Capitulo 4O

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Lily

Sam estaba trabajando esta vez por la mañana pero me dejaba una nota en la mesa de la cocina:

"Esta noche iremos a cenar a fuera, y estaremos más tiempo juntos"

Suspiraba por la nota, decidí guardarla y desviaba la mirada.

Al menos haremos algo juntos.

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Había terminado mi turno repasando la barra del bar, limpiándola una última vez. 

Subí la mirada al ver que Sebastián había entrado, y dejaba de limpiar la barra.

Rodeaba la barra entrando, y repentinamente se le caía una botella de alcohol al suelo.

Abría mi boca del susto que me había llevado, y estaba el suelo lleno de cristales, y sucio.

—Sebastián, joder.—Dije quejándome enfadada por lo que hizo y le mire.—

—Fue sin querer.—

—Déjame limpiarlo.—

Me iba a la cocina para coger la fregona y el cubo.

Volvía donde todo estaba todo sucio, empezaba a fregar mientras negaba aún quejándome.

—A saber que estás pensando, chico.—

—¿Quieres saberlo?—

—No.—

Sebastián alzaba sus cejas hartandose de mis borderia y me quitaba la fregona.

—Terminare yo.—

Sebastián se ponía a terminar fregar lo que yo había empezado.

Decidí ir al baño para lavarme las manos.

Salía ya teniendo las manos limpias, y me chocaba.

Sebastián sostenía la bandeja agarrándola con más cuidado al chocarme con él.

Ambos nos miramos.

Se me escapó la risa ya de la situación.

Sebastián se reía también negando y atendía a la mesa que le habían pedido.

Decidí irme cerca de la barra.

Sebastián después se acercaba a mi mirándome, y me sonreía seductor.

—¿Ahora que estabas pensando tu?—

—En lo tonto que eres.—

—¿Eres borde o es que..?—

—Curiosamente solo contigo.—

Alzaba sus cejas mordiéndose el labio y desvió la mirada.

—Yo se por que.—

Me cruzaba de brazos.

—¿Por qué?—

—Ya te darás cuenta por ti misma, ya eres adulta para que te digan las cosas.—

—De verdad, Sebastián..—Ponía una mano en mi frente como si ni le soportará.—

—... me gustas tanto.—Sebastián añadía a mi frase con voz femenina.—

—¿Pero de que vas?—Le di un pequeño golpe en su pecho, y luego me reí por su imitación.— ¡Yo no hablo de esa manera!—

Sebastián se reía irónicamente señalándome.

—¿Solo me niegas eso?—

Fruncia el ceño sin entender su pregunta pero me reía.

Luego Sebastián sonreía marcándose los hoyuelos de su rostro.

No me presionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora