Capítulo 39

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Muy, muy FELIZ NAVIDAD!! Aquí tenéis un nuevo capítulo de regalo:)

El cocinero llegó para preparar la comida. En un momento dado preguntó por Azazel provocando que todos detuviesen sus quehaceres, pero ninguno se atrevió a mirarlo, no directamente al menos.

—Maldito muchacho —susurró entre dientes al comprender mientras la masa de pan que tenía entre manos sufría las consecuencias.

Por lo que Lida le había contado días atrás, aunque Jackey parecía un hombre serio que solo se preocupaba de sí mismo, esa afirmación distaba por mucho de la realidad. Todos sus ayudantes eran familia para él, los conocía desde hacía años, a muchos desde que nacieron, y ellos lo querían como a un padre.

Los últimos días había estado ausentándose porque su mujer estaba tan enferma que ni siquiera podía levantarse de la cama. Analía en un intento de que la situación de esa mañana no volviese a ocurrir se acercó hasta donde se encontraba amasando el pan con rabia contenida.

—Si me lo permite, me gustaría revisar a su mujer.

Jackey la miró por encima del hombro con una sonrisa esperanzada intentando escapar de sus labios. El curandero había muerto unos meses atrás y el sustituto no atendía a los sirvientes.

—Tercera casa saliendo por la parte de atrás de las murallas —expuso sin hacer preguntas. Analía sabía que el hombre no era muy dado a las palabras, pero le sorprendió que no pidiese ningún tipo de referencia. Lo que escapaba a su alcance es que él había escuchado alguna de las conversaciones entre David y Vincent.

—Iré esta tarde —convino antes de volver a su puesto, las verduras que estaba cortando no lo iban a hacer solas.

Unos pasos llamaron su atención, podía reconocerlos en cualquier lugar. Uno de los entrenamientos en los que había insistido su padre hasta la saciedad era luchar con los ojos tapados, por lo que pronto aprendió a reconocer a cada persona por el ruido de su cuerpo al desplazarse, cada uno de sus compañeros tenían una táctica de lucha diferente y reconocer sus movimientos la había ayudado a vencerlos aun sin poder verlos.

—¿Dónde iremos esta tarde? —inquirió situándose a su derecha.

—A ver a la mujer de Jackey —Paró un instante sujetando el cuchillo de la misma forma que si fuese a apuñalar a alguien—. Tenemos que hablar.

—El muchacho está magullado, pero bien. Lo han abandonado en una de las celdas.

—Deberías haberme avisado, tú o cualquier otro.

—Suelta el cuchillo, Analía —pidió David con un susurró mientras cubría la mano que sostenía el utensilio con la suya—. Nadie lo supo, no hasta entrar en el castillo.

—No se me oculta información, David —habló entendiendo por fin que era lo que le callaban sus dos guerreros desde hacía tiempo, lo que no comprendía era porque Lida no había dicho nada.

—No volverá a ocurrir —prometió con un susurro.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora