Capítulo 66

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Actualidad

Matt

¡Demonios! No entiendo por qué las manos me sudan de esta forma. Me siento como un adolescente. Es fácil, ¿no? No es la primera vez que invito a salir a una mujer. En cambio, con Verónica no es nada fácil, considerando el hecho de que ya estoy en su apartamento y la espero sentado desde hace varios minutos.
Pero aun así sé que hice bien en intentar. Si nunca lo hubiera hecho, hubiera arriesgado la única oportunidad de tenerla a mi lado. No estoy seguro de que eso pase, pero parece que Verónica ha cambiado. Bueno, excepto cuando no me responde los mensajes o me evita en la oficina, pero el hecho de que no se haya negado a mi beso, me hace esperar que tal vez puedo tener una oportunidad. Por eso cuando la veo salir de su habitación, me quedo mudo al verla tan perfecta. Tiene un largo vestido de noche de color negro que se le adhiere perfectamente a su cuerpo. Los tacones altos remarcan aún más su figura y yo trago con dificultad, causando su risa.

«Eres hermosa» digo, estudiándola con la mirada. Llego a ella y pregunto: «¿lista para irnos?».

«No estoy lista lista, pero sí» contesta un poco entusiasmada.

Ya, porque estamos de camino a una de las fiestas de caridad de mi familia y la idea de ver a mi padre, no tranquiliza ni un poco a Verónica. Al contrario, la pone muy nerviosa. Así que para que se relaje un poco, le cuento de la vez que, de adolescente, me resbalé en frente a toda la gente durante una de las fiestas de mi padre.

«¡Oh Dios!» exclama entrando en pánico. «¿Y si me pasa a mí?».

«No te pasará, bombón. Estaré pegado a tu trasero toda la noche».

«Eres asqueroso, Matt».

«No es lo que quería decir. Solo decía que no te perderé de vista ni un segundo, así no correremos el riesgo de una caída, que te seguirá por toda la vida».

«Más te vale» me amenaza jugando, apuntándome con el dedo.

«Anda, vamos» digo, acercándome dándole un casto beso en los labios.

Al inicio su expresión es de sorpresa, pero luego me ve con ese aire de mandona y dice: «No puedes seguir besándome cada vez que lo piensas».

«¿Ah, no? Pensé que te gustaba. Después de todo no te alejas».

«Vamos» contesta a regañadientes, dándome un golpe en el pecho.

En el carro, Verónica se encierra en el silencio. Por un momento pienso en haber arruinado todo con ese pequeño beso, pero luego me doy cuenta de que aún está tensa porque me está acompañando a esta fiesta.

«Oye» le digo, llamado su atención. «¿Todo bien?».

«No, Matt. Nada está bien. Lo de antes lo dije en serio, no quiero que me beses de la nada».

Me equivoqué, está enojada por el beso.

«Entonces, ¿quieres que primero te avise?» pregunto con el ceño fruncido.

«Quiero que no lo hagas y punto. Nosotros no tenemos ese tipo de relación en donde se pueden besar. Así que no lo hagas sin mi consentimiento».

Sonrío. Sus palabras pueden parecer duras, pero el modo en el que las dice me hace creer que no está del todo convencida de lo que dice.

«Y quítate esa expresión de la cara» amenaza.

«¿Sabes qué pienso, bombón? Que quieres hacerte la fuerte, pero en realidad no lo eres. Te gusta cuando te beso, admítelo. Mucho, y lo sé. Pero, si insistes, no te tocaré ni con un solo dedo. A menos que seas tú quien me lo pida».

«Y puedes estar seguro de que eso nunca pasará».

«Ya veremos, bombón. Ya veremos».

Es mejor ser atrevido y decirle lo que pienso. Si solo ella quisiera, la besaría otras mil veces y le haría de más cosas. Sé que se resiste por algún motivo desconocido y sé que si no tuviera problemas se dejaría ir sin pensarlo dos veces.

Cuando llegamos a casa de mis padres, a recibirnos en la puerta, está mi padre. Me lanza una breve mirada – cosa que me deja pensar de que tengo toda su aprobación – antes de dirigirse a Verónica. Esta última parece estar más tensa que antes, pero se relaja visiblemente después de que llega mi madre.

Como prometí no lo pierdo de vista ni por un segundo y me quedo a su lado todo el tiempo. Verónica parece estar más relajada – de hecho, ha bromeado un par de veces con mi padre – come bocadillos y bebe champaña como si estuviera acostumbrada a hacerlo. Sonríe con educación cuando la presento y los amigos de la familia me felicitan. Sonrío porque todo esto me parece surreal. La mayor parte de ellos dan por hecho de que es mi novia – dado que es la segunda mujer que traigo a casa – ignorando el hecho de que no la presenté como tal, aunque me hubiera gustado.

Cuando veo a dos hombres, tomo a Verónica de la mano y me dirijo a ellos. Son mis amigos de la infancia, es con ellos con quien crecí y han apoyado todas mis decisiones, los amigos con quien he hecho las peores estupideces en la universidad. Mis hermanos, de hecho.

«Verónica, ellos son Colin y River».

«No sabía que tenías una novia, Jeff» dice el primero. «Y así de guapa. ¿Dónde la encontraste?».

«No soy su novia y no me ha encontrado en ningún lado» contesta una Verónica enojada. Luego, dirigiéndose a mí, dice: «Voy a caminar un rato. Creo que vi la fuente de chocolate. River, fue un placer conocerte».
Y sin decir algo más se va.

«Tú te lo buscaste, amigo» dice River, dando un golpe en la espalda de Colin.

«Las mujeres nunca me han entendido. Regresando a lo importante, Matt, ¿dónde has encontrado a ese gran pedazo de p...» comienza Colin.

«No te atrevas a llamarla así» lo interrumpo, cabreado por cómo se obstina en llamar así a todas las mujeres. «Es mi secretaria y no uses el término "encontrar", ella no es un objeto».

Cuando me doy cuenta de que ninguno de los dos me responde, me molesto. Mis amigos me ven en silencio como si hubiera dicho que dos más dos son cinco.

«Estás enamorado» afirma River, acusándome.

«¿Y luego?» pregunto.

«No lo has negado» contesta Colin.

«Repito, ¿y luego?».

«Y luego, creo que tu ex no estará muy contenta».

«¿A qué viene Jennifer?» pregunto con el ceño fruncido.

«Está aquí y le está diciendo a todos que han regresado».

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