Capítulo 42

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Actualidad

Matt

Cuando abro los ojos, lo primero que veo frente a mi es la tv aún encendida. Debe ser de noche porque por la ventana todo se ve oscuro. Cuando mi mirada viaja a mis piernas, veo a Verónica acurrucada, quien duerme felizmente. La observo por un poco, viéndola acurrucada y estudiando sus gestos relajados del rostro. Siempre se ve en guardia cuando está despierta, como si esperara que de un momento a otro le pudiera pasar algo. Siempre tiene una luz extraña en sus ojos. Algo indescifrable que quiere esconder a toda costa. Como hace poco, cuando veíamos la película. De la nada se puso seria, extrañándose y viendo al vacío como hace a veces. Quiero con todas mis fuerzas saber lo que le molesta tanto así como para provocarle esa reacción.

La sigo viendo por un poco más y veo que su prenda se subió un poco, dejando los muslos a la vista y su pecho prácticamente sobre mi rodilla. Por lo que, decido de moverla antes de que algo comience a levantar su cabeza. Trato de moverla sin que se despierte y, delicadamente la hago pasar un brazo por la rodilla mientras con el otro la muevo, poniéndola así entre mis brazos.
Cuando llego a la masa, la dejo delicadamente. Por un momento pienso en desvestirla y ponerle algo mío, para que esté más cómoda, pero me doy cuenta de que no es para nada una buena idea.
Después de todo, hace poco no la seguí besado por miedo a arruinar todo. Desvestirla comprendería más, por lo que deshecho la idea. Cuando se trata de ella, mi cerebro parece no querer dejar de trabajar en ideas de como estar cerca de ella. De hecho, me sugiere que me acueste a su lado. Y sinceramente estoy tentado, pero, por la misma razón de antes, cubro a Verónica con el edredón y, agarrando una almohada, me regreso a mi "cómodo" sillón dónde tendré "buenos" sueños.

◎◎◎

Siento a alguien tirarme ligeramente el cabello y, de seguro estoy soñando, pero siento el perfume delicioso de Verónica. Un dolor en el cuello me hace cambiar de posición y después me doy cuenta de que estoy durmiendo todo chueco en el sillón. Los sorprendente es que me dormí al instante, pero lo que más llama mi atención es lo primero que veo cuando abro los ojos.

«Wow».

Verónica

Me despierto cuando siento un ardor en los ojos. Cuando me doy cuenta de que estoy acostada en una cama desconocida, mi corazón comienza a latir rápido. Mi primer instinto es el de ver quién está a mi lado. Si ver a nadie, me levanto de un golpe pero el dolor martillador en mi cabeza me hace detenerme un poco, recordándome que estoy segura. No bebía así desde hace mucho tiempo, pero evidentemente olvidé cuales eran las consecuencias de una borrachera. Lo último que recuerdo es de haber visto esa estúpida película, así que no comprendo nada cuando despierto en la cama. Recuerdo perfectamente lo que pasó ayer en la noche y, cuando lanzo una mirada hacia Matt, me sonrojo. O, mejor dicho, mis mejillas arden en fuego. Aún puedo sentir el sabor de su beso en mis labios. Fue perfecto, incluso cuando quiso detenerse y ahora me doy cuenta de algo más: Matt decidió dormir en el sofá para dejarme su cama. Me muerdo el labio porque tal vez solo ahora me doy cuenta de que todo este tiempo he tenido a mi lado a una gran persona. Quisiera quedarme y verlo por un poco más de tiempo, pero ese maldito lente de contacto arde por querer salir de donde está. Sin poder aguantarme, tratando de no hacer ruido, me apresuro al baño para quitar las lentillas. Así, lo enrollo en papel de rollo y lo lanzo al bote de basura. Veo mi reflejo en el espejo. Si Matt me viera en este momento, probablemente se asustaría. Deshecho el pensamiento y regreso a la habitación, donde le doy una última mirada a Matt. Me deja sin aliento. Su posición es un poco divertida y apuesto a que está muriendo de frío. Está acurrucado en sí mismo, pobrecito... Así, antes de irme, tomo la sábana y lo cubro. «Gracias» susurro, inclinándome para besarlo en la comisura de los labios. No me aguanto las ganas de pasarle la mano por el cabello y me doy este pequeño "lujo", antes de no poderlo hacer. Pero fue el movimiento más estúpido que pude haber hecho, porque Matt cambia de posición y cuando abre los ojos, se encuentran con los míos.

«Wow». La exclamación se le escapa de los labios como una simple oración.

«Mierda» maldigo. Inmediatamente me volteo, tratando de esconder mis ojos frente a Matt. Pero él me impide escapar, agarrándome por un brazo, haciendo que quede frente a él, me tiene atrapada. Me encuentro, así, con el rostro a pocos centímetros del suyo y él mi ve fijamente mis ojos. No dice nada, se limita a estar quieto y a seguir viéndome, como si estuviera mudo. Por mi lado, estoy completamente paralizada por la cercanía inesperada. Esta vez no es como ayer, esto sobria y consciente de en donde me encuentro.

«Son hermosos» me susurra Matt, ahora viéndome a mí, aflojando su agarre. «¿Por qué los escondes?».

«Porque no me gustan» es todo lo que digo, alejándome.

«No deberías de hacerlo, ¿sabes? Te hacen ver más... No lo sé, tienen algo... especial. Así eres más hermosa».

Bajo la mirada por ese inesperado cumplido. Pensé que le iban a pareces horrorosos. Cada vez que me veo en el espejo pienso en lo mucho que los odio y en cuanto quisiera que fueran normales. Me hubiera gustado que no hubieran visto lo que vieron y me hubiera gustado que Matt no los hubiera visto. Me escondí, durante cinco años, bajo las lentillas y solo les bastó cinco segundos para hacer caer el muro de mentiras necesarias que hice durante mucho tiempo y con dolor. Pensé que estaba lista para abrirme con Matt, que tal vez con él encontraría el oasis después de haber estado deambulado por tanto tiempo en el desierto. Pero la verdad es que no puedo distraerme ni por un segundo. Me doy cuenta de que nunca será posible. La última vez que decidí hacerlo puse mi vida en peligro y mi mente aún sufre. No quiero involucrar a Matt, no cuando estoy dañada y ocupada en reunir los pedazos rotos de mi vida.

Cuando veo a Matt, me ve con una mirada de súplica.

«¿Por qué no me dices que fue lo que te pasó?».

«No insistas, te lo suplico» digo, con la voz rota de dolor. «Nos vemos en el restaurante para desayunar».

Y sin esperar una respuesta, salgo de la habitación sin mirar atrás.

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