Capítulo 68

317 22 36
                                    



Tres maravillosos años habían transcurrido con el paso del tiempo. La casa que Arturo y yo habíamos construido frente al río estaba llena de caos aquel día, pero por lo menos era por una buena razón. Nuestra casa era de dos pisos con los cuartos suficientes para la hermosa familia que teníamos planeado cimentar. Estaba construida de madera, y en el frente habíamos logrado hacer un jardín que parecía de ensueño, con pequeños arbustos que te guiaban a la puerta principal de la casa, con rosales de distintos colores y otras tantas flores que Arturo y yo nos habíamos encargado de sembrar, aparte de una jacaranda.

Eran aproximadamente las tres de la tarde, la pequeña fiesta comenzaría a las cinco. La cocina era un desastre, puesto que habíamos cocinado comida para varias personas, había mesas alrededor del jardín para los invitados, y globos decorando el ambiente. Horas más tarde, los invitados comenzaron a llegar preguntando por el anfitrión, que seguramente estaba ocupado poniéndose presentable para la reunión.

Por mi parte, llevaba un vestido coral que llegaba hasta las rodillas. Mi cabello lucía lacio y mi maquillaje era en tonos cálidos.

De repente vi llegar a Griselda tomada de la mano de Bryce, lo cual por un momento me sorprendió, sin embargo, por el otro ya me lo esperaba, pues eran demasiado obvios.

—¡Annie! —exclamó abriendo ambos brazos para abrazarme. Hacía un año que la había dejado de ver y ya la extrañaba—. ¡Cuanto tiempo!

—Lo mismo digo —dije con una sonrisa—. No sabía que ustedes dos por fin ya andaban. —Alcé ambas cejas con picardía. Griselda se puso colorada, y Bryce simplemente sonrió asintiendo.

—Es que este muchacho le temía al compromiso —contestó Griselda volteando a ver a Bryce. Recordé en ese momento aquella vez en que él me había dicho que enamorarse era una pérdida de tiempo, sin embargo, en los últimos tres años parecía que había caído totalmente en las redes del amor, las cuales tenían por nombre "Griselda"

—Ahora lo único que quiero es estar contigo. —Sonrió mirándola con amor. Lo imité al verlos tan enamorados—. A pesar de que ya no tengas tiempo.

—¿Y eso? —pregunté con curiosidad.

—¡Ah, cierto! —exclamó ella—. He olvidado contarte. Abrí una franquicia aquí en México de la tienda de ropa que teníamos en España.

—Wow, Griselda, ¡Eso es estupendo! —La abracé con fuerza al enterarme de la noticia—. No sabes cuánto me alegro.

—Gracias. —dijo alzando los hombros con una sonrisa—. Apenas estoy comenzando, pero espero que todo vaya bien.

—Lo irá, estoy segura.

Minutos después llegó Rebeca con su pareja, a quien ya había tenido el gusto de conocer desde mi boda, era una chica rubia, alta, de ojos verdes. Me parecía bastante agradable. Me gustaba ver a Rebeca tan feliz.

Rebeca, Griselda y yo platicábamos acerca de las tantas cosas que no nos habíamos contado en tanto tiempo. Como que Bryce y Griselda por fin eran pareja, o sobre la tienda de Rebeca que estaba yendo muy bien en España.

—¿Y dónde está el anfitrión? —preguntaba Rebeca con entusiasmo.

—Al parecer aún siguen ocupados —dije volteando a ver hacia la puerta principal de la casa.

Sonreí al ver a los dos grandes amores de mi vida salir por aquella puerta recién bañados y cambiados. Arturo sostenía la pequeña mano de nuestro hijo, quien estaba cumpliendo tres años. Me acerqué hacia ellos aún con aquella sonrisa en la boca, besé a mi esposo y acaricié el cabello aún húmedo de mi hijo.

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora