Capítulo 42

244 22 0
                                    


Las tres íbamos en total silencio. Ni una se atrevía a hablar sobre lo que acababa de pasar, aunque en el fondo ellas sabían que me había dolido.

Al final no fuimos por ningún café, simplemente nos fuimos de aquél lugar sin nada que decir.

Y así pasaron dos días, hasta que Rebeca se atrevió a hablar a la hora de la cena.

—Annie —llamó mi atención—, ¿Estás bien? Sé que debí preguntar antes, pero preferí no hacerlo.

—Claro —dije con una media sonrisa—. ¿Por qué no lo estaría?

Rebeca y Griselda se miraron entre ellas algo extrañadas.

—Porque... ¿Adrián tiene un hijo? —opinó Griselda.

—¡Griselda! —dijo por debajo Rebeca.

—Tranquila —Le dije a ésta—, no importa. Gris tiene razón, Adrián tiene un hijo, yo debo hacerme a un lado... —dije pensativa— ...En realidad debí haberme hecho a un lado hace mucho tiempo.

—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó Gris, curiosa como siempre.

—Porque creí que tendría una mínima posibilidad de que él y yo pudiéramos estar juntos —sonreí con tristeza—. Las cosas no siempre salen a nuestra manera.

—Pero él y tú se querían, ¿Por qué no lucharon por estar juntos? —inquirió Rebeca.

—Los dos éramos demasiado cobardes como para intentarlo. Quizá era miedo lo que teníamos.

—Pero aún se quieren —dijo Gris con tristeza.

—Pero, ya es tarde, él decidió hacer su vida, es momento de que yo comience a hacer la mía, dejar el pasado atrás.

—Annie —dijo Rebeca tomando mi mano—, comencemos de nuevo las tres. Dejemos todo atrás, los malos recuerdos, las malas experiencias, comencemos una nueva vida.

—¿A que te refieres? —dije frunciendo el ceño.

—Hace algunos meses comencé a plantearme la idea de mudarnos.

La sola idea me abrumaba, sin embargo había algo dentro de mí que me incitaba a intentarlo.

—¿De verdad quieres intentarlo? —pregunté dudando. Ella asintió con emoción.

Griselda y yo nos mirábamos dudosas, en cambio, el ver a nuestra amiga tan emocionada nos hacía considerarlo.

Aquella noche me fui a la cama sin dejar de pensar en lo que Rebeca nos había propuesto. La idea comenzaba a emocionarme también.

                             ♦

A la mañana siguiente, el timbre llamando a nuestra puerta me hizo despertar. Tapé mis oidos con la almohada tratando de conciliar el sueño nuevamente. Sin más, me levanté con molestia a averiguar quien se había atrevido a interrumpir mi sueño.

No esperaba verlo a él detrás de la puerta. Lo había evitado por tanto tiempo, que no se me había pasado por la mente el hecho de que pudiera ser él.

—Annie —dijo con una sonrisa—, por fin puedo verte.

Salí de la casa cerrando la puerta tras de mí. Entonces, en un arranque de enojo mi palma se estrelló con su mejilla, éste me miró extrañado.

—¡¿Que rayos te sucede?!

—¡¿Quieres saber qué me sucede?! —grité furiosa— ¡¿Realmente quieres saberlo, idiota?!

No hubo respuesta. Su mirada la desconocía, quizá él también me estaba desconociendo al verme tan alterada y molesta.

»Sucede que hace tan sólo dos días me enteré que tienes un hijo —Adrián me miró desconcertado. El labio inferior le temblaba—. ¿Acaso puedes ser mas ruin de lo que ya eres? ¡Me mentiste! Me besaste teniendo una esposa, un hijo, ¡Una familia!

—¿Cómo lo supiste? —Una lágrima caía por una de sus mejillas, pero ya no sentía tristeza por verlo llorar.

—Rachel me lo dijo. Tiene cuatro años, Adrián, es igualito a ti —sonreí con tristeza al recordarlo—. Por favor, ya no vuelvas a buscarme nunca más.

Éste pasó sus manos por su cara con frustración.

ȃl no lo merece. Tu hijo no lo merece. Te pido que lo cuides, y que le des todo el amor que puedas darle.

—El amor que mi padre no me dio —interrumpió.

—Adrián —dije mirándolo a los ojos—, olvídate de mí. Olvidemos todo lo que sucedió.

—Pero Annie... No puedo. No quiero olvidar.

—Hazlo por él, seguramente no querría ver a su padre enamorado de otra mujer.

Bajó la mirada con tristeza y asintió.

—¿De verdad es esto lo que quieres?

Lo miré por largos segundos, un ligero brillo había en sus ojos. Dolía demasiado; el dejar ir a la persona que amas dolía, pero debía hacer lo correcto, lo que estaba bien, a pesar de que eso no me hiciera feliz.

—Si —susurré. Él tragó saliva.

—Está bien —dijo mirándome una vez más—, entonces... Adiós.

Asentí sin más que decir, él no dejaba de verme, quizá esperando a que cambiara de opinión.

Sin más, se acercó decidido y rodeó mi espalda con sus brazos. Hundí mi nariz en su cuello, él me dio un beso en la coronilla.

Un abrazo que duró medio minuto. Se dio media vuelta sin siquiera verme, subió a su auto, y finalmente se fue.

Me sentía vacía.

Me quedé un largo rato sentada fuera de casa, asimilando lo que acababa de pasar. Había dejado ir a mi primer amor, la persona de quien había estado enamorada por más de una década.

Rebeca salió después de un rato.

—Hey, Annie, ¿Qué haces aquí?

—Nada —dije mirándola con ojos llorosos—, sólo disfrutaba la mañana.

—Pero... Estás en pijama.

—No importa —dije alzando los hombros—, ya nada importa.

—¿Estás bien?

—Por supuesto. Será mejor que me bañe, hoy tengo un día ocupado, nuevamente una sesión de fotos para una revista —dije caminando hacia dentro.

Nunca les conté sobre lo que había pasado aquella mañana. Preferí guardarlo como un secreto entre él y yo. Sin embargo, comenzaron a notar la ausencia de Adrián, él había dejado de buscarme.

                             ♦

—¿Ya está listo todo? —preguntaba Rebeca ansiosa.

—Si.

Tomamos las maletas y finalmente cerramos las puertas de aquella casa. Habían pasado cuatro meses, el tiempo parecía volar.

Bryce se había ofrecido a llevarnos al aeropuerto. Al llegar, nos sentamos en la sala de espera, esperando el anuncio de nuestro vuelo.

—Saben que cualquier cosa pueden llamarme —nos decía Bryce a las tres—, estaré siempre para ustedes.

—Gracias Bryce.

—Las extrañaré —dijo mirándonos a cada una.

—Y nosotras a ti —dijo Rebeca.

Cada una le dio un fuerte abrazo, el vuelo ya había sido anunciado y teníamos que partir.

Una vida nueva nos aguardaba.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora