Capítulo 52

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—Ariadne, su nombre era Ariadne. —Fruncí el ceño reconociendo ese nombre.

—¿Y... el de tu padre? —pregunté con miedo.

—Ricardo.

El sonido de alerta en mi cerebro se activó. Mi corazón comenzó a latir tan rápidamente del miedo que sentí en ese momento.

—¿Sucede algo? —preguntó Arturo apretando mi mano con angustia.

A mi mente llegaron los escritos de mi madre.

La familia de Alejandro es muy buena, sus padres son amables. Tiene un hermano llamado Ricardo, que al parecer se casará con una joven llamada Ariadne, quien está esperando un bebé.”

Arturo era ese bebé. No podía ser cierto. Más recuerdos llegaban a mi mente sin siquiera yo pedirlo. 

Mi padre abandonó a mi madre poco después de que Ricardo se casó. Sólo tuve un hermano, Ricardo, él se fue a los Estados Unidos cuando Ariadne esperaba un bebé”.

Las palabras de mi padre resonaron en mi mente, en seguida recordé lo que Arturo me había dicho.

Mis padres fueron a vivir a Estados Unidos antes de que yo naciera, sin embargo papá murió poco antes de que yo viniera al mundo”.

Comencé a hacer conexiones entre todas esas palabras. De repente caí en cuenta de lo que estaba pasando. Arturo era hijo del hermano de mi padre.

Arturo era mi primo.

—¿Amor? —La voz de Arturo me atrajo de nuevo a la horrible realidad. Deseaba que fuera una pesadilla, pero al verlo a él frente a mí viéndome asustado, me hacía saber que no lo era.

—Debo irme.

Sin siquiera voltear atrás salí por la puerta principal. Sólo deseaba desaparecer de la realidad que me perseguía.

Corrí en la oscuridad de la noche, lo más rápido que podía. Y mientras corría recordé la vez en que Arturo me había salvado de aquél hombre.

Siempre te protegeré, presumida” Las palabras exactas se repetían en mi mente una y otra vez.

Cuando sentí que mis piernas flaqueaban y ya no podía respirar, me detuve. Suspire hondamente tratando de no llorar, pero no podía evitarlo, no en algo como eso.

Saqué mi celular del bolsillo, necesitaba obtener respuestas. No demoró en responder.

—¿Papá? —dije con la voz entrecortada.

—¿Que pasa, Annie? No te oyes bien.

—Papá —suspiré. No quería derribarme con mi padre oyéndome—. Papá...

—¿Que sucede? —Su voz se oía preocupada.

—Tu hermano... ¿Tu hermano, está muerto?

—Sí —respondió después de algunos segundos.

—¿Y su... esposa? Ariadne.

—También, Annie. ¿Por qué preguntas todo esto?

—¿Cuando murió?

—Hace muchos años, me enteré mucho tiempo después.

—¿Como te enteraste?

—Tu abuela me lo dijo.

—¿La abuela? —pregunté extrañada—. ¿Nunca supiste del hijo de tu hermano, papá? ¿Nunca hiciste nada por buscarlo?

—Yo no sabía donde estaba él, además no podía regresar.

—Debo colgar papá. Te veo mañana. —Colgué.

Los brazos de alguien más abrazándome por detrás me hizo dar un respingo.

—Soy yo. —La voz de Arturo sonó en mis oídos—. ¿Por qué te fuiste, Annie? No te vayas.

Agache la mirada.

—Basta.

—¿Que pasó, Annie? Todo estaba perfectamente bien.

—No Arturo, ¡No lo está! —grité soltándome de sus brazos. Me volteé para verlo a los ojos, aunque me arrepentí después de hacerlo.

—¿Por qué no lo está? —Lágrimas salían de sus ojos. Sentí mi corazón partirse—. ¿Que sucedió, Annie? Explícame.

—Adiós Arturo —concluí dándome la vuelta.

—No. —Tomó de mi mano—. ¿De qué hablas? ¿Te irás con un simple “Adiós” sin decir nada más?

—Olvídate de mi. —Fue lo único que se me ocurrió decir. Debía arrancarlo de raíz.

Corrí sin mirar atrás, mientras dejaba al amor de mi vida con una llaga en el corazón.

Al llegar me encerré en el cuarto y comencé a meter a puños toda mi ropa. Sin siquiera darme cuenta lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Me derrumbé en la cama y ahogué gritos de dolor en la almohada, jamás había experimentado el dolor hasta esa vez, sentía mi pecho arder. Realmente estaba enamorada.

Con la soledad y la oscuridad de la noche me quedé dormida hasta la mañana siguiente.

Al abrir los ojos sólo deseaba que hubiese sido una pesadilla. Al voltear y ver la maleta con el montón de ropa encima me di cuenta que no lo había sido.

Terminé de meter la ropa dentro de ella, me lavé la cara y fui a despedirme del abuelo y de Griselda.

—¿Te vas? —preguntaba Gris con asombro—. ¿Por qué tan de repente? ¿Ha pasado algo con Arturo?

—Quiero seguir descubriendo mi camino —dije sin ánimos.

—¿Y... Arturo? Creí que lo de ustedes era algo serio, se veían tan felices que pensé que se iban a ca...

—Para ya —dije rodando los ojos.

—Annie, ¿Que pasó?

—Todo, todo pasó. —La tomé de los hombros, pensando en si decir lo que mi mente pensaba—. Cuida de él por mí. —El nudo en la garganta me impidió seguir hablando, mis ojos se pusieron vidriosos, ¿Cuando aprendería a ser fuerte? ¿A controlar mis emociones? Con fuerza traté de seguir hablando—. Yo no puedo hacerlo, aunque quisiera.

No dijo nada, y agradecí que no lo hiciera. Simplemente me atrajo hacia ella en un fuerte abrazo.

Tomé mi maleta y me dirigí a donde fuera que me llevara el destino.

N. A.

Holaa, creo que en el anterior capítulo no había quedado claro de quiénes eran Ricardo y Ariadne. Espero haberles refrescado un poco la memoria.

Estoy muy muy emocionada, ya quiero comenzar a escribir los siguientes capítulos, siento que de aquí al final se me pasará muy rápido.

¡Esperen con ansias el próximo! Los quieroo<3

Por favor, no me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora