Capítulo 47

270 24 28
                                    


La sola idea de imaginar que Griselda había estado enamorada de Arturo, me abrumaba.

¿Realmente se habría vuelto de esa forma? ¿Realmente había cambiado tanto? Tantas preguntas en mi mente que yo no era capaz de responder, sólo podía saberlo si lo veía, pero tenía miedo a verlo, no miedo a él, sino a lo que pudiera suceder conmigo.

—¿Entonces... —habló Griselda al verme desconcertada— ...aún irás?

La miré con confusión, con el ceño ligeramente fruncido.

—No lo creo. —Bajé la mirada.

—Bien. —Una sonrisa apareció en su rostro—. Yo si iré a verlo, hace mucho que no lo hago.

—¿De verdad? —dije mirándola con ilusión— ¿Irás a verlo? ¿Él sabe que estamos aquí?

Me miró con molestia.

—Si. Yo iré a verlo —dijo fuerte—. No sé si sepa que estamos aquí, pero puedo decirle por ti que te has quedado en España.

—¿Qué? —dije haciendo una mueca—. ¿Por qué harías eso? Yo no...

—Para no abrirle la herida, Annie. Si él sabe que estás aquí se sentirá mal. —Interrumpió.

—Aún así, no es necesario que lo hagas Griselda. —La situación comenzaba a molestarme, y no dejaría que me manipulara a su antojo, antes lo habría permitido, pero las cosas ya no eran así.

—Sólo piensalo Annie. —Insistió—. ¿Acaso quieres lastimarlo otra vez? ¿Quieres que vuelva a caer en depresión? Tú no sabes por lo que él pasó para olvidarse de ti, sería molesto verlo triste nuevamente por tu culpa. —Recalcó casi gritando.

—¡Yo no tuve la culpa! —grité enojada—. Tan sólo era una joven con ganas de perseguir sus sueños, quería estudiar en el extranjero, ser lo que ahora soy. ¡No podía quedarme! No fue mi elección quedarme.

—Querías buscar a Adrián. Eso era lo que realmente querías, sin embargo te diste cuenta que las cosas no funcionaron con él, ¡¿y ahora quieres venir a arruinarle la vida a Arturo?! —gritó abriendo mucho los ojos—. ¡Deja a Arturo en paz!

—Arturo también es mi amigo, y puedo verlo si así lo deseo.

—Lo fue —dijo ella con un tono de enfado en su voz.

La miré con enojo. Ella sonrió con arrogancia y finalmente se fue.

Me senté sobre el duro colchón, pensando en todo lo que me había dicho. Nunca me había peleado con Griselda de esa forma.

Aquél día preferí no ir a buscarlo, y comenzaba a plantearme la idea de no buscarlo nunca más.

En cambio, me quedé lo que restaba del día platicando con la abuela. Me había contado que la Tía Alexandra se había ido hacía algún par de años, pero volvería en algún momento.

Dudaba en contarle acerca de la tía Mariana, quizá Griselda ya lo había hecho. Al ver a la abuela a los ojos, no podía creer que había sido capaz de correr a la tía Mariana cuando esta esperaba un hijo.

Al anochecer llegó Griselda después de varias horas. Entró azotando puertas y con el ceño fruncido. La miré con preocupación.

—¿Estás... bien? —pregunté con timidez. Ella me miró molesta chasqueando la lengua.

—Si, muy bien —dijo tratando de aparentar.

—¿Pasó algo con Arturo?

—No. —Se apresuró a decir—. Todo bien.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora