Capítulo 50

307 31 26
                                    


Los ojos de Arturo me miraban como dos luciérnagas brillantes. Su mirada era tan expresiva, eran como cristales en los cuales podías ver sus sentimientos a través de ellos.

—Estoy enamorado de ti —dijo con firmeza.

Jamás se me habría pasado por la mente lo que me iba a decir en ese momento. Nunca creí que pudiera ser de esa forma, porque todo era perfecto.

Me quedé en silencio mirando sus ojos, sorprendida. En mi mente habían cientos, miles de pensamientos. En mi corazón estrellas fugaces, ¡fuegos artificiales! En mi estómago una manada de Elefantes. Sin embargo, ninguna palabra salía de mi boca, no podía hablar, me había quedado muda. La lucha de pensamientos peleaban en mi mente por obtener la dicha de las palabras, pero no podía articular ninguna.

Arturo me miraba como miran los niños. Esperanzado. Esperando una respuesta. ¿Pero que respuesta podía dar a eso? Las palabras nunca eran suficientes.

Tomé de su mano entrelazando nuestros dedos, nuestras manos temblaban. Los dos sentíamos esa conexión mágica que recorría nuestros cuerpos. Estábamos conectados, desde el principio, siempre lo estuvimos.

Jamás había estado tan cerca de Arturo, nunca nos habíamos atrevido si quiera a tocarnos cariñosamente. Tomarle simplemente de la mano provocaba tantas cosas en nosotros.

Apreté su mano con delicadeza, él hizo lo mismo. Acercó su rostro hasta que nuestras narices chocaron, sin dejar de vernos a los ojos, su mirada bajó hasta mis labios, imitándolo me acerqué un poco más esquivando nuestras narices.

Su fría respiración chocaba en mis labios. Mi corazón palpitaba tan rápidamente que temía que él pudiera escucharlo en el silencio de la noche.

De un momento a otro dejé de sentir su respiración. Él había tomado posesión de mis labios.

Probaba con delicadeza cada rincón de ellos. Dejaba besos húmedos, cálidos, suaves.

Podía sentir el cuidado con el que lo hacía. Podía sentir el amor que emanaba de ellos.

Nunca había besado a alguien con tanto amor.

Una vez más me miró a los ojos.

Sonreía y a la vez mis ojos soltaban lágrimas. Me sentía como una niña pequeña descubriendo el amor nuevamente, amor verdadero.

—Yo también estoy enamorada de ti.

Sus ojos expresaron sorpresa. Su sonrisa felicidad. Pero sus brazos, sus brazos me transmitieron paz, la paz que tanto había estado buscando.

Dormimos sonriendo. Sonriendo porque sabíamos que todo estaba a punto de cambiar, que la tormenta ya se había ido, que ahora sólo seríamos él y yo.

                             ♦

                       Arturo.

Los fuertes rayos del sol entraban por la ventana, sin embargo esa no era la causa por la que había despertado.

La respiración de Annie a lado mío me tranquilizó al darme cuenta que no había sido un sueño. Era real, todo había sido real. Había besado a Annie.

Dormía tranquilamente a lado mío. Había soñado tantas veces ese momento; despertar y verla justo a mi lado.

Pasé mi mano por su cabello castaño, a pesar de lo despeinado que se encontraba seguía viéndose linda.

Me senté en el borde de la cama para ir al baño, sin embargo cuando iba a levantarme sentí la mano de alguien más sobre la mía.

—¿A dónde vas? —preguntó arrastrando las palabras, aún con los ojos cerrados. Reí.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora