Capítulo 5

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21 años después...

Asier se levantó intentado no hacer ruido, debía ir a la herrería a trabajar, pero no por ello tenía que despertar a todos. Tras vestirse salió de la casa y se dirigió a la taberna a desayunar como todas las mañanas.

—Buenos días Iseia.

—Robert —saludó sonriendo mientras servía a un par de clientes.

Iseia les había ayudado a criar a Analía y después de tantos años se convirtió en una gran amiga. Su marido había muerto dos años antes y desde entonces Misha le ayudó con la taberna.

—Lo de siempre cuando puedas, por favor.

—En seguida —en cuanto acabó de servir al resto de clientes se acercó a Robert y le sirvió un vaso de zumo y dos rodajas de pan con vino.

—¿Qué tal la mañana?, ¿le digo a Misha que te venga a ayudar?

—No hace falta me las arregló bien yo sola.

—De acuerdo —Iseia se fue a atender a otros clientes dejándolo solo.

La taberna era grande. Enfrente de la puerta se encontraba la barra que ocupa toda la pared, en el lado izquierdo había una puerta que llevaba a una pequeña cocina, las paredes laterales estaban ocupadas por dos grandes chimeneas que daban calor en invierno y el resto estaba ocupado por mesas de madera con cuatro sillas cada una del mismo material.

Al terminar el desayuno dejó unas monedas en la mesa y se fue a la herrería. Trabajaba como forjador de armas ayudando al herrero, aunque también hacía todo tipo de trabajos con hierro, como cambiar las herraduras de los caballos.

La herrería se encontraba dos puertas más a la derecha de la taberna en el centro del pueblo, en cambio, su casa se encontraba a las afueras.

La plaza era rectangular, estaba rodeada de casas además de la taberna y la herrería. En ella se situaba el mercado donde los campesinos y ganaderos vendían alimentos, pero también se podían encontrar telas, vajillas, armas y juguetes entre otras cosas. También estaba la pequeña posada que frecuentaban Amanda y Néstor que se habían establecido en ese poblado junto a unos pocos más que habían decidido mantenerse cerca de su rey.

El resto de calles se había hecho paralelas a la plaza, siendo unas diez con la llegada de los que habían huido del castillo.

Entró en la herrería y saludó a Darsón, que cuando llegó al pueblo y vio que no había ningún herrero decidió establecer el negocio, contrató al rey como ayudante y le enseñó todo lo que sabía. Había trabajado durante la mayor parte de su vida, excepto cuando estaba en una batalla, como herrero; primero en la ciudad y luego en el castillo, así que había aprendido muy bien el oficio.

—Robert —dijo tranquilamente mientras se limpiaba las manos en un delantal de cuero que llevaba puesto—, ¿qué tal la pequeña?

—Bien, cansada —Asier se dirigió hacia su delantal y se lo puso para comenzar a trabajar—. Ayer le tocaba trabajar y al final se le alargó hasta la madrugada, ha vuelto a casa casi al amanecer.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora