Capítulo 2

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Verónica

Algo que descubrí desde que vivo en Nueva York es que soy buena con los niños. O, mejor dicho, sé que Elia me adora y también sé que los niños del St. John² lo hacen.

Después de haber dejado a Elia en el kínder - en vez de regresar a casa - me dirijo al orfanato que se encuentra cruzando la calle del kínder. Ahí paso el resto de la mañana. Estar ocupada todo el día me ayuda a botar los malos pensamientos que tengo en la cabeza y el estar ahí toda la mañana me hace sentir útil. Sé que puedo hacer algo para hacer sentir bien a estos angelitos sin familia en la espera de ser adoptados. Me hubiera gustado que cuando yo estaba en su lugar, alguien se tomara la responsabilidad de cuidarme como ahora yo lo hago con ellos. En fin, paso el resto de mis mañanas a dar mi servicio gratuito con excepción de los domingos y algunas veces los sábados.

El orfanato está a dos pasos del Dairy Queen. Casi todas las mañanas me detengo ahí y compro algunos dulces para llevárselos a los niños y a la señora Murphy. Ella es la responsable del lugar, es una mujer de mediana edad, con un poco de sobrepeso, con las mejillas rosadas y el cabello oscuro, rizado. Nunca había conocido una mujer así de fuerte. Hace todo por los niños, les prepara de comer, los ayuda a vestirse, juega con ellos, pero sobre todo los ama como si fueran sus hijos y los niños también adoran a Josephin.

«Buenos días, Joss» digo, cuando entro en la sala de juegos.

«Hola, pequeña» me saluda Josephin, con cariño y luego, dirigiéndose a los pequeños dice: «Niños, llegó Sweety».

Sí, para ellos soy Sweety. El sobrenombre nació por el hecho de los dulces que les traigo las veces que vengo a visitarlos.

De un momento a otro soy atacada por quince niños pequeños que me toman las bolsitas de las manos, devoran los dulces y, después de haber comido hasta la última migaja, me agradecen con educación.

Así es como paso el resto de mi día, juego con los niños y me alejo del mundo entero.

◎◎◎

Más tarde, en el trabajo, me apresuro a terminar las últimas tareas para Lauren. Con algo de pesar, tengo que terminar también las de Nick, el asistente y dado el hecho de que está enfermo, el sábado tendré que ir a Filadelfia para recoger las invitaciones de la fiesta de jubilación de Lauren.

Falta poco para las siete, y ya se han ido casi todos, pues el estudio está por cerrar. Lauren aún espera a una persona y por lo tanto decidí quedarme un poco más y, ya que terminé mi trabajo, aprovecho la ocasión para informarme un poco sobre lo que sucede en el mundo.

El TPI parece ser la mejor "ventana" para espiar. Parece que todo está tranquilo y que al momento Putin no domina los encabezados de los periódicos internacionales. Después busco su nombre. Nada que ya no sepa. Leo y vuelvo a leer con atención el artículo, pero tal parece que no hay nada nuevo. Se habla de su muerte, de su "asesino" en cárcel y de la multitud de mujeres que no pudieron escapar. Ningún indicio de...

Mi lectura es interrumpida por una voz que silba en mi dirección e, inmediatamente, cierro la ventana. Cuando levanto mi vista en dirección a aquel sonido, siento un vacio dentro de mí. El hombre frente a mis ojos es alto, tiene el cuerpo perfecto, con cabello rubio con algunos mechones rebeldes y los ojos verdes más hermosos que jamás haya visto. El perfume que tiene es... embriagador. Me quedo aturdida por un momento, pero me obligo a regresar a mi trabajo.

«Hey, ¿A dónde crees que vas?» digo, deteniendo al invitado no deseado que por el momento se dirige a la oficina de Lauren.

Llamo su atención y, cuando se gira para verme, yo ya lo alcancé, cortándole el paso.

«¿Me dices a mí?» pregunta con sorpresa, mientras se señala.

«Si, ¿A quién más?» le respondo, gesticulando «¿Qué hay? ¿Qué acaso no me has visto?».

«Eh, claro que te vi». Dice recorriendo todo mi cuerpo con su mirada. Me siento en desventaja al ser vista de aquella forma. «Tengo que hablar con Lauren».

«La señora Jefferson» recalco «No recibe a nadie a esta hora. ¿Tienes una cita?»

«No, pero...».

«Entonces, puedes hacer una en este momento y regresar cuando ella esté lib...» comienzo a decir, pero él me interrumpe.

«No nos hemos entendido, bombón, yo soy...»

«¿Qué es todo este alboroto?» irrumpe Lauren, abriendo la puerta de su oficina, poniéndole fin a nuestra discusión. Cuando ve al chico, su rostro se ilumina y dice: «Oh, ya llegaste. Matt te presento a Verónica. Entra, vamos». Lo invita a entrar, pero no antes de haberle dado un beso en la mejilla.

Me quedo un poco perdida ante la situación, pero me recompongo y regreso a mi escritorio.

Pasan pocos minutos y Matt vuelve a aparecer frente a mi escritorio.

«Si que será divertido estar aquí» dice. Respondo levantando una ceja sin entender su comentario, y sin agregar algo más, me guiña el ojo y se va.

Me quedo un poco más frente a la computadora, pero cierro la página sobre la crónica negra y abro una de compras en línea. Busco un vestido largo para la fiesta de Lauren. Será un evento sofisticado con periódicos y muchas revistas de finanzas, habrá elegancia por todos lados y me sirve algo que sea realmente original. Entonces veo muchas páginas antes de encontrar el vestido perfecto. Encuentro un vestido de noche rojo con brillantes por todas partes, de cuello alto, pero con un corte audaz que deja al descubierto toda la espalda y la parte que resalta aún más son los brillantes que dibujan la silueta.

«Tú trabajas demasiado, ¡siempre lo he dicho!» dice Lauren.

«Oh, no estaba trabajando» digo, sonriendo ante su comentario, girando la computadora en su dirección. «Mira, esto es lo que me pondré para tu fiesta».

«Estoy segura de que te quedará como anillo al dedo. Verónica, hace un par de días cité a Astrid en mi oficina. La invité personalmente y en realidad espero que vaya. Trata de convencerla y también tú, trata de estar ahí».

La estudio con el ceño fruncido y después digo: «Pero... nunca falto a tus fiestas, Lauren».

«Siempre estás ahí, físicamente, pero en realidad nunca estás».

Y me quedo así, con la realidad que me golpea de lleno en el pecho, porque resulta que lo que he tratado de esconder en todos estos años, no lo he escondido bien.

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²St. John es el orfanato. El lugar es fruto de la fantasía de la autora.

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