Capítulo 25

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No había querido verlo marchar, así que en cuanto se había dado la vuelta, Analía había entrado de nuevo al castillo. Habían hecho un buen trabajo y en esos momentos todo estaba completamente limpio. Nada más entrar en su habitación notó que el servicio también había estado ahí: la cama estaba hecha y la ropa recogida, lo que agradeció.

No le apetecía que nadie la interrumpiera, no ese día.

Estaba sentada en el alfeizar y por como tenía de agarrotadas las extremidades sabía que ya llevaba en la misma posición varias horas, cuando vio a Darsón aparecer en el patio con unos cuantos guerreros más y sonrió. Ese viejo la conocía mejor que nadie, Analía sabía lo suficiente sobre él como para saber que cualquier otro día habría entrenado fuera del pueblo.

Sabiendo lo que planeaba y resignada a no llevarle la contraria, se dirigió a por su espada y bajó con rapidez. En el patio vio como Amanda sentada en el suelo le sonreía. Observó que en el patio también había guerreros de Tullio e incluso él mismo estaba presente.

Había dos zonas muy bien delimitadas, una donde estaban los guerreros de ese castillo y los suyos propios todos entremezclados y otro, donde se encontraban Tullio, Darsón, Amanda y un numeroso grupo de mujeres. Llegó al centro y Darsón dio unos pasos hacia adelante espada en mano.

—¿Preparada?

Como respuesta, Analía separó las piernas encontrando así su equilibrio y levantó la espada.

Él fue el primero en atacar, lanzó un golpe directo hacia la cabeza de la chica, pero esta lo paró con facilidad. El siguiente golpe fue hacia sus piernas, pero de nuevo lo volvió a esquivar. Así siguieron un rato hasta que los primeros indicios de cansancio se notaron en el cuerpo del hombre.

Le costó vencerle, pero al final lo hizo. Darsón era un gran contrincante, al fin y al cabo, era él quien le había enseñado casi todo lo que sabía.

En el momento en el que él lanzaba un golpe directo hacia su brazo izquierdo, Analía lo paró y con una pirueta consiguió situarse detrás de suyo para acto seguido, situar la espada a centímetros de su cuello. Los aplausos se escucharon a su alrededor, pero Analía no estaba contenta, había conseguido vencer a su segundo al mando con relativa facilidad y ella lo que quería era agotarse, disfrutar de una buena pelea y durante unos minutos no pensar en nada más.

Después de Darsón, se acercó hasta ella un hombre de Tullio, la joven aceptó y se lanzó directo a por ella, pero al igual que había hecho antes, lo esquivó.

Volvió a vencer y exhausta guardo la espada en su vaina. Ya se iba a acercar a Amanda para entrar de nuevo al castillo cuando a su lado apareció una sombra.

Al girarse observó a su abuelo que la mirada con un encapuchado a su lado. Echó la capucha hacia atrás y ante ella apreció Marga, ahora que la observaba mejor, se dio cuenta de que era muy bonita. La piel clara, los ojos grandes y los labios carnosos, captaban la mirada de muchos hombres y su pelo color plata, le confería un aspecto misterioso que Analía estaba segura usaba a su favor.

—Contra mí, señora, no ha luchado —su voz, le recordaba tanto a alguien, pero no sabía a quién.

—Hagámoslo —retó.

Observaron cada uno de sus movimientos, sin prisa, calibrando sus posibilidades hasta que harta de esperar Analía se lanzó a por la mujer. Bloqueó su ataque con una facilidad pasmosa y se lo devolvió con la misma intensidad. Las espadas quedaron justo encima de sus cabezas mientras ellas se miraban a sus ojos y entonces, la joven lo supo, esa mujer iba a ser una digna contrincante.

Retiraron las espadas y se alejaron lo suficiente para recuperarse y pensar en un nuevo ataque, esta vez fue Marga quien se acercó primero, pero Analía la esquivó en el último momento. A su alrededor la gente observaba en silencio la fiereza de esas dos mujeres dándose cuenta de que la princesa no había sacado su verdadero potencial hasta ese momento.

El combate se dio finalizó cuando Tullio ordenó parar para la comida.

Las mujeres con sendas sonrisas se acercaron y se dieron la mano en un acto de respeto, considerándose iguales ante los demás.

Todos entraron, pero Marga esperó cuando Analía se tiró al suelo agotada.

Marga la ayudó a levantar y juntas fueron adentro, primero dejaron las espadas en la habitación de la joven y allí la mujer le ayudó a arreglarse para la comida, se cambió de vestido y su pelo quedo recogido en una bonita trenza.

Analía le prestó algo de ropa a la otra y cuando estuvieron listas bajaron para reunirse con el resto. Nada más entrar, la gente se las quedó mirando e irrumpieron en aplausos. Asintieron con la cabeza, dando así las gracias a todos y fueron a la mesa principal donde les habían guardado dos lugares al lado de la Tullio y Asier.

—Buena pelea —felicitó el primero—. Poca gente pelea como vosotras. Tienes fuerza en tu interior chica.

—Gracias —respondió la joven a Tullio. Analía sentía la mirada de orgullo de su abuelo posada en ella, esa mirada en él era algo que nunca se cansaría de ver.

Los sirvientes comenzaron a entrar por la puerta del fondo, por donde tras cruzar un pasillo, con techos bajos y sin ningún tipo de luz natural, llegabas a las cocinas.

Las bandejas, rebosantes de todo tipo de alimentos, fueron repartidas entre las diferentes mesas y la gente pronto comenzó a comer.

Desde la mesa principal, Analía observaba como todos hablaban y reían sin parar. Prestó especial atención a un grupo de hombres que en esos momentos se estaban riendo mientras uno de ellos había sujetando a una de las muchachas que estaban sirviendo la comida y no la dejaba marchar.

Al ver como se intentaba soltar y solo conseguía que la sentará encima suyo mientras soltaba una carcajada, se levantó furiosa y fue directa hacia ellos. Conforme se acercaba, observó cómo sus guerreros, sentados en el resto de mesas, paraban sus conversaciones para prestar atención a sus movimientos. La conocían lo suficiente para saber por su forma de moverse que algo iba a ocurrir y no iba a ser bueno.

Llegó hasta la mesa en un tenso silencio y sin mediar palabra colocó el cuchillo que había cogido antes de levantarse de su sitio, en la garganta del hombre.

Hizo un gesto a la muchacha que se alejó con rapidez yendo a parar a los brazos de Darsón que había ido tras Analía al ver sus intenciones. Este se acercó con hasta Amanda quien se hizo cargo y la sentó a su lado mientras le pasaba el brazo por encima de los hombros intentando así reconfortarla.

—Tullio —llamó Analía, voz en grito—, tú, tan bien como yo, sabes que puedo matarlo.

Tullio miró a Asier que asintió en dirección a Analía. El hombre asustado pidió ayuda a sus amigos, pero estos sin querer verse en problemas con la princesa y el rey se retiraron de la mesa con lentitud, aunque no llegaron demasiado lejos. Diez hombres de Asier les habían detenido el paso ante la señal de Darsón. El resto del comedor estaba en completo silencio; las bandejas ahora quietas en las manos de los sirvientes, las risas se habían extinguido y todos estaban expectantes ante lo que ocurría.

Bajó el cuchillo despacio, rozando por el brazo del hombre hasta clavárselo en el muslo. Un grito desgarrador hizo que más de una mujer y los niños se tapasen los oídos, en un intento desesperado por acallarlo.

Cuando se hizo de nuevo el silencio, Analía se acercó a su rostro, ahora más cercano al suelo al haber caído de rodillas, quedando a centímetros de su rostro.

—La próxima vez no será en el muslo —siseó furiosa antes de salir del comedor acompañada de Marga.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora