Capítulo 57

252 16 25
                                    


Cada día que pasaba era como una tortuosa condena. Porque cada vez faltaba menos. Los días estaban contados.

La invitación también le había llegado a mi padre, quien al verla lo único que pudo hacer fue tratar de consolarme, aunque traté de convencerlo y convencerme a mí misma de que estaba bien.

Faltaban dos días y mi cabeza era un caos. Estaba confundida. No sabía si debía ir y ver casarse a la persona que amaba, de cualquier forma no podía hacer nada porque él y yo no podíamos estar juntos nunca.

Ese día por la tarde recibí una llamada.

—¿Hola?

—¡Annie! —Oí. Reconocí la voz de inmediato—. ¿Te llegó la invitación?

—Hm, si.

—Annie, lo lamento. No quería que las cosas se dieran así.

—Da igual.

—¿Estás molesta? —preguntó—. Sé que todo parece repentino. Sin embargo, después de que Arturo fue a México para hablar contigo, cambió. Regresó siendo otro.

—¿Ah si? —dije lo más animada que pude—. ¿Cómo?

—Él cambió conmigo. Se volvió más amable y cariñoso. Creo que es hora de dejar al pasado atrás, ¿No lo crees?

—Claro.

—Annie, perdón. —Se disculpó nuevamente—. Realmente lo amo. Aquella vez... tú dijiste que lo cuidara por ti, ¿Lo recuerdas?

—Sí. No te preocupes.

—Él está bien conmigo, estoy segura que también me ama. Yo le brindaré todo mi amor, he estado enamorada de él desde jóvenes.

—Lo sé. —Respiré hondo—. Que disfrutes tu boda —finalicé.

—¡Annie, espera!

—¿Que sucede?

—Sé que es muy atrevido lo que te voy a pedir —continuó—. Pero, por favor, ¿Podrías ser mi dama de honor? Eres la única amiga a la que tengo... También invité a Rebeca pero...

—¿Rebeca?

—Sí. Ella se negó a venir. Me dijo muchas cosas, me hizo sentir mal, culpable. —Hizo un silencio. Rebeca no había mencionado el tema y yo tampoco—. Sólo te tengo a ti. Mi madre también vendrá, verá al abuelo después de tantos años... ella igual quiere verte.

—Griselda... —No quería participar en eso. Definitivamente no. No podía estar a lado de ellos mientras los veía casarse.

—Por favor, Annie. No tengo a nadie más.

—Perdón, pero no.

—Annie, te lo pido. Sólo cuento contigo, eres la única...

—¡No quiero, Griselda! —exclamé fastidiada. Hubo un largo silencio.

—Está bien. Si cambias de opinión...

—No.

—Te dejaré el vestido que me encargué de hacer para ti en tu antigua habitación. Realmente espero verte ahí. Adiós Annie. —Colgó.

Suspire cerrando los ojos aturdida. De inmediato le marqué a Rebeca, no tardó en contestar.

—¿Rebeca?

—¡Annie! —dijo inmediatamente al reconocer mi voz—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras?

—Bien. Muy bien.

—Te conozco. —Rebeca era de las pocas que sabían mi sentir incluso escuchando sólo mi voz—. Soy tu amiga, no estás bien.

—No. Pero estoy tranquila.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora