No se había imaginado así el pasadizo por el que estaban moviéndose, ella había imaginado a su gente reptando por un lugar estrecho, no una gran galería iluminada por antorchas donde los suyos habían almacenado armas suficientes para armar a todo un ejército.
Siguió a su abuelo y a Darsón a través del corredor hasta que llegaron a un apartado lugar donde almacenadas se encontraban varias cajas. Asier, moviendo con destreza las que se encontraban encima, dejó a la vista un viejo estuche de hierro que Analía sabía muy bien lo que portaba.
Levantó la tapa con delicadeza y admiró como brillaba el afilado metal, alguien se había encargado de mantenerla lista y su espada la llamaba más que nunca. La cogió y realizó varios movimientos antes de ajustarla en la cadera a donde pertenecía.
—Vamos, nos están esperando —habló su abuelo encaminándose hacia su siguiente destino. Los otros dos le siguieron viendo como los pocos soldados que seguían allí se armaban para ir a ayudar al resto.
Analía se centró en observar todo a su alrededor, no sabía si necesitaría volver a entrar en algún momento y tenía que saber llegar desde cualquier sitio, las mazmorras estaban demasiado abajo como para llegar con facilidad. Reconoció varias de las puertas que atravesaron hasta que su abuelo se decidió por una, era igual que el resto, excepto por el pequeño triángulo que adornaba el alfeizar.
—Por aquí —guio Asier pasando al otro lado. Analía lo reconoció al instante, era el mismo camino que se habían encontrado su primer día en el castillo—. Yo iré a ayudar a Analón, Darsón y tú iréis con Néstor, os necesitarán fuera.
—Bien —asintió su mano derecha—. Nos vemos cuando todo esto acabe.
Asier no esperó a que su nieta hablase y girándose fue hacia el interior del pasadizo.
—Vamos —ordenó el hombre empujando a la chica para que comenzase a caminar.
Lo siguió en silencio hasta la gran puerta de piedra por la que había entrado hacía meses. Nada más salir al bosque, Analía tomó una gran bocanada de aire antes de escuchar los ruidos de la batalla que transcurría unos metros más alejada.
Salieron del bosque de la mano y en seguida fueron cada uno hacia un lado, Analía extendió el cuello y buscó a David. Podía enfrentarse sola a todo aquel que se pusiese delante, pero su cuerpo, resentido, le pedía que lo buscase sabiendo que juntos serían prácticamente intocables y su piel tendría un pequeño respiro.
Lo vio casi en la entrada de las murallas, junto a la torre principal, luchando con dos hombres, aunque no parecía tener problemas para enfrentarse a ellos. Se encaminó hacia él, pero a pocos metros de donde se encontraba tuvo que parar.
Lizet y Charmesh intentaban proteger a un caído Maktub que con ayuda de su arma intentaba volverse a levantar, se colocó entre las dos chicas y le cedió su brazo para que se apoyase.
Maktub la miró comprobando que no tenía ningún rasguño y al ver los cardenales que su ropa dejaba entrever apretó la mandíbula, furioso, comprendiendo que no habían sido hechos en el transcurro de la batalla.
—Tengo que irme —reconoció la chica viendo que su amigo podía mantenerse en pie a pesar de estar herido.
—Ve —instó a Analía sabiendo a qué se refería, él mismo se había negado a separarse de su mujer.
La chica dio un suave apretón en el brazo de su dama de compañía al verla derrotar a su contrincante y esta le dirigió una breve sonrisa antes de dirigirse hacia el siguiente enemigo.
Analía corrió entre la gente esquivando las numerosas peleas que se encontraba a su paso, teniendo que parar un par de veces su carrera para socorrer a alguno de los suyos o para quitarse de en medio a algún soldado que le impedía seguir.
Cuando llegó hasta David su respiración estaba acelerada, sus pulmones ardían y sus piernas pedían descansar, pero no se permitió parar. Elevó su espada y se colocó entre un soldado y la espalda de su prometido parando el ataque.
David venció al que luchaba contra él y se giró para ayudar a la chica que paraba los embistes con dificultad, aunque en ningún momento pasaba por su mente la palabra rendirse.
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Las torres de la mariposa
AdventureEl trono era su destino o lo habría sido de no ser por su tío. Nació en un castillo, lo perdió siendo un bebé y ahora está dispuesta a recuperar lo que considera suyo. Todo un reino depende de ella y Analía está dispuesta a hacer lo que sea por prot...