Capítulo 10

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En cuanto salió por la puerta Analón y Asier se pusieron en pie y tras vestirse fueron hacia la pista de entrenamiento donde se encontraron a Darsón y Zasión. Los cuatro sabían casi desde el principio de los verdaderos entrenamientos a los que se sometían los jóvenes y todas las noches iban a verlos.

—Aquí no están —indicó Darsón—Miremos a ver si están las espadas, igual han ido a entrenar a otro lado.

Los cuatro se dirigieron al cobertizo. Al verlo abierto se pusieron en alerta y sacaron las dagas que siempre llevaban con ellos.

Nada más entrar vieron el desastre que en el que se había convertido. Espadas tiradas por todos lados y cosas antes colgadas en las paredes ahora desparramadas en el suelo. Entonces, vieron al hombre tirado en el suelo.

—¿Qué creéis que habrá pasado?, ¿estarán bien los chicos? —preguntó Darsón preocupado. Al mirar hacia la derecha vio debajo de una vieja mesa de madera una espada especial, más pequeña que el resto.

—Estarán bien. Tranquilos, saben defenderse — Zasión intento calmarlos, se acercó a donde estaba Darsón sujetando la espada, se la quitó de las manos y la volvió a colocar en la vitrina.

—Apartaos —Los tres dieron un paso atrás dejando espacio a Analón que entraba con un cubo de agua.

Se acercó al hombre lanzándoselo por encima. Este se despertó entre toses mientras sacudía la cabeza intentando librarse del agua.

—¿Quién eres? —interrogó Asier. El hombre al verlo se puso completamente blanco— Veo que me reconoces. Bien así será todo más fácil —el hombre asintió lentamente—¿Quién eres?

—Baeser —informó temblando, sabiendo el problema que se venía encima.

—Bien, Baeser, ¿dónde está mi nieta? —El hombre comenzó a sollozar, había intentado violar a la nieta de Asier, que no era conocido especialmente por su facilidad para perdonar— No me hagas repetírtelo.

—N-no lo sé—Baeser se puso de rodillas y comenzó a suplicar—. Perdóneme, señor. Yo no sabía que era su nieta, si lo hubiese sabido nunca me habría acercado, por favor perdóneme.

—¿Estás diciendo lo que creemos que dices? —El tono de Darsón ya avisó a Baeser mientras veía Zasión sujetar al padre de la chica.

—Lo siento —sus sollozos comenzaron a ser cada vez más fuertes.

—Deja de llorar, ¡cómo le hayas hecho algo a mi hija te mataré! —Zasión cada vez tenía más dificultad para sujetar a Analón que quería lanzarse contra el hombre.

Asier miró con todo el asco que sentía hacia el hombre que se encogió todavía más en su sitio por el miedo.

—¿Te ha mandado alguien?

—No señor, yo vi a la chica en la posada y...

—Un respeto, esa chica es tu futura reina —El hombre asintió mientras se acercaba poco a poco a la puerta, si conseguía salir y encerrarlos dentro podría escapar. Cuando consiguió llegar hasta ella y fue a levantarse para echar a correr se topó con un torso que le impedía seguir el camino.

—¿Dónde vas? —cuestionó Darsón con una sonrisa que mostraba sus más sangrientas intenciones.

—Y-yo.

—Por los dioses, ¡deja ya de lloriquear, muéstrate como un hombre! —gritó fuera de si Analón a quien Zasión ya no podría sujetar mucho tiempo más— Solucionaremos esto como hombres de verdad y no como el llorica que eres, una lucha a muerte, si sobrevives escapas.

—Dadles una espada —ordenó Asier a los otros dos hombres mientras su hijo y él salían fuera.

La lucha apenas duró cinco minutos, Analón quería venganza y el hombre, aunque se defendió no era tan tonto como para enfrentarse a él. Aunque consiguiese matarlo, Asier lo mataría a él después.

Fue rápido, la espada del príncipe atravesó el pecho de Baeser, que murió al instante. Analón se acercó al cuerpo que yacía en medio de la pista de entrenamiento y le escupió encima.

—Ante los dioses has de morir.

Tras recoger todo, los hombres cogieron el cuerpo y se dirigieron al interior del bosque donde lo enterraron.   

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora