Capítulo 49

20 5 0
                                    

¡Buenas! Hoy tendréis el capítulo correspondiente a ayer, ya que Wattpad no me permitió acceder a la aplicación en todo el día. Espero que os guste:)

El caos se extendió con rapidez, Darsón le cedió una de sus armas y se situó espalda contra espalda con Vailán que desenfundó la suya en el tiempo transcurrido entre la revelación de la muchacha y la orden de Asur de atacar.

Los soldados de este se habían quedado paralizados por la sorpresa, dando tiempo a los infiltrados para prepararse. Ayudaron a la gente a huir de la sala a través de las grandes puertas de roble y las pinturas de las paredes saltaron al abrirse los diferentes pasadizos dando paso a la gente de Analía. Cuando la lucha comenzó, la mayoría de los súbditos habían conseguido salir de la sala.

Analía lo intentó con todas sus fuerzas, pero tras defenderse de dos atacantes, cayó ante el tercero. Su magullado cuerpo se resentía, sus pulmones gritaban pidiendo oxígeno y sus brazos pedían el tan ansiado descanso que merecían. Antes de que pudiese darse cuenta, el hombre tenía el filo de su espada situado en su garganta. La chica no gritó, ni se movió, tampoco dejó caer su arma, sonrió al hombre y esperó a que la apresara.

Si creían que por tenerla a ella todo había acabado, estaban muy equivocados. En el mismo momento en que el hombre la sujetaba del brazo obligándola a caminar hacia su rey, Analía pudo ver a su padre y a su abuelo entrar en la sala junto a los presos que la habían acompañado esos días.

Se dejó arrastrar ante su tío con una mirada altiva que no le pasó desapercibida. La había ensayado durante toda su vida y dejaba claro lo que pensaba: si estoy aquí es por que quiero.

Se quedó a unos pasos de él y esperó. Sabía lo que iba a ocurrir y no iba a ser beneficioso para su tío.

—¡Se acabó! —habló él entre el ruido del metal chocando entre sí y los gritos de los guerreros.

La giró hacia la pelea que transcurría unos pasos por debajo de ellos y la empujó con brusquedad haciendo que cayese de rodillas. Su dolorido cuerpo protestó por el golpe, pero no lo dejó entrever. Analía vio como en la parte alta de la sala su padre preparaba el arco. No, no iba a matarlo con una flecha, no era ese el pago por traición, solo le daría a su hija el tiempo suficiente para alejarse.

—Mis guerreros os matarán por esta traición —siseó con furia en el oído de la joven.

—La misma traición que tú cometiste años atrás —contestó la chica agachándose en el mismo momento que su padre lanzaba una flecha directa al brazo de su hermano, al que no le dio tiempo a apartarse.

Reptó hasta llegar al final de los escalones donde Darsón la esperaba para escoltarla al exterior, siendo cubiertos con premura por Vailán y Zasión, al que no había visto hasta ese instante. Asier, junto a varios hombres, aprovechó la distracción para apresar a la mujer e hijos de Asur y los sacó entre forcejeos fuera de la sala.

Todo estaba perfectamente organizado, Néstor y su hijo, ayudados por Maktub y los suyos, atacaron las murallas nada más entrar Analía a la sala, haciendo que los soldados tuviesen que dividirse para proteger el castillo de la entrada del ejército que esperaba junto a las murallas, pero fueron sorprendidos por los propios ciudadanos que aparecieron cercándolos.

Analía y Darsón siguieron a Asier a través del castillo hasta llegar a la misma mazmorra donde ella había estado encerrada durante días, encerraron a su tía y primos entre sus quejas y suplicas, dándoles la espalda mientras los hombres subían uno tras otro por el mismo lugar donde lo habían hecho Lizet y Néstor horas antes.

Se disponía a subir cuando el brazo de su abuelo la paró indicándole que mirara a su izquierda. Darsón empujaba al que había sido su torturador y en una de sus manos llevaba un hierro que Analía supo al instante qué era. Hizo un gesto a su abuelo para que le acercara la antorcha que había colgada de la pared unos metros más adelante y esperó con paciencia. Siempre le habían dicho que la venganza se servía fría, pero esa iba a ser ardiente.

Darsón sujeto al hombre mientras la princesa imperturbable, acercaba el hierro que le había cedido, a la antorcha. Esperó a que se calentase lo suficiente y lo dejó caer en el lado derecho del rostro del hombre. Sus gritos se escucharon por el desolado lugar provocando escalofríos en los cuerpos de los que allí se encontraban. Sin dejarse amedrentar por los gemidos de dolor, cogió la antorcha de manos de su abuelo y la situó en el lado contrario de la cara del hombre que cayó al suelo entre espasmos.

Cuando quedó contenta con el resultado acercó su daga a Asier y este sin piedad cortó su garganta, ese hombre se había encargado de destruir a su gente provocando años de sufrimiento. Una sensación de alivio lo recorrió al ver como se desangraba entre sus manos.

Se giraron una última vez ante la mazmorra de aquellos que habían encerrado y sonrieron al ver aparecer a Azazel y Jackey por el final del pasillo. Esperaron hasta que, ante un gesto de Asier, Darsón obligo a Leonel a abandonar la celda.

—Todo vuestro —señaló Asier ayudando a Analía a desaparecer por el pasadizo del techo. Esta pudo ver brevemente la mirada de felicidad de Azazel al ver el cuerpo en el suelo y la mirada de agradecimiento que el otro hombre le dirigía por haber ayudado a su mujer.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora