Tras tres días cabalgando llegaron a las tierras de Tullio, un viejo amigo, que sabían, les proporcionaría un lugar donde esconderse.
Tullio era un noble fiel al legítimo rey, además de un gran amigo. Los años le habían pasado factura y con sesenta años tenía una tripa enorme, se le había caído casi todo el pelo y le faltaban dos dientes. Les sacaba veinte años al resto, pero se conocieron en una batalla y desde entonces eran incapaces de estar sin visitarse menos de tres veces al año.
Se dirigieron hacia la cueva donde sabían que el noble les esperaría. Dos días antes habían mandado un mensajero para avisarle. Nada más llegar a la entrada de la cueva ya lo vieron allí, así que, Darsón se dispuso a saludarlo:
—¿Qué tal hermano?
Tullio sonrió al reconocerlos, aunque con tristeza. Sin tener que decirle nada supo que lo que todos temían había sucedido. Asur era el pequeño de los hijos del rey, por lo que no le correspondía la corona. Pero él quería el poder, así que un día se enfrentó a su padre y a su hermano. Lo malo es que no estaba solo sino que gran parte de la nobleza por no decir todos menos Tullio le apoyaban. A ellos solo les interesaba el poder y la riqueza, y las medidas tomadas por Asier les perjudicaban.
—¿Los demás? —preguntó el noble rápidamente.
—Mi hijo no estaba en el castillo por lo que no sabe lo que ha ocurrido, mandamos un mensajero, pero no sabemos si le ha llegado la nota o no, aun así le avisamos que tenía que venir aquí. Los demás no pudieron escapar del castillo —A Asier se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no las dejó escapar.
—Dios, ese niño siempre ha traído problemas —masculló Tullio mientras el resto afirmaban con la cabeza—. Bien, no puedo llevaros al castillo porque será el primer sitio donde buscarán, así que os puedo ofrecer dos casas en un pueblo situado en el valle.
Todos sabían a qué valle se refería, estaba situado entre montañas escarpadas casi imposibles de atravesar y a los pies de las montañas había frondosos bosques donde si ocurría algo los habitantes se podían esconder. Además entre el bosque y el poblado había grandes campos, donde los campesinos cultivaban lo necesario para sobrevivir. Los visitantes nunca habían estado allí, solo lo vieron de lejos de una vez.
—Está bien, allí no nos conoce nadie y podremos pasar como simples guerreros en busca de un futuro más tranquilo —Asier se acercó al noble y le abrazó—. Gracias, jamás podré agradecerte lo que haces por nosotros.
—Eres mi rey, no tienes que agradecer nada —Cogió su caballo que estaba atado a la entrada de la cueva y todos se pusieron de nuevo en marcha.
Tras varios días de viaje llegaron por fin al pueblo y les mostró sus casas. Eran las dos exactamente iguales: una gran habitación con dos camastros y una pequeña chimenea para cocinar y poder calentarse en invierno. Además había un pequeño baúl y una mesa de madera. A cada lado de la puerta había una ventana, las cuales permitían la entrada de la luz a la estancia.
—Es perfecto, gracias. Pero debo pedirte un favor.
—Lo que necesites Asier, lo sabes.
—Necesitaré otro camastro en mi casa, ya que tiene que venir mi hijo —El rey no sabía cómo decir lo que venía a continuación—. Irán llegando a tus tierras guerreros con sus familias, ¿podrías traerlos hasta aquí?
—No lo dudes, pero deberán construirse ellos mismos sus casas, no me quedan más libres.
—Gracias. Supongo que habrás avisado en el pueblo que venían forasteros.
—Sí, tanto Darsón como Zasión pueden mantener los nombres, pero tú y la niña deberéis cambiarlos. Sabéis que aunque nunca habéis estado aquí vuestros nombres se conocen en todos lados.
—Bien, a partir de ahora la niña será Misha, es su segundo nombre, pero solo los más cercanos lo saben por lo que no habrá problema alguno. Y yo...
—Yo voto por cabezón, te pega bastante —soltó Darsón lo que provocó un ataque de risa en los presentes.
—Me llamaré Robert, siempre he querido probar ese nombre.
Después de un rato más de risas cada uno se fue para un lugar diferente, pero antes de que Tullio se pudiese marchar Asier le hizo prometer algo:
—Prométeme que si viene Asur o cualquiera de sus fieles dirás que estás de su parte y lo jurarás si es necesario, te necesito con vida, un día volveremos y necesito que estés ahí conmigo.
—Te lo prometo mi señor —Tullio sabía que está promesa no era sólo de amigo a amigo, sino de súbdito a rey, por lo que debía presentar el respeto adecuado— , cuando llegue el momento me tendrás ahí a tu lado luchando por la libertad —Se arrodilló y dejó su espada en el suelo, después llevó su brazo hasta el corazón. De esta forma los dos sabían que nunca se rompería esa promesa. El noble se levantó y tras recoger la espada se despidió de su señor y volvió al castillo.
Lo primero que hizo el rey fue ir a la taberna en busca de leche para la niña, el viaje había sido largo y se le había acabado. Nada más llegar a la taberna ya empezó a escuchar los primeros comentarios sobre lo ocurrido en el castillo, pero con la ayuda de la mujer del tabernero que le preparó a él un caldo, le dio de comer a su nieta. Cuando los dos estuvieron saciados volvieron a su nuevo hogar.
—Pequeña Analía, parece que hasta que llegue tu papá estaremos los dos solos.
Consiguió dormirla y por fin pudo dar rienda suelta a sus sentimientos. Después de varios días sin poder hacerlo, fue un auténtico alivio poder llorar. Sacó del bolsillo interior de su capa un colgante de una mariposa que su mujer le había dado la noche de la huida. Él se lo había regalado cuando se casaron y ella no se lo había quitado nunca hasta aquella noche. Sabía porque su mujer se lo había dado, un día Analía sería reina y ese collar le pertenecería.
Davinia había sido la mujer de su vida, se conocieron con apenas seis años y desde entonces no se habían vuelto a separar. Se enamoraron en plena adolescencia y con solo dieciséis años se casaron. Tuvieron a su hijo mayor cinco años después y al año siguiente llegó Asur.
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Las torres de la mariposa
AdventureEl trono era su destino o lo habría sido de no ser por su tío. Nació en un castillo, lo perdió siendo un bebé y ahora está dispuesta a recuperar lo que considera suyo. Todo un reino depende de ella y Analía está dispuesta a hacer lo que sea por prot...