Capítulo 56

247 17 15
                                    


No podría describir lo que sucedió a continuación. No podría ser capaz de recordarlo siquiera. No quería recordarlo. No quería recordar el rostro de Arturo en aquél momento.

Su mirada se llenó de horror, de miedo, de confusión, de tristeza. Sentí a mi corazón oprimirse en ese instante. Sentí que me miraba de una forma desagradable, que no le gustaba lo que veía; lo que estaba frente a él.

Como por instinto, dio dos pasos atrás alejándose de mí. Tuve miedo, tuve miedo de perderlo para siempre, para siempre.

Tan sólo el ver su mirada me embargaba de tristeza. Me hinque sin poder contenerlo más. Lloré. No era capaz siquiera de verlo a los ojos, no quería ver esa mirada de horror en ellos.

Arturo me tomó del brazo obligándome a levantarme. Me sostuvo de los hombros y me miró a punto de llorar.

—Dime que no es cierto. —Su voz se oía cortada. Arturo no era de los que lloraban por cualquier cosa. Lágrimas salían de sus ojos sin parar—. Dime que no es cierto, Annie. —Me sacudió de los hombros con fuerza. Apreté los ojos echando un sollozo. No hubo respuesta alguna más que silencio, y el silencio lo dice todo.

»No puede ser. —Se hincó llorando, sollozando. Sabía que le dolía al igual que a mí—. ¡No puede ser, maldita sea! —gritó con fuerza viendo hacia el cielo—. Por favor, no. Por favor, no —susurraba más para sí mismo.

De repente alguien tomó de mi mano con fuerza. Al voltear vi a Sebastian, más a lo lejos estaba mi padre.

—Vamos, Annie —dijo él viendo a Arturo como si fuese un bicho raro.

Arturo le dio una mirada rápida. Luego sus ojos se detuvieron en los míos. Sebastian me jaló de la mano haciendo que caminara hacia tras, alejándome de Arturo. No quería dejar de verlo, no sabía si esa sería la última vez que mis retinas vieran su imagen. No deseaba recordarlo de esa forma.

Obligué a mi mente a recordar algún momento agradable con él, aparecieron cientos de imágenes. Todos mis recuerdos con él eran buenos, a excepción de los últimos.

Mientras lo veía, seguía inundandome de esos momentos a su lado, cuando no sabía lo afortunada que era.

Como aquella tarde en el río, cuando él pensó que Dylan me hacía daño y salió a defenderme.

Como el primer momento en que lo vi, cuando mi primer pensamiento acerca de él fue que era un engreído.

Como cuando escalabamos árboles y sentíamos al viento acompañarnos, siendo testigo de nuestro amor.

Como cuando me robó las naranjas que había coleccionado aquella tarde en el río.

Como cuando me di cuenta que me había enamorado de él, aquél día en el que caí al río.

Como cuando me salvó aquella fría noche de aquél hombre. Tomó mi mano llevándome a un lugar seguro, sin embargo yo no sabía que el único lugar seguro era en sus brazos.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora