Capítulo 15

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Por la noche, después de ayudar al resto de los habitantes a poner de nuevo en pie el mercado, los guerreros se dirigieron a sus hogares para recoger las pocas pertenencias que tenían y partir al amanecer. No podían permanecer más tiempo en la aldea porque pronto en el castillo comenzarían a sospechar que algo pasaba e irían a investigar.

En casa de la familia real se encontraban sus seguidores más fieles.

—Analía, ¿puedes venir un momento conmigo por favor?

—Claro —Pidió permiso con la mirada a su abuelo que con un asentimiento de cabeza se lo concedió y tras salir de la casa siguió a David hacia el bosque.

En silencio, sin que ninguno de los dos dijese nada, llegaron al riachuelo donde habían estado el otro día. Se sentaron en su orilla y estuvieron un largo rato observando los alrededores.

—Voy a ir con tu padre —se pronunció David jugando con una brizna de hierba que tenía entre las manos.

—No esperaba menos, fuiste criado para ello — asintió mientras miraba al frente, evitando mirarlo.

—Mi padre me acompañará, pero mi madre ha decidido ir contigo —volvió a hablar él, está vez llevando sus ojos hasta el rostro de ella.

—Bien—Analía se sentía observada, pero no podía devolverle la mirada, no en esos momentos.

—Partiremos por la mañana, antes que vosotros.

—Lo sé.

—Debo irme, tengo que dormir algo y tú deberías hacer lo mismo —David, resignado a que la chica no le hablase más que con monosílabos, se levantó de la orilla.

—Ahora iré, hasta mañana —Él le dio un beso en la frente y se marchó. Analía lo vio alejarse hasta que al torcer el camino lo perdió de vista. No iba a haber una gran despedida, ni llantos ni ruegos para que se quedase, eso lo sabían los dos, ellos no eran así.

Permaneció allí sentada un par de minutos hasta que se levantó para ir ella también a dormir.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora