Capítulo 55

200 15 15
                                    


Por supuesto que pasaron algunos meses, donde seguí viéndome con Sebastián. Había conocido a su más grande adoración: Isabel. Me había visto en ella. Había visto esa necesidad de una madre en sus ojos, y el cómo estos brillaron cuando me vieron, así como los míos brillaron cuando vieron a la madre de Adrián.

Podía comprenderla.

Así, fue pasando el tiempo, y mi cariño por Isabel iba acrecentando. Sebastian había sido como un rayo de luz en mi oscuridad, me parecía curioso que aparecía cuando más lo necesitaba, cuando más sola me sentía.

Comprendía que ambos nos necesitábamos. Él había perdido a su esposa, y yo a Arturo.

Un año había pasado desde aquella noche en que dejé a Arturo. Un año sin saber nada de él. Un año pensándolo en mis adentros.

Sebastian y yo formalizabamos nuestra relación. Lo llevaría a conocer a mi padre, quizá era tiempo de dar el segundo paso. Quizá era tiempo de despojar las cadenas que me arrastraban al pasado. Quizá él era la persona indicada.

Recuerdo que era una fresca noche de Otoño. El aire aullaba fuera de la ventana. Había preparado algo de comer, había dejado la casa impecable. Todo estaba listo.

Me sentía extraña al respecto. Hacía casi un año que le había presentado Arturo a mi padre. En el fondo deseaba saber de él. Despeje los malos pensamientos de mi cabeza, aunque se quedaron acechando un buen rato.

Después de algunos minutos, oí el timbre por toda la casa. Me dispuse a abrir la puerta, encontrándome a Sebastian detrás de ésta. Junté nuestros labios por un instante, tomándolo de la mano.

Papá esperaba sentado en el sofá de la sala. Se levantó inmediatamente cuando vio a Sebastian a mi lado. Sonriéndole, le invitó a sentarse con nosotros a cenar.

Compartimos la mesa juntos, degustando de la comida que me había atrevido a preparar. Sebastian no dejaba de admirar mis platillos, al igual que mi padre. Pláticas acompañadas de risas alegraban la noche creando una velada armoniosa. Todo me parecía ya conocido, ya visto antes, incluso negándome no podía abstenerme a pensar en él.

—¿Y como fue que se conocieron? —preguntó papá, quien al parecer le había agradado bastante Sebastian.

—En la Secundaria —contestó él.

Papá lo miró con el ceño fruncido durante algunos segundos.

—¿Eras tú? —cuestionó—. ¿Eras tú quien acompañaba a Annie todos los días después de la escuela?

—Sí —dijo asintiendo, con una sonrisa—. ¿Usted lo recuerda?

—¡Claro! —exclamó mi padre—. Por la ventana siempre veía a un muchacho acompañar a mi Annie, siempre me preguntaba quién eras tú, y porque ella nunca me hablaba de ti.

—Quién lo diría —comentó Sebastian—. En realidad nos conocimos indirectamente por Adrián.

—¿Por qué por Adrián? —dijo mi padre.

—Bueno... él en ese entonces no se llevaba bien con Annie. La ignoraba. Yo la veía sola casi todo el tiempo a causa de eso, y decidí hablarle.

—¿Adrián te ignoraba, Annie? —Se dirigió hacia mí.

—Fue hace tiempo, papá. Adrián tuvo sus motivos.

—¿Por qué nunca me lo contaste?

—No lo creí necesario —mentí. Sabía la razón dentro de mí. Había sido por la amenaza del señor Hector. No quería involucrar a mi padre en esos problemas.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora