Capítulo 21

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Analía intentó retener a David, pero este consiguió soltarse y entrar a la sala. Suspiró y se unió a él, ante la mirada sorprendida de todos los presentes.

—En realidad, yo —La voz de David retumbó por el gran salón, lo que hizo que Emephanf se girará.

—Y, ¿tú eres? —inquirió confundido al ver a uno de sus propios hombres, o uno que creía que lo era, entrando en la habitación.  

—Digamos que mi mano derecha, ¿de verdad creías que sabiendo el castillo en peligro no íbamos a actuar? —A Emephanf Analía le recordó a una madre regañando a sus hijos.

Se acercó despacio hasta ella y aunque podía jurar que lo que iba a hacer le iba a salir muy caro, ya no había vuelta atrás.

—Querida, ¿qué crees que estás haciendo?, ¿qué crees que pasará cuando te mate?

—Déjame pensar.

—¿En serio? Ha asesinado a un montón de personas y tú te pones a hablar con él —se quejó David con voz cansada—, ¿podemos acabar con esto ya para que me pueda ir con Analón?

—No seas impaciente, pronto acabará todo y podrás volver con el otro grupo.

—Analía no lo digas con ese tono de voz, sabes que preferiría quedarme contigo, pero me debo al rey —continuo la farsa de la princesa.

—Podías haber elegido ir conmigo y con tu madre en vez de con mi padre. Los hombres siempre pensando en la lucha, os da igual lo demás.

—Analía, mi padre también va con ellos y mi madre sé que está a salvo contigo —La miró directamente antes de preguntarle—. ¿Qué querías que hiciese?

—¡Quedarte conmigo, necesito saber que vas a estar a salvo! —exclamó la chica antes de que él la cogiera por los hombros y la abrazase.

—¡Oh, por favor! No aguanto más esta tortura. Emephanf se lanzó hacia ellos con la espada en alto. David se giró con Analía todavía abrazada a él quedando de espaldas al hombre y ella bloqueó el ataque con su espada haciéndole retroceder.

Los chicos se separaron con una sonrisa diabólica, poniéndose uno a cada lado de Emephanf. Se miraron y David asintió mientras se alejaba y se dirigía hacia Tullio para ayudarle a levantar apartando a los sirvientes que habían quedado a su servicio, dando así más sitio para moverse a la chica.

Analía volvió a atacar mientras David se encargaba de los secuaces que quedaban del hombre.

Emephanf la esquivó e intentó atacarle por el costado, pero lo esquivó con facilidad y le hizo un corte en la rodilla haciendo que se tambaleara.

Se estaba divirtiendo y todos podían verlo en su cara. Cuando se cansó de jugar, lo lanzó al suelo y apuntó la espada directamente a su garganta.

—Te voy a matar; por mi abuelo, mi padre, el resto de nuestros soldados. Por amenazar a esta gente y, sobre todo, por ser tan miserable como para intentar violarme unos meses atrás —La afilada punta atravesó la garganta del hombre y la giró sacándola y clavándola esta vez en el corazón.

Tiró la espada y fue directa a abrazar a David que esperaba a que ella acabase.

—¿Estás bien? —susurró para que nadie más lo escuchase.

—Sí.

—Si tu abuelo se entera de lo que ha ocurrido me matará —Se vio apartada de los brazos del chico, que fueron sustituidos por los de Tullio que no paraba su verborrea.

Las torres de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora