40. ¡Bu!

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Pocas veces había ido a la academia de los Hunter y me causaba curiosidad en verdad. Quería saber cómo era estar allí, ya que después de todo tengo aquel poder y sería genial conocer a más personas con experiencias similares a las mías, además del barbudo. La otra noche no tuve oportunidad de hablar con ninguno.

Estaba justo frente a aquellas enormes puertas y el guardia allí me dejó pasar.

Dentro era exactamente igual que las otras. No había nada diferente, lo cual no me sorprendía. Lo único diferente eran las personas, quienes no dijeron nada, pero si me miraron algo extraño. No di importancia y caminé por el lugar, necesitaba saber si había exactamente los mismos libros que en casa y la curiosidad me comía por dentro.

Antes de llegar a la biblioteca, algo llamó mi atención en el pasillo, una puerta muy diferente a las demás. Era totalmente blanca, impecable, hasta me daba miedo tocarla, pero como soy una persona sumamente curiosa, muchos dirán entrometida, la abrí.

Era todo muy normal. Había una cama, muebles y una ventana, nada de otro mundo. Entré y tomé una bufanda que estaba sobre la cama. Cuando la toqué, pude sentir que era de una tela muy suave. Su aroma era a perfume de mujer, realmente cautivante. Fue extraño para mí, pero muy familiar.

La enrollé en mi cuello para ver cómo se veía, ya que era muy bonita y la verdad no entendía en este preciso instante que estaba haciendo, pero me gustaba.

Un cuadro sobre la mesita de noche llamó mi atención, era una chica. Me acerqué hasta él y lo tomé entre mis tibias manos. La chica era muy linda, llevaba aquella misma bufanda y su cabello resaltaba por lo pelirrojo que era y junto sus ojos verdes, aún más. Llamó mucho mi atención, ya que jamás la había visto, pero sin duda se veía muy amigable.

─ ¿Quién rayos entró a la habitación de mi hija? Dejé estrictamente prohibido que alguien... ─ el barbudo se quedó mudo cuando me vio allí con la foto de la que supongo es su hija en mis manos.

─ Lo siento, no quise entrometerme.

Él me analizó un instante y observó la bufanda en mi cuello.

─ Está bien, Camille ─ suspiró. ─ Tu no sabías, tranquila.

Se acercó y tomó la foto, la observó unos instantes y sus ojos brillaron.

─ ¿Está usted bien? ─ toqué su hombro.

─ Si, es solo que la extraño.

Hice una mueca e hice que se sentara en aquella cama y sentándome a su lado, lo observé un instante. Realmente se parece a Santa Claus, la barba blanca y el pelo.

Dios, concéntrate.

─ ¿Cómo pasó? ─ toqué el tema, ya que sentí la necesidad de saberlo.

─ Los demonios la mataron y ni siquiera dejaron su cuerpo, se fueron sin más. No pudimos darle un entierro digno.

Nuevamente hice otra mueca, debe ser terrible perder a un hijo, no quiero ni imaginarlo.

─ ¿Cómo era ella?

El observó mi cara un instante.

─ Era muy amable y linda. Era una chica extraordinaria, la mejor de la clase ─ por un momento sonrió.

─ Su foto lo transmite ─ sonreí.

─ Sabes, Camille, cuando te vi por primera vez, me recordaste mucho a ella, en tu forma de ser.

Sonreí de manera tranquila, estaba a punto de quitarme la bufanda, pero él me detuvo.

─ No, quédatela. Tómalo como un regalo ─ puso su mano sobre la mía de una manera muy paternal, protectora.

Los Caídos #1 - Ángel guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora