Dark Clak [✓]

004| Respirar.

Soy inmune a la luz.—Kylo Ren.

—¡No pienso calmarme!¡No puedo ni quiero tranquilizarme! ¡¿Cómo diablos tiene los huevos de decirme que respire cuando una mujer ha sido asesinada a pocos metros de esta misma comisaría?! ¡Está muerta! ¡MUERTA! ¡No puedo simplemente olvidarme de ello y seguir con mi vida! Usted es un grandísimo gili... —aspiré una ronca bocanada de aire, mareada ante la falta de oxígeno.

Jadeé miserablemente, tratando de recomponerme mientras el agente que tenía frente a mí suspiraba, agotado.

Desde el instante que puse un pie en la comisaría no era capaz de hablar sin chillar. Estaba alterada, más que histérica. La ansiedad me consumía y no ayudaba que estuviera cubierta de la sangre de aquella mujer cuyo cadáver estaba siendo transportado para hacerle la pertinente autopsia.

—¡Ese hombre sigue por ahí suelto y nadie está moviendo su trasero tras de él! Deben... deben... —fruncí el ceño antes mis dificultades para seguir despotricando— deben encontrarlo, ¡ahora mismo hay un pobre niño huérfano de madre por ahí que puede ser el próximo!

—Emma... —el rostro apesadumbrado del pobre oficial con quien estaba aplacando mi rabia y medio se contorsionó en un bostezo— comprendo que estés nerviosa. Faltaría más. Has sido testigo de un asesinato y ese es el acto más horrible de esta vida. No obstante debo pedirte que te relajes y trates de aportar detalles útiles para la investigación. Cosa que ahora es imposible. Estás agotada y en shock, ya hemos llamado a tu padre y estará a punto de llegar, por favor, siéntate... nosotros nos encargaremos.

Farfullé un insulto sin sentido, dejándome caer pesadamente en uno de los asientos, sin cesar de temblar. Hice un enorme esfuerzo para no permitir que la visión de la sangre incrustada en mis manos y en el tejido de mi pijama me hiciese vomitar.

—Está muerta... —musité sin fuerzas— muerta.

Los dientes me castañeteaban de forma incontrolada y cada vez que cerraba los ojos la imagen de aquel desalmado huyendo se reproducía en la suciedad aumentando la rabia indignada que me consumía.

¿Qué clase de monstruo era tan ruin de hacer algo así?

—¡Emma!

Alcé la cabeza ante el alarido de mi progenitor que entró corriendo en la sala donde me habían acompañado una vez que entré de aquella guisa en el recinto. Una profunda expresión de preocupación acaparaba sus facciones serenas. Un sentimiento que no remitió cuando sus ojos entraron en contacto con los míos, cristalizados y a punto de hacerle competencia a las cataratas del Niagara.

En un sollozo pronuncié su nombre y me lancé a sus brazos, rompiendo a llorar desconsoladamente. Resguardé la cabeza en los pliegues de su abrigo húmedo debido a la implacable llovizna que se había iniciado sobre la ciudad.

Sus grandes manos me acariciaron la espalda y el cabello y comenzó a susurrar palabras tranquilizadoras.

—Cariño, lo siento tanto. No debería haber pasado esto, yo... debía haberme quedado en casa —me separó con suavidad de su cuerpo para examinarme el rostro— ¿Estás bien? ¿Te han herido?

Negué casi imperceptiblemente con la cabeza.

—Yo estoy bien papa, pero ella —se fracturó mi voz por el llanto— ella... ¡Dios!

Tan siquiera podía estructurar una frase coherente en la maraña innombrable de emociones que provocaban que continuase berreando como un cordero enfermo sobre el uniforme de mi progenitor.

—Emma. Emma —Jerry Green afianzó el agarre en mis hombros y sus ojos me trasmitieron un deje de seguridad que agradecía— Te prometo que llegaré al fondo de este asunto. Ese hombre dará con sus huesos en la cárcel, te lo aseguro. No dejaremos impune este acto abominable.