Capítulo 40

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Era la primera vez que salía al exterior desde su llegada y su cuerpo lo agradeció, los rayos del sol rozaban la poca piel que había dejado al descubierto provocando una calidez que hacía tiempo que no sentía.

Lida y David la acompañan yendo unos pasos detrás de ella. Seguía molesta con ellos y conociéndola le habían dejado su espacio. Había hablado con la mujer antes de salir y esta le había dicho que solo cumplía órdenes directas de Asier.

Nadie se había planteado nunca que Asur pudiese formar una familia. Por lo que nada más enterarse David había avisado a su abuelo y este había mandado mantenerla en la ignorancia para evitar asustarla. Lo que no entendían era que Analía era la que se había metido en la boca del lobo y necesitaba tener toda la información en el momento que se sabía para poder proteger a todos.

El chico le había prometido no volver a ocultar a nada, pero eso no impidió que siguiese enfadada con él. Confiaba en su prometido, pero no le gustaba que actuase a sus espaldas.

Llegaron ante la puerta del hogar donde un niño de apenas seis años abrió dándoles paso al interior. Le indicó a la joven la puerta que presumiblemente daba paso a la habitación e invitó a los otros dos a sentarse en la mesa de madera que adornaba la estancia.

Analía tocó con suavidad antes de entrar a la habitación, donde una mujer mayor reposaba en un jergón atendida por la que parecía ser su hija.

—Buenas tardes, soy Misha —se presentó adoptando de nuevo el nombre que había llevado durante casi toda su vida. Por mucho que le perteneciese, seguía sonando extraño. Ella siempre sería Analía, nombre que le habían dado sus padres y que por desgracia no había podido utilizar.

—Delia, esta es mi madre Valenia. Padre nos avisó de su llegada —saludó haciéndose a un lado para que Analía pudiese acercarse a la otra mujer.

El color había abandonado su rostro y la fiebre hacía que murmurase cosas sin sentido, pero la chica pudo ver que le habían estado dando baños y la habitación había sido ventilada.

—El otro curandero dijo que debíamos darle duchas diarias para bajar la fiebre y dejar que el aire se renovase —habló Delia confirmando las sospechas de la princesa.

—Así es. Puede esperar con su hijo y mis amigos, si quiere —añadió en el último momento como si temiese que la mujer siéntese que la estaba obligando.

—Prepararé un poco de caldo para todos.

No le hacía falta revisarla, desde que había entrado por la puerta del pequeño cuarto Analía sabía qué le ocurría a la mujer. El color azulado de sus labios y el leve olor a azufre del lugar se lo confirmaban.

—¿Puede oírme? —preguntó sentándose junto a la mujer.

—Sí —confirmó Valenia con la voz ronca.

—Necesito que me diga cuando comenzaron los dolores.

La mujer la miró sorprendida mientras le acercaba un pequeño vaso con agua. Sin tiempo que perder sacó del saco que llevaba atado a la cadera diferentes tipos de semillas y especias. No era la primera vez que los mismos síntomas aparecían ante sus ojos y si no se equivocaba ya había transcurrido más de una semana desde que tomó el veneno. Al principio el dolor se apropia de las articulaciones y pronto es sustituido por la parálisis, si no se hacía nada el veneno desencadenaba fiebre.

—Fue por accidente.

—No he dicho lo contrario —Analía la miró con pena, si se había tomado el veneno por equivocación significaba que alguien más la quería muerta y tenía una ligera sospecha de quién.

Era el veneno favorito de aquellos que querían acabar con su vida y de los torturadores. Si la dosis era lo suficientemente alta, el corazón se detenía al instante, si no lo era, la agonía se extendía durante días.

—Escuché una conversación que no debía molestando por ello al rey. Yo no me di cuenta de que era una trampa hasta que comenzaron los primeros síntomas.

Analía sujetó la mano de la mujer con fuerza y le transmitió la confianza que necesitaba en ese momento. Podía solucionarlo, no era la primera vez que lo hacía, ni sería la última.

Volvió al cuenco donde había vertido varias de los ingredientes acompañados de carbón líquido y añadió unas hojas secas antes de entregárselo. Delia la miró un momento, pero pronto centró su atención en el cuenco que le entregaba. Lo tragó rápido y se dejó caer de nuevo en la cama.

Escucharon la puerta principal abrirse y poco después Jackey apareció en la habitación.

—Necesito hablar con ambos —comentó Analía guardando todo de nuevo en el zurrón.

—Puede hacerlo ahora —afirmó el hombre sentándose junto a su mujer.

—Van a marcharse esta noche. Irán al norte y seguirán el camino de Yoniu, en un momento dado se encontrarán un gran número de guerreros. Debe entregarles la nota que escribiré —ordenó.

—¿Quién es? —inquirió la mujer sobre la cama.

—La princesa —contestó el cocinero por ella—. Escuché a los dos hombres que siempre la acompañan hablando —aclaró al ver su rostro confundido.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora