Capítulo 48

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Los pasos seguros de los soldados se escucharon en la lejanía advirtiendo de su pronta llegada. Analía, se despidió con la mirada de su compañero de celda y se situó frente a la puerta sabiendo lo que iba a ocurrir a continuación.

Vailán apareció acompañado de otros dos guerreros que, tras él, esperaban con sus armas desenvainadas. Abrió la puerta de la princesa y la precedió por El Túnel viendo como diferentes gestos disimulados le daban ánimos a través de las rejas. Sonrió para sí mismo y colocó su mano en la espalda baja de la chica, dejándole claro que estaba con ella.

Se movieron por el castillo ante la mirada incrédula de muchos que lo único que veían era a los guerreros llevar a un encapuchado hacia la sala principal.

Analía se había colocado la capucha de la capa que le habían proporcionado intentando que su llegada fuese mucho más espectacular. Al principio, le había parecido una pérdida de tiempo, al fin y al cabo, la sorpresa iba a ser la misma, pero Antien había insistido, quería ver la cara de Asur al reconocerla por primera vez.

Dos grandes puertas de madera aparecieron ante ella esperando a ser abiertas. La joven se hizo a un lado para dejar paso al soldado al que Vailán había dado la orden. Él se situó a su lado y agarró brevemente su mano antes de devolver su tacto a la espalda de Analía.

La sala reveló a un número grupo de gente que se giraban curiosos al verla pasar. Esta vez el guerrero no se molestó en guardar las apariencias, iba a su lado con la cabeza gacha en señal de respeto.

Analía caminando por el lado derecho del pasillo pudo distinguir a varios de sus hombres apostados entre los súbditos, entre ellos Amanda que, al verla, sonrió con confianza.

Miró al frente viendo por primera vez a su tío. Tenía que admitir que los años no le habían sentado mal y, ante ella, se encontraba un hombre apuesto, acompañado por su familia que esperaban un paso por detrás.

Vailán la ayudó a subir a un pequeño palco de madera, se colocó detrás de este, al lado de un hombre que Analía conocía muy bien y que hizo que sus ojos lagrimearan al verlo. No era fácil reconocerlo, desde la última vez que lo vio su apariencia había cambiado significativamente. Su pelo, antes largo, se encontraba muy corto, en cambio, su barba había crecido más de lo que a ella le gustaba. Aun así, las arrugas que enmarcaban su rostro cuando los dejó, seguían allí.

Se concentró en el juicio y esperó a que su tío hablase por primera vez. Estaba sorprendida del parecido con su abuelo, aunque tampoco debería haberle sorprendido al ver a su hijo. Su mirada siguió desde él hasta el resto de la familia y se fijó en su prima, la única a la que no había visto nunca. Ella si que no parecía tener ningún parecido con su familia, era rubia y con unos vivos ojos negros que contrastaban con los azules del resto, los suyos incluidos.

Volvió su vista a Asur y la clavó en el anillo que llevaba. El sello de su abuela, una mariposa. Tocó la suya y lanzó una sonrisa sarcástica, no entendía como se atrevía a llevar el sello después de haberla matado a sangre fría.

—Di tu nombre —exigió ante el pueblo.

El espectáculo va a comenzar, pensó imaginando la cara que pondría Antien escondido entre la muchedumbre.

—Analía, auténtica heredera del trono —contestó retirando su capucha entre los sonidos de sorpresa de la gente.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora