Capítulo 54

218 21 15
                                    


Sonrió mostrando lo que ahora eran sus dientes perfectamente alineados, no quedaba rastro de lo que habían sido sus dientes disparejos en la secundaria.

No podía creerlo. No podía creer que era él. Que estaba frente a Sebastian después de quince años.

Portaba traje, se veía como todo un empresario. Su cabello estaba perfectamente peinado, sus facciones definitivamente más maduras, como las de un hombre a los treinta años. Había dejado atrás a aquél muchachito flaco.

—Cuanto tiempo. —Apenas pudo decir él.

—Dios mío —exclamé acercándome a pasos lentos hacia el escritorio—. No puedo creerlo. No puedo creer que seas tú —dije con emoción.

—Ni yo —dijo Sebastian igual de sorprendido. Lo había atrapado mirándome detenidamente, me preguntaba qué estaría pensando él—. Estoy igual de sorprendido que tú, Annie.

El escucharlo decir mi nombre me había provocado un revuelco en el estómago.

—Has cambiado mucho. Tenemos tanto que contarnos, este no es el lugar indicado —dijo levantándose del asiento—. Te invito a cenar.

Lo miré confusa. ¿Hablaba en serio?

—¿A cenar? —pregunté incrédula.

—Claro. Más al rato, por supuesto —respondió natural.

Sin más que decir, sólo me quedó aceptar la invitación. Pasó por mí a la hora acordada, seguía portando traje, lo cual le hacía ver elegante. Yo lo único que se me ocurrió ponerme fue un vestido color vino.

El restaurante era refinado, con música en vivo de fondo, velas aromáticas al rededor, que por supuesto, se perdía ante el olor de la exquisita comida. Era mucho más elegante que en el que trabajaba en España.

Me sentía extraña al respecto. Me encontraba en el balcón del último piso. El viento jugueteaba con mi cabello, mis ojos sólo podían ver hacia la mezcla de luminosidad en la fría noche. ¿Como había parado yo ahí? Estaba acostumbrada a montar a caballo con Arturo, a escalar árboles, a nadar en el río.

De repente, mis ojos se encontraron con la expectante mirada de Sebastian, que estaba sentado al frente mío. Sonreí.

—¿Y bien? —Comenzó él—. ¿Que ha sido de ti en todo este tiempo? ¿Regresaste a la ciudad después? ¿Que sucedió? —preguntaba con emoción. Realmente notaba un ligero brillo de curiosidad en sus ojos.

—Si, verás... Aquella tarde me fui, y no volví hasta después de cinco años.

—¿Cinco años? —Sonrió incrédulo—. Con razón, no te vi en mucho tiempo.

—Si... —Mi mirada se perdió en la nada, recordando—. Después de regresar me fui a España por diez años, ahí me gradué, conseguí un empleo, compré una casa... Pocos meses atrás volví, y ahora me encuentro aquí.

—Ahora entiendo el porqué de ese acento que tienes.

—¿De verdad? Yo no lo noto.

El mesero depositó nuestros pedidos sobre la mesa, todo se veía delicioso.

—¿Y que pasó contigo? —pregunté tomando un cubierto.

—Pues terminé la secundaria ahí mismo. Me gradué aquí en México, me encargué de la empresa de mi padre, y ahora estoy aquí. Por cierto, cuando te fuiste, Adrián no dejaba de preguntar por ti.

Abrí los ojos sin disimulación, al parecer él lo había notado.

—¿De verdad? —Asintió.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora