Capítulo 47

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Seis años atrás

Oksana

Al quinto día, cansada de esperar una señal por parte de Dmitriy, comienzo a recoger mis cosas por toda la casa. No tiene más sentido quedarme aquí si él no está. Creo que me faltará todo esto. Levantarme en la mañana entre las suaves sábanas de seda, desayunar al aire abierto, disfrutar cada pequeño rincón de esta elegante habitación, Dmitriy quien me mima, quien se preocupa por mí y luego la universidad, lo que más me gusta de todo. No puedo creer que mi "viaje" esté terminado antes de iniciar. Tenía unas grandes ganas de hacer y aprender, de conocer y sobre todo de graduarme, buscar un trabajo satisfactorio y no depender de nadie. Desde que tengo memoria, hice planes, borrados, uno después de otro. A veces creo que ser pesimista, no desilusiona, al menos sabes que no tendrás que esperar nada de la vida. Tal vez confundí todo desde el comienzo, o tal vez, nunca luché por lo que realmente quería. Desde que vico aquí, no dejaba de regañarme por no tener nada que hacer, la verdad es que estaba mejor así, ya que alguien se ocupaba de mi las 24 horas del día. Con Dmitriy nunca me faltó nada, desde la comida hasta la ropa, hasta el más pequeño e insignificante objeto, algo que posiblemente nunca hubiera comprado, él quería que lo tuviese. Y al final, todos los planes que teníamos, el más hermoso de todos: viajar. Y ahora estoy sola en casa y él quién sabe dónde está.

Junto los calcetines del cajón y comienzo a llenar mi bolsa. Siento que regresé a hace unos meses cuando, revisando mi dinero de la cartera, hacia un cálculo aproximado sobre cuantas noches me podría permitir pasar en el motel más económico.
Me vienen ganas de llorar, pero quiero ser fuerte, No quiero sufrir. Quiero arremangarme las mangas y hacer lo que no tuve el coraje de hacer en dieciocho años, así que, mi decisión de irme esta noche es definitiva.

Más tarde, cuando estoy por irme para siempre, cuando estoy por cruzar el umbral, consciente del hecho que ya no pondré un pie en esta casa, la puerta se abre antes de que yo lo haga. Así, después de cinco infinitos días – sin aviso, inesperadamente porque había perdido la esperanza de verlo – he aquí que Dmitriy aparece "de la nada". Tiene la barba larga y unas grandes ojeras que circundan sus ojos muertos con los que me está viendo.
Pongo mi mirada en la suya, incapaz de pronunciar palabra, como si verlo no me provocara emoción alguna. Pero algo es cierto, estoy enojada y desilusionada. Cuando me doy cuente de todo lo que he pasado en su ausencia, mi instinto es el de darle una bofetada. Levanto la mano con la intensión de golpearlo, pero Dmitriy intercepta mi muñeca, antes que mis dedos toquen su hermoso rostro.

Una sonrisa de satisfacción aparece en su rostro. «No puedo dejarte nos segundos sola porque te me vuelves violenta».

«Yo no te pertenezco» digo congelada, soltándome de su agarre. Me masajeo la muñeca porque es evidente que apretó más de lo debido.

«Te equivocas» dice, dándome un pico y entrando en casa. Me quedo viéndolo mientras comienza a desvestirse – en la espera de que diga algo – dirigiéndose al baño. Ni una palabra.

Lo que más me enoja es su indiferencia. La tranquilidad con la que hace lo que siempre ha hecho, sin preguntarse como estoy y sin preocuparse por decirme en dónde ha estado, por ejemplo. Decido que ya tuve suficiente y, sin esperar – y sin, sobre todo, preguntar – explicaciones, salgo de esa casa y, con un ruido, cierro con fuera la puerta a mis espaldas.

Cuando llego a la calle, suelto un suspiro de alivio viendo a Thiago quien me espera fuera de su Ford Fiesta gris. Me ayuda a poner la maleta en el carro y, cuando estoy en el asiento del copiloto, no aguanto a contener las lágrimas y rompo en llanto, soltando la presa de emociones que pensé en llenar hasta ahora.

«Hey, Sana» me llama él, sobándome delicadamente la espalda. «¿Qué pasa?».

Niego con la cabeza, cubriéndome el rostro con las manos, tratando de parar las lágrimas y decir una frase sin que se me rompa la voz. Sé que puedo confiar en Thiago. En estos últimos días estuvo muy cerca de mí.

«Háblame» susurra preocupado.

«Está bien. Pero antes vámonos» digo.

Más tarde, cuando estamos en el motel, agradecida por el hecho de que Thiago se haya quedado un poco para hacerme compañía, comienzo a contarle como fue el encuentro con Dmitriy.

«No me ha dicho nada, ¿entiendes? Se quedó, solo Dios sabe dónde, por cinco malditos días y lo único que me dijo es que me volví "violenta", cuando la única que ha sufrido de violencia psicológica soy yo» digo, bebiendo un sorbo de vodka directamente de la botella.

Fue un regalo inesperado de Thiago, con la esperanza de que se me levantara el ánimo. Ha hecho mucho por mí, incluso se ofreció a darme alojamiento, pero me negué "por experiencia". Además, no lo conozco demasiado y no me quería ver como una que se aprovecha de la gentileza de los otros. «¡Y ya pasó una hora desde que me fui!» digo, señalando mi muñeca con mi costoso reloj. «¡Una hora! ¡Por qué demonios no me llama?»,

«¿No crees que por el momento ya bebiste demasiado?» me pregunto, tomando la botella de entre mis manos.

«No».

Me inclino en su dirección para tomarla, pero Thiago me lo impide, yendo al baño y tirando el líquido por el drenaje. Así que, tomo mi bolso y saco las pasillas. Tomo una con rapidez y me acuesto en la cama sucia en la espera de que haga efecto.

«No te duermas. En poco tiempo llegará la pizza, pero antes de abrir fíjate quién es por la mirilla» me dice, cuando regresa en la habitación. «Te dejaré descansar».

«Gracias» susurro, agradecida. «Eres un amigo».

«No debes agradecerme, Sana. Escucha, si necesitas algo llámame a cualquier hora de la noche».

Asiento, dejándome llevar por el sueño. Hasta que de un momento me lleno de pánico y las entrañas se me retuercen, causándome dolor en el abdomen. Apenas y logro levantarme, para tomar el celular que está más allá de la cama, pero no lo alcanzo a tomar y veo todo negro. Hasta que pierdo los sentidos.

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