Capítulo 59

3.4K 255 12
                                    

Cinco años atrás

Oksana

Prácticamente vivo con la mirada de desaprobación de Dmitriy. No lo sé, pero desde que me negué a no juntarme con Thiago, se ha comportado muy raro. Su insistencia cesó, dejando lugar a la indiferencia. A veces, Dmitriy me confunde y se no hago lo que quiere me ignora. No soporto su forma de ser, es como si tuviera que tener todo bajo control, también de mí. No quiero ser controlada de manera obsesiva. Las cosas han cambiado en estos últimos meses, desde que nos casamos, con exactitud. Me pregunto si cometí un error al convertirme en su esposa... Las cosas ya no son como cuando solo éramos una pareja. Dmitriy era tan tierno... ¿Por qué ahora solo ocupa en darme órdenes? Así no es cómo funciona una relación. Y él más que nadie debería saberlo.

«Oksana, ven aquí» Dmitriy me llama, con tono autoritario.

Cuando llego a la cocina, pongo en cara la sonrisa más falsa que tengo. Me di cuenta de que cuando está de mal humor se le tiene que hablar de buena manera, de otro modo es probable que haya un caos.

«Dime, amor» digo, tomándolo por las caderas.

«¿Acaso alguien te autorizó que cambiaras el menú?».

Ya, porque todos los lunes en la casa Volkov se come ratatouille. Dmitriy me explicó que es una tradición de familia, pero la verdad es que ya me cansé. Así que pensé que sería una buena idea crear nuevas tradiciones y le pedí a Nadie que cocinada la bouillabaise marseillais, también un plato francés, pero por la expresión de mi marido me doy cuenta de que tal vez debí de dejar las cosas como estaban. Me compongo y trato de buscar una excusa.

«Creí que tal vez...» comienzo, alejándome de él.

«¿Tu creíste?» pregunta, incrédulo. «¿De cuándo a acá crees que puedes decidir en mi casa?».

Sus palabras me golpean y me alejo de su rostro deformado por la rabia, retrocediendo, pero Dmitriy, me domina por su altura, intimidándome aún más, hasta que choco con las puertas del refri.

«Dmitriy, me estás dando miedo» admito, con voz temblorosa.

«Tienes que tener miedo» afirma, atrapándome por los brazos y apretando.

«Me haces daño. Detente» susurro.

«¿Qué está pasando aquí?» pregunta Nadia, irrumpiendo en la cocina.

En un segundo, Dmitriy recorre dulcemente sus manos por mis brazos y, pasando un alrededor de mi cadera, me atrae a él, abrazándome. «Nada. Me estaba disculpando con Oksana porque esta noche no podremos cenar juntos».

Me quedo sin palabras e incrédula así que, aprovecho la presencia de Nadia, para salir de esa situación y encerrarme en el baño.

Me hubiera esperado muchas reacciones, pero esta no. Por alguna extraña razón me siento sucia y siento la exigencia de lavar lo que acaba de pasar, así que me desvisto y me meto bajo la ducha. Pongo la mirada en el lugar donde Dmitriy me agarró y veo la piel rosa en los dos brazos. Cuando me pongo la bata, voy a la cocina, pero no lo encuentro. A cambio encuentro un post-it amarillo pegado al refri que dice: voy a comer ratatouille  <3
Ese corazón al final de la frase me hace enojar y lo ignoro.

Más tarde, me veo frente al espejo. Dejo caer la suave bata y me doy cuenta de pequeños moretones que empiezan a tomar color. Los veo con tristeza, porque tal vez, si me hubiera metido en mis asuntos, justo ahora estaría frente a la tv con Dmitriy. Me enfurece su reacción; no tiene el derecho de tratarme así solo porque me tome la molestia en crear nuevas tradiciones para la familia, pero no quería abandonar las pasadas. Quería que tuviéramos algo nuestro, pero lo tomó de manera incorrecta,

«Son feos de ver» dice una voz a mis espaldas.

Me vuelvo a poner la bata y me meto bajo las sábanas. «Sí».

«Tal vez reaccioné de forma excesiva».

«¿Tal vez? ¿Y cuándo te diste cuenta?» pregunto sarcástica.

La expresión de Dmitriy transmite arrepentimiento. Pero ya me acostumbré. No es la primera vez que pasa algo como esto.

«Cuando cenaba solo en tu restaurante francés preferido».

Aun profundamente herida, no le doy una respuesta y me giro al otro lado, llevando el cobertor hasta mi barbilla, pero Dmitriy se arrodilla al lado de la cama y me sonríe.

«¿Ya comiste?» pregunta.

Niego con la cabeza y veo las bolsas que tiene entre las manos.

«Te traje tu platillo favorito» sigue.

«No tengo hambre».

«Lo imaginé, pero quería disculparme de cualquier forma».

«Pretende que ya te perdoné» contesto con la voz vacía de expresión.

«No quiero pretender, Sana. Quiero que me perdones de verdad».

Dmitriy rodea la cama si se acuesta a lado de mí. Me abraza por detrás, metiendo su nariz en mi cabello, estrechándome con delicadeza, como si tuviera miedo de romperme. Aparta la bata de mi hombro y besa el lugar que quema.

«Me lastimaste» susurro.

«Lo sé. Lo siento».

Cuando giro entre sus brazos, lo veo en esos ojos de hielo. Solo veo sinceridad y arrepentimiento. En verdad espero de no equivocarme y espero que todo eso no se vuelva a repetir.

«¿Tu ya comiste?» pregunto.

«No, se me fue el hambre cuando me di cuenta de que te quería a mi lado».

«¿Comemos?» pregunto con el estómago rugiendo, sonriendo un poco.

«Claro que sí, pequeña. Nunca de dejaría morir de hambre».

© TODOS LOS DERECHOS DE AUTOR Y TRADUCCIÓN RESERVADOS

No eres mi dueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora