15. ¿Eres feliz?

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POV Tom

Jamás me esperé que esto pudiera ocurrir de esta manera... La verdad que mis deseos de venganza habían ido disminuyendo a pasos agigantados. Después de lo de hoy ya no quería putearle ni vengarme, aunque sabía que la situación no es como si pudiera estar bien así de repente, porque Bill y yo chocábamos mucho y seguramente seguiríamos discutiendo, pero yo ya no quería venganza.

Cuando gritó, fui corriendo con miedo de que le hubiera pasado algo. Se me abrazó muy alterado y yo le abracé con fuerza intentando que se calmara. Joder, si hasta temblaba. Y cuando vi el cadáver no me extrañó que se hubiera puesto así. Perdí el color entero... Pero él estaba tan asustado que me hice el fuerte. Descubrí quién era y, aunque era de esperar, me afectó bastante. Quise darle un entierro digno y no dejarle ahí tirado como un perro. Bill por supuesto, estuvo de acuerdo. Volvimos a la cabaña desganados... Yo entré y lo limpié todo. Ya no quería putearle, así que deberíamos alternarnos la limpieza. En parte, también necesitaba hacer algo para distraer mi mente. Cuando ya no quedaba nada más que limpiar, me di una ducha. Me di cuenta que había estado tan absorto en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que Bill estaba fuera. Salí a por él y lo encontré ahí bastante jodido. Y... Bueno, pasó. Jamás imaginé que él y yo pudiéramos llegar a hacer el amor... Porque eso que hicimos no era follar, sino hacer el amor. Parecía lo mismo, pero no lo era.

Se quedó dormido abrazado a mi sin que yo dejara de acariciarle el pelo en ningún momento.

A mitad de la noche, se revolvió un poco frunciendo el ceño. Él estaba precioso y yo, aunque no quisiera, estaba enamorado hasta el culo de él. Le besé el cuello y sonrió pareciendo calmarse. Hasta susurró mi nombre en sueños.

Aun así, no quise decirle lo que sentía por él. Temía que no sintiera lo mismo. Sabía que le gustaba, pero no sabía si era algo más. Así que decidí no decir nada.

Me desperté por la mañana y Bill estaba dormido profundamente. Salí de la cama sin despertarle y me fui a ver si había caído algún animal en las trampas. Verdaderamente me dolía tener que matar a los animales, pero no podíamos estar tiempo indefinido solo a base de arroz, pasta y frutas, porque, como mínimo, acabaríamos con anemia y malnutridos. Como a Bill le daban pena, decidí matarlos yo y que él no lo tuviera que ver ni los viera vivos. Lo que no supiera, no le mataría.

En las trampas del agua no había caído ningún animal, pero por suerte, encontré un pájaro bastante grande muerto en una trampa, y había dejado abandonados cuatro huevos. Toqué los huevos para comprobar la temperatura, estaban muy fríos y nada se movía dentro. Dejé de lado la culpabilidad. Los leones comían gacelas, y nosotros cazábamos. Esto era cuestión de supervivencia. Cogí también bastante fruta y me dirigí a la cabaña.

Llegué y desplumé al pájaro. Cuando lo limpié totalmente de plumas, huesos y órganos, hice la carne filetes. Teníamos por lo menos para desayunar, comer y cenar Bill y yo dos días. Me arriesgué a abrir los huevos y por suerte se podían comer. Freí la carne y los huevos, hice una macedonia de frutas y salí fuera para abrir los cocos y poder beber leche de coco. Con el desayuno hecho, desperté a Bill.

-Bill, el desayuno -le desperté con delicadeza. Abrió los ojos sonriendo y vino a desayunar a la mesa. Puso mucha cara de disgusto al ver el desayuno.

-Yo no quiero comer carne, me da mucha pena.

-Pero Bill, ¿tú eres vegetariano?

-No, pero saber que lo hemos cazado y que está muerto por nuestras trampas, me hace sentirme un asesino. No pienso comer esto.

-Pero tienes que hacerlo. Necesitas el hierro, la grasa y las proteínas, o acabarás malnutrido, anémico y enfermo. Y créeme que sé de lo que hablo. Engañé mucho tiempo a mi madre diciéndole que comía en el trabajo para que a ellos no les faltara nada de comer, comía solo pasta y arroz. El arroz me hizo extreñirme tanto y tantos días, que al final acabé con apendicitis. Me dolía mucho, pero como no podía permitirme un médico, me aguanté el dolor. ¿Sabes qué ocurrió? Peritonitis, casi me muero, perdí los dos trabajos y casi perdemos la casa porque nos hipotecamos para pagar el hospital. Por no hablar de la malnutrición, que no ayudó mucho. Tuve que buscar trabajo convaleciente para poder evitar que acabáramos en la calle... Aquí en la isla no hay médico ni nadie que te pueda operar si a ti te entra apendicitis, he visto que no tenías cicatriz, así que deduzco que no estás operado, ¿no? -negó- Esto no es cuestión de qué está bien o mal, sino de sobrevivir aquí en la isla... Además, está rica la carne. Si se enfría va a parecer una suela de zapato. Come, anda -suspiró pero asintió y empezó a comer con mala cara, aunque parecía debatirse internamente entre lo buena que estaba y la culpabilidad. Acabamos de desayunar. Al menos, fue una comida bastante decente, aunque qué no hubiera dado por un café caliente... Y más hoy, que fuera de la cabaña estaba cayendo el monzón.

Against the oddsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora