Capítulo 32

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Actualidad

Matt

«¿Por qué no me preguntaste a mi sobre acompañarte?» pregunta Verónica directamente.

La observo un poco en silencio, tratando de entender que pasa por esa cabecita. Por su mirada no muestra nada, si no una ligera pizca de... ¿envidia? Sí, envidia por no ser la primera opción.
Sonrío dulcemente porque no quiero que piense eso. Ella fue la primerísima opción desde el inicio, pero luego Jason me rogó llegar a Astrid conmigo para descubrir que era lo que hacía que se cerrara con él. Y luego descubrimos la razón de su comportamiento, por lo que los planes regresaron a como los había programado desde el inicio. Me siento eufórico por dentro, pero no quiero que Verónica se de cuenta de cuán tan patético e impaciente soy por pasar dos días enteros en su compañía.

«No fuiste mi segunda opción. Por motivos de conveniencia Jason y yo habíamos decidido que iría Astrid».

«¿Y si me negase a ir, ahora?».

«Si te negaras te diría: «"Lástima, porque Portland es enserio una hermosa ciudad y hubiéramos podido visitarla juntos"».      

«¿Entonces no me despedirías?».

«¿Por qué tendría que hacerlo? Eres buena en tu trabajo y si te despidiera sería una pérdida para la agencia. Aún así,» digo, apuntándola con el dedo. «... estaría triste si no vinieras».

«Mmmh» murmura ella. «Entonces creo que lo pensaré».

Sonrío porque ya sé que ha elegido.«Creo que tu no tienes nada que pensar. Como dijo Jason, recibirás un e-mail mio con el itinerario, por lo que te aconsejo que prepares rápido la maleta».

«Eres muy seguro de ti mismo, Matthew» dice, levantándose.

Hago lo mismo y, pasando frente al escritorio, la alcanzo con dos grandes zancadas, poniéndome así frente a ella.

«Te he dicho que no me gusta cuando me llamas así» susurro muy cerca de su rostro.

Me hubiera esperado que retrocediera algún centímetro, pero Verónica parecer más que determinada a quedarse donde está. Me mira a los ojos con aire de grandeza, como si supiera que en un duelo de miradas, saldría ganadora. Adoro su forma de ser y todo esto esta poniendo en prueba mi fuerza de voluntad porque, más me acerco a sus labios, más se queda quita.Tal vez porque está asustada o simplemente porque quisiera ser besada.
No lo sé, pero sus ojos ven mi boca, así que la segunda opción es más probable.

Cuando vi a Verónica por primera vez, al instante noté cuanta fragilidad había dentro de esa faceta de indiferencia e insensibilidad aparente. El hecho que nunca haya acercado a alguien deja mucho que pensar. También tuve la confirmación por parte de mi madre. Siempre está en sus asuntos y, por algún extraño motivo, el hecho que conmigo se haya abierto más, me deja algunas preguntas. Jason me ha dicho que, aunque trató de hablarle más veces, Verónica siempre era cerrada respecto a él, justificando su introversión con: «Tengo dificultad al relacionarme con desconocidos.No soy buena en mantener una conversación confidencial con mi jefe».
Y, cuando él le pregunta cuál es la diferencia entre él y yo, ella simplemente responde que soy diferente. Por lo que quisiera saber exactamente como interpreta esa palabra.

«Yo creo que te queda perfecto» contesta.

«Verónica, bombón, tu me pones los nervios de acero» digo, bromeando.

«No creo que baste un simple apodo para que pierdas los estribos, ¿no?».

«No, de hecho. Es la impertinencia con la que pronuncias ese apodo. Así que, ese sería un motivo de despido».

«Matthew» vuelve a decir. «Yo creo que a ti te gusta discutir. Y a mi también». 

Y, dándome la espalda, Verónica regresa a su lugar e trabajo detrás del escritorio, dejándome con la boca seca.

Verónica

Es en días como este que siento todo el peso del mundo caerme encima. El St. John está casi vacío. Casi todos los niños están en la escuela y a mi no me queda más que disfrutar mis waffles en soledad, tratando de ignorar los feos pensamientos que se cruzan entre ellos en mi mente.
Hoy no está, pero a menudo está el pequeño Ethan acompañándome con sus palabras de sabiduría. Tiene cuatro años, pero parece tener muchos más. Es un niño despierto y muy dulce, de origen ruso - como yo - y con los ojos muy claros. Tal vez es el único de todos que me ve con un ojo de respeto. Nunca me llama Sweety, siempre y solo Verónica. Un día me dijo: «Yo soy grande y puedo llamarte como los otros grandes. Aparte Sweety para mi parece un nombre de perro». Ese día fue uno de esos en los que me he reído mucho. No me reía así desde hace mucho tiempo y desde ese momento entendí que entre Ethan y yo siempre habrá una unión especial.

«Pequeña» me llama Josephine, sentándose a mi lado en la mesa de la sala de juegos. «Espero que hayas traído un waffle más para mi».

«Claro, Joss. Sabes que siempre tengo algo para ti» exclamo, empujando la caja de dulces para que se pueda servir.

«Vales oro. No entiendo como es que todavía no has encontrado un hombre» dice, comenzando a comer.

Para mi Josephine es como una madre. A falta de una, puedo decir que nunca he recibido atenciones maternas de parte de alguien. Ni de los Matveev, ni de parte de los padres de otras familias de acogidas. Pero desde que estoy en New York he escogido con cuidado a las personas de quien quería estar rodeada y Joss fue una de las primeras. Digamos que desde que nos conocimos siempre ha sido atenta conmigo aún cuando no me conocía muy bien. Ella fue algo nuevo para mi, algo extraordinario. Fue mi "piedra de toque" que ha contribuido a crear mi nueva vida.

«No fui hecha para estar con los hombres» digo.

«No digas babosadas. Todos somos destinados para alguien. A propósito, ayer te vi con un joven apuesto al Dairy Queen».

Sonrío a la palabra joven y le explico a Josephine que Matt es mi jefe y entre nosotros solo hay una relación estrictamente formal. Aunque, a veces, nuestra relación parece conducir a algo más... íntimo.

«A mi me parece que es algo más extraoficial de lo que tu piensas. Confía en mi, pequeña, se reconocer esa luz en los ojos cuando alguien está medio enamorado. Y tu la tienes».

¿Esa luz en los ojos? En realidad , todas las veces que me encuentro frente a Matt, me consume una fuerza incontrolable de querer saltarle encima. Y creo que esto no tiene nada que ver con los sentimientos, sino con su aspecto físico. No le falta nada y mataría a cualquiera que no se sintiera atraído por Matt.

«Pues te equivocas» afirmo.«Yo no tengo ningún sentimiento hacia Matt tal vez ya está junto a una chica» agrego con un poco de desilusión, pensando en la chica que a las siete de la mañana se presentó en su puerta. Esa de la que nunca me ha hablado aún que hayamos pasado juntos mucho tiempo y hayamos hablado de muchas cosas.

«Nos conocemos desde hace cinco años, Verónica y ahora creo que tenemos la confianza suficiente para hablar sinceramente. Siempre he creído que te gustaban las mujeres».

«¡¿Qué?!» pregunto incrédula.

«Beh, sí. Nunca te había visto con un hombre hasta ayer. Hablabas mucho de esa amiga tuya... la mamá de ese niño, Elia».

«Joss, Astrid es una queridísima amiga. El hecho de que no haya tenido ningún hombre desde que me conoces no me hace lesbiana».

Solo hace de mi una mujer que no se fía de nadie. Que piensa en eso mil veces antes de dejarse ir. Que, cuando encuentra a alguien que parece perfecto, se da cuenta que no todo lo que brilla es oro. Y si lo es, está demasiado asustada para aceptarlo.
Porque prefiere quedarse con la duda, antes de quemarse una vez más. Con Matt es así. Yo no lo conozco, no obstante abandonaría mis sensaciones sin pensarlo, pero el miedo me impide hacerlo. Porque todo lo que siento con él es demasiado parecido a eso que sentí en el pasado y eso me aterroriza.

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