35. Impostor

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Golpeé la puerta de la habitación de Dan insistentemente, pero no obtenía respuesta alguna así que giré la manilla dorada que adornaba la puerta. No había nadie allí, estaba todo perfectamente ordenado. No había visto a Dan hace un par de días y la verdad me preocupaba.

Caminé a la habitación de al lado, la cual era de Blas, supongo que él debía saber dónde estaba.

─ Blas ─ grité abriendo la puerta. Estaba completamente tapado, hasta la cabeza, ¿de verdad puede dormir así? ─ Despierta, maldito desgraciado ─ reí y me lancé sobre él. 

Dijo un par de cosas que no pude comprender. Destapó su cabeza y miró el reloj en su mesa de noche.

─ ¿Qué quieres, Camille James? Son las ocho de la mañana, ¿acaso no duermes? Déjame en paz─ exclamó molesto.

─ ¿Sabes qué pasó con Dan? ─ me miró y rodó los ojos molesto.

─ Se fue hace una semana, Camille. Tuvo un asunto urgente. Su madre estaba algo enferma y quería verla, pero al parecer tú no lo notaste. Últimamente andas en tu mundo, pareces detective y si no te molesta, ahora déjame dormir.

─ Eres un pesado, O'Donnell ─ me levanté y cerré suavemente la puerta.

Este chico a veces es muy enojón, me sorprende como lo hemos aguantado tantos años, pero aun así lo amamos. Tomé mi celular y marqué el número de Dan, esperé un par de segundos escuchando el molesto pitido, hasta que alguien contestó del otro lado de la línea.

─ ¿Si? ─ dijo él con un tono triste.

─ Dan, ¿cómo estás? ¿Tu madre está bien?

─ Cami, sí. Ella ya está mejor ─ se sintió el sonido de mocos a lo cual reí un poco ─ en un par de días volveré a casa con ustedes, por lo pronto aprovecharé estos últimos días con mi familia.

─ Claro, ya te extrañamos. Regresa pronto y cuídate.

─ ¿Me he perdido de algo? ─ preguntó.

Pensé en todo lo sucedido ayer.

─ Nada importante.

─ Está bien, querida amiga, tengo que colgar. Cuida de los chicos, te quiero.

─ Yo también te quiero, Dan. Te estaremos esperando.

─ Claro, adiós ─ dijo tiernamente.

─ Hasta pronto ─ colgué y guardé el teléfono en el bolsillo trasero de mis pantalones.

Fui hasta la cocina para comer algo y en el trayecto no vi a nadie despierto, lo cual es extraño porque la mayoría del tiempo todos se levantan temprano, ¿será que quedaron agotados después de lo de anoche? Comprendo que aquellos demonios absorben nuestra energía, pero supongo que no era para tanto, ¿o sí?

Tomé unas tostadas y una manzana y salí de allí comiendo tranquilamente mi comida, jamás me sentí tan relajada aquí, por lo general hay mucho ruido por todos lados.

Me acerqué a las pantallas con la intención de encender una pero no tenía idea cómo, así que supuse que aquel botón rojo, las encendería a todas y de curiosidad quise apretarlo.

La curiosidad mató al gato, Camille ─ pensé.

Inconscientemente me daba mil cachetadas mentales, pero de igual manera lo presioné. Cerré los ojos esperando que alguna alarma sonará, pero lo único que sucedió fue que todas las luces y pantallas en aquel salón se iluminaron yen las mesas los planos también resaltaban. Se veía todo tranquilo, nada de qué preocuparse, pero de todas maneras las dejé encendidas, ya que alguien tendría que levantarse tarde o temprano.

Los Caídos #1 - Ángel guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora