Capítulo 14

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Todo era un caos, la gente del pueblo intentaba esconderse en los negocios cercanos o dentro de las casas de sus vecinos, el mercado hacía tiempo que había cedido y ahora toda la mercancía se encontraba por el suelo.

David vio como dos enemigos se dirigían hacia Analía y aviso a Analón, que después de acabar con el guerrero contra el que luchaba, consiguió parar a uno de ellos, pero el otro siguió directo a su objetivo.

El joven fue corriendo hacia la chica, no sabía si llegaría a tiempo, pero debía intentarlo. Llegó a interponer su espada con la del hombre justo cuando esta descendía hacia su amiga, repelió el ataque y comenzó una lucha encarnizada con el hombre, que acabó con la muerte de este cuando en un descuido David le clavó la espada en el muslo y cuando cayó al suelo le atravesó el corazón.

Tras sacar la espada del pecho del hombre se giró hacia la muchacha que en esos momentos todavía seguía con los ojos cerrados esperando el golpe.

Analía esperaba el golpe, pero como no llegaba abrió los ojos y se encontró con unos verdes que la miraban casi sonriendo.

—¿Estás bien? —inquirió él.

—Perfectamente. Gracias —contestó con una pequeña sonrisa dirigiendo su atención de nuevo al hombre que tenía tumbado a su lado, observó cómo poco a poco se le cerraban los ojos y como su respiración se hacía cada vez más lenta. Cogió la daga, la arrancó de la herida y se la clavó en el tórax.

—Recuérdame que nunca me ponga en tu contra. Cuando estaba a punto de llegar hasta ellos un guerrero, otro se le unió. David sonrió y se sitúo junto a la joven.

—La diversión ha comenzado sin nosotros, pero mejor tarde que nunca —expuso preparado para atacar.

—¿Cuánto crees que van a durar en pie? —inquirió ella con una sonrisa chulesca.

—Niña, ¿no sería más bien al revés? —contestó el que parecía mayor, tenía una gran cicatriz en el lado derecho de la cara que le iba desde la ceja hasta el labio.

—Oh, no lo creo.

Desenfundó la espada y se lanzó a por el hombre, que evitó su ataque con facilidad; siguieron peleando, ataque tras ataque que los dos paraban y devolvían una y otra vez. Lo que no sabían los dos hombres es que ellos estaban calentando, viendo sus puntos débiles y provocando que sus fuerzas disminuyeran al aumentar su cansancio.

Cuando se cansaron de observar los ataques del adversario, comenzaron la lucha de verdad. Los contrincantes les observaron con sorpresa, pero consiguieron bloquear el ataque.

Analía les había subestimando, pero sus más de veinticinco años de entrenamiento, les hacía unos contrincantes dignos de admirar. Les costó un rato, pero consiguieron vencerles.

La gente comenzó a aplaudir, Analía y David se sorprendieron al ver que todas las peleas habían acabado y que a su alrededor se había formado un corro de personas que en esos momentos les estaban vitoreando.

Su padre y su abuelo fueron los primeros en acercarse a felicitarles.

—Parece que os he enseñado bien —manifestó Analón abrazando a su hija.

—Eso parece —afirmaron los dos. David le dio la mano a Asier quien lo felicitó por el combate.

Asier, Analón, Darsón y Zasión los habían visto luchar así desde hacía tiempo por lo que no estaban sorprendidos, pero no se podía decir lo mismo del resto de guerreros.

—Madre mía, su madre lo va a matar —cuchicheó Néstor mientras miraba a su hijo con la boca abierta.

—No será para tanto —le contestó Zasión, mientras veía como tras salir de la casa donde se había escondido Amanda se dirigía hacia su hijo y le comenzaba a gritar mientras Asier la sujetaba para que no le pegase—. Retiro lo dicho.

Sorprendido miraba como su amigo casi no podía controlar a la mujer y tenía que pedir ayuda a Analón mientras el joven se alejaba despacio con las palmas en alto intentado explicarse.

—Te he dicho que su madre lo iba a matar —Néstor sonrió orgulloso de su mujer. Se acercó a ella y la cogió del brazo liberando a los dos hombres que la tenían sujeta.

—Venga cariño, deja a tu hijo tranquilo —le dijo mientras la obligaba a girarse hacia él.

—Ha estado a punto de que lo maten —objetó ella con los ojos llorosos.

—Pero ya ves que está bien —Néstor miró a su hijo y le hizo una señal para que se acercará a su madre y la abrazase.

David se acercó a su madre y cuando su padre la soltó la abrazó antes de que pudiese hacerle algo.

—Mamá, te quiero —confesó.

—No es por nada; pero te acabas de enfrentar a un tío el doble de grande que tú y con el doble de experiencia y le has ganado —empezó Analón en un tono socarrón—, pero eres incapaz de enfrentarte a tu madre enfadada.

—Cállate, que te recuerdo que no podías sujetarla tú solo—defendió Néstor a su hijo con el mismo tono de voz.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora