Capítulo 36.

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No recuerdo con exactitud cuanto tiempo estuve consolándola hasta que se quedó dormida.

Pasaban al rededor de la una de la madrugada. Esa noche dormiría con Rebeca ya que mi prima ocupaba mi pequeña cama.

Los minutos parecían eternos. No tenía idea de donde podría estar Rebeca a esa hora. Se había desaparecido durante todo el día y no había regresado.

Sin más, me dispuse a intentar conciliar el sueño aunque me fuera imposible. Revisaba el reloj cada cinco minutos.

2:27 a.m.

Sentía los parpados cerrarse inconscientemente hasta que me quedé dormida. Mi sueño no duró mucho, había escuchado el azotón de una puerta. Di un respingo incorporándome en la cama inmediatamente.

Intenté acostumbrar mis ojos a la penumbra de la noche, sin embargo seguía viendo borroso.

A lo lejos vi una figura humana acercándose a pasos torpes hacia mí.

—¿Rebeca? —Susurré. No hubo respuesta alguna.

La persona se acercó hasta quedar encima mío. Sus manos premiosas buscaban con desesperación la extremidad de mi blusa hasta alzarla.

—¿Que estás haciendo? —Dije a regañadientes bajando mi blusa.

—Annie... —Susurraba agitadamente. Podía oler el aroma del alcohol chocando en mis labios.

—Rebeca, estás ebria —Dije tomándola por los hombros para separarla de mí—. Duerme un poco.

Ella reía torpemente encima mío. Inesperadamente sentí sus labios arremeter contra los míos. Abrí con sorpresa los ojos. Pude sentir el sabor a alcohol que provenía de su boca.

—¿Que rayos te pasa? —Dije separándola nuevamente—. Estás ebria Rebeca, será mejor que duermas.

—¿No... te gustó? —Dijo balbuceando.

—Estás borracha, no sabes lo que haces —Dije tratando de acostarme para poder dormir.

Sus labios volvieron a estamparse con los míos mientras pasaba sus manos con rudeza en mis pequeños senos. Comenzó a bajar lentamente hasta llegar a mi cuello. Podía oír sus respiraciones agitadas.

—Rebeca... basta —Dije temblorosamente. Ésta parecía no oírme.

Nuevamente comenzó a bajar hasta llegar a mi pecho, antes de que pudiera arrebatarme la blusa la quité de encima y me senté a la orilla de la cama.

—¿Annie? —Dijo ella recargando su cabeza en mi hombro.

—Esto no está bien —Susurré.

—Pero... me gustas —Dijo enredando las palabras que salían de su boca.

Volteé a verla con asombro. Ella parecía no entender la situación.

—No estás consciente de lo que dices —Dije levantándome de la cama.

Me dirigí a tomar un vaso de agua. De alguna forma lo que había pasado me hacía sentir un tanto extraña.

Me acurruqué en un sillón mientras cavilaba lo sucedido. Sólo podía pensar en que ella no era consciente de lo que hacía.

Con pasos cortos entré a la habitación. Rebeca ya se encontraba dormida. Me recoste lentamente en la cama tratando de no hacer ruido, poniéndome de espaldas hacia ella

«Pero... Me gustas» Esas tres simples palabras retumbaban en mi cabeza impidiéndome dormir lo que restaba de la noche.

Pocas horas después, cada rincón de la habitación se encontraba iluminada por el sol resplandeciente.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora