frustrado y yo reconocía que era muy divertido. Sabía que le tendría que acabar ayudando a lavar la ropa, más que nada por si quería que la ropa estuviera limpia, pero al menos le jodía un rato.

Llegamos a la orilla del río, me puse de rodillas con la tabla apoyada en el suelo y en mis piernas. Mojé una camiseta y la enjaboné y empecé a frotarla contra la tabla. La iba enjuagando con agua y volviendo a enjabonar. Bill ya se pensaba que lo iba a hacer yo cuando le dije.

-¿Te has fijado bien?

-Sí -dijo con cara de frustración.

-Muy bien, pues sigue haciendo esto hasta que no quede ninguna mancha. Enjabona y frota especialmente las zonas donde se suele sudar -le di todo y me quedé un rato observando cómo lo hacía. Era demasiado gracioso. No era tan difícil. Joder, ¡qué torpe! Me despollé en su cara- Voy a recoger fruta para comer y cenar hoy -dije. Me fijé en la posición del sol. Serían las dos de la tarde cuando acabé. Habría estado unas tres horas recogiendo frutas. Cuando volví, estaba sudado, agobiado, solo había lavado tres prendas y seguían con manchas. Me quedé mirándole con la ceja levantada.

Against the oddsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora