—¿Estás bien? —interrogó el chico preocupado mirándola de reojo. Sabía que en momentos como estos no debía abrazarla, sino darle su espacio, así que no hizo ningún intento de acercarse.
—No —Analía se puso a llorar como no hacía en mucho tiempo.
David no aguanto más y la abrazó esperando que se apartase, pero no lo hizo. Se apoyó en él y siguió desahogándose durante un rato hasta que se calmó.
—¿Qué te ha pasado? Tú no eres así —La puso encima de sus piernas de forma que ahora se miraban a los ojos.
—Todo pasa. Todos esperan que sea igual que mi abuelo y mi padre, y hoy resulta que ni siquiera he podido defenderme sola.
—Sí que habrías podido —Le acarició la mejilla mientras ella sonreía débilmente—, ¿sabes cómo lo sé? —Ella negó con la cabeza—, porque eres la chica más fuerte que he conocido nunca y porque, maldita sea, siempre me ganabas de pequeños en los entrenamientos. Eres rápida, ágil y tremendamente guapa, ¿cómo se van a resistir? Ni siquiera tienes que pelear, caen ante tu encanto.
Analía no podía parar de reír después de esto último.
—Tienes razón, siempre te ganaba cuando éramos pequeños, pero creciste y ya no hubo forma.
—¿Recuerdas lo que te dije la última vez que me ganaste? —inquirió David mientras sonreía y se acercaba todavía más a ella—Eres preciosa Analía, y si tengo que perder ante alguien, maldita sea quiero que esa seas tú, siempre —susurró en su oído sonrojando a la joven. Muchas veces cuando estaba entrenando se acordaba de esas palabras—, ¿sabes por qué te lo dije? —Ella asintió despacio.
—Sabías que así entrenaría más duro y no me rendiría, aunque muchos decían que nunca sería tan fuerte como mi padre y abuelo.
—Y, ¿te acuerdas de lo que me dijiste tú? —Analía se carcajeo mientras se escondía en su cuello—Mira guapo, a mí nadie me va a ganar, ni siquiera tú —le dijo poniendo una voz demasiado aguda intentado imitar la suya, aunque no se parecía en nada.
Los dos se carcajearon hasta que poco a poco se quedaron en silencio y se acercaron el uno al otro hasta darse un beso, corto, dulce.
—¿David?
—¿Qué?
—Me has besado —informó ella con una sonrisa.
—¡Me has besado tú a mí! —rebatió él, antes de volverla a besar, pillándola por sorpresa. Esta vez no fue un beso dulce, sino todo lo contrario, fue exigente,excitante—, ahora sí que te he besado yo —rebatió sonriendo de la forma más provocativa que Analía había visto nunca—. Ves preciosa, se nota cuando besas tú y cuando beso yo.
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Las torres de la mariposa
AdventureEl trono era su destino o lo habría sido de no ser por su tío. Nació en un castillo, lo perdió siendo un bebé y ahora está dispuesta a recuperar lo que considera suyo. Todo un reino depende de ella y Analía está dispuesta a hacer lo que sea por prot...