Las torres de la mariposa

Capítulo 32

Al día siguiente el grupo seguiría el camino, pero esa misma noche, en medio de un bosque, se llevó a cabo una boda.

Charmesh con su mejor vestido, y una corona de flores que habían tejido algunas mujeres un rato antes, se encontraba al lado de Maktub. Tullio, ante ellos, dirigía la ceremonia bajo la atenta mirada de todos los guerreros, excepto de aquellos que tenían el turno de vigía.

Analía junto a su abuelo y Darsón miraba a sus amigos casarse y, cuando por fin sellaron su nuevo comienzo, aplaudió junto a los demás. No hubo un gran banquete, pero gracias a que algunos habían ido a cazar horas antes, ese día se cenó jabalí, una auténtica delicia contando en la situación que se encontraban.

A medianoche los recién casados se metieron en una de las pequeñas tiendas entre las bromas del resto y así pasaron la noche hasta la despedida al amanecer. Charmesh se quedaría junto a varias mujeres para ayudar a los heridos. Era de las pocas con conocimientos de medicina y toda ayuda era bien recibida, pronto el campamento estaría lleno de heridos.

Con el corazón en puño Analía abrazó a Darsón y a Amanda haciéndoles prometer que volverían a salvo.

—Cuídala —ordenó a Darsón quien le estaba dando en esos momentos un abrazo. Le sonrió con cariño y se giró para subirse en su caballo, pero en el último momento volvió a darse la vuelta.

—Los traeré de vuelta.

Amanda asintió apoyando al hombre y agarró el collar que siempre llevaba, un anillo que Néstor le había regalado el día de su boda.

Una vez emprendieron la marcha, no volvieron a mirar atrás.

Analía buscó a su abuelo entre las personas que se habían quedado en el campamento y lo observó hablando con Tullio. Cualquiera que no lo conociese pensaría que estaba tranquilo, pero ella podía ver su inquietud en el movimiento constante de su pierna izquierda. La joven sabía que su abuelo quería haber estado en la batalla y que no le hacía ninguna gracia quedarse allí sin hacer nada.

Se acercó hasta los hombres que, sentados sobre una roca, comentaban los pasos a seguir dependiendo del resultado de la batalla y dio un beso en la frente de su abuelo antes de sentarse ante él que la sujetó por la cintura.

Tullio entendiendo que aquellos quisiesen estar a solas, se dirigió hacia una de las guerreras que estaba preparando camastros para los posibles heridos y se puso a charlar con ella.

—Tranquila, todo saldrá bien.

—Lo sé abuelo, son solo nervios.

—Mi pequeña princesa, no hemos podido hablar demasiado con todo lo que está ocurriendo, ¿cómo lo llevas?

—Es raro. Hace menos de dos meses estábamos en casa y ahora todo esto —opinó extendiendo sus brazos.

—Pronto estaremos en nuestra casa de verdad, a la que pertenecemos, la que nos pertenece por derecho.

—No quiero que a nadie le pase nada —murmuró la joven.

—No te voy a mentir, habrá bajas, pero siempre has de tener presente que esas bajas son para que nuestros herederos puedan tener un futuro mejor. Y lo mejor para ellos eres tú. Tú has de ser quien reclame el trono —afirmó su abuelo mirando al frente.

Analía se giró para mirarlo sorprendida, su abuelo con la mirada fija entre los árboles le estaba dando a entender que no iba a optar al trono.

—Todo esto abuelo lo hago por ti, cuando lleguemos a Dalia tú debes...

—No Analía, serás tú quien reclame el trono — interrumpió con tono autoritario—. Tendrás el apoyo de tu padre, pero también el mío. Hace tiempo que no me interesa reinar, siempre has sido tú, mi pequeña princesa —dijo acariciándole el rostro con cariño. Analía se dejó caer sobre el torso de su abuelo, notando como los nervios le apresaban el estómago dejándola casi sin respirar.

Era demasiada responsabilidad en poco tiempo, pero si su abuelo creía que podía llevarla a cabo no le defraudaría. Siempre había creído que sería su abuelo quien se situase al frente del reino tras derrocar a su tío, pero por lo que acababa de escuchar el futuro le planteaba una importante diferencia con la que no había contado.