El infierno está vacío, todos los demonios están aquí—. William Shakespeare.
El primer indicio de consciencia fue el dolor. Un dolor agudo y penetrante en mi cabeza, como si alguien se afanase en tratar de atravesarla con un taladro. Era insoportable y tan fuerte que tardé más de la cuenta en hacerme cargo de mis propios pensamientos.
En un inicio no recordé nada en absoluto, solo oscuridad.
Después, la información discurrió lenta e insondablemente, sin piedad, golpeándome con la fuerza de la aterradora realidad a la que estaba expuesta.
Emití una especie de jadeo, luchando por abrir los ojos. Una densa capa de niebla se interpuso en primera instancia en mi vista, tuve que esperar a que remitiese para empezar a distinguir elementos con el fin de ubicarme.
No reconocí la habitación.
Era similar a la anterior, totalmente blanca, sin ningún tipo de distinción entre el suelo, las paredes o el techo salvo por la fila de fluorescentes que desperdigaban una fría luz.
Tenía el cuerpo agarrotado, y el dolor de cabeza se incrementó cuando me moví. Apreté los dientes con fuerza y ejecuté un esfuerzo titánico hasta quedar sentada. Hasta ese momento había permanecido en posición fetal en el suelo, en un rincón.
Escaneé el panorama desde mi nueva posición descubriendo más elementos; el más inquietante y desolador de todos fue descubrir a Joshua a unos escasos metros de mí, tendido en el suelo, con un aspecto tan desastroso y frágil que se me cortó la respiración de golpe.
Los nervios me atacaron y me impidieron racionalizar durante unos segundos, los terminé apartando para prestar más atención a su cuerpo, captando movimientos sutiles y desechando mi idea inicial.
Otro aspecto del que me percaté fue de la pared de un material transparente, a la que se le habían practicado una serie de agujeros que funcionaban como respiradero. Partía la sala en dos y nos separaba de la puerta que conectaba con las galerías que aquel lunático había transformado en su guarida diabólica.
Esperé unos minutos más, hasta que todo terminó de aposentarse en su sitio. Los efectos de aquel extraño gas eran duraderos y seguía medio aturdida, pero la situación me estaba espabilando con rapidez.
Me apoyé en las paredes para incorporarme. Las rodillas me cedieron, negándose a soportar mi peso. Aquello no me paró y continué insistiendo hasta que pude sostenerme de forma más o menos estable sobre ellas, aunque dependiendo aún de la pared para mantenerme erguida. La cabeza me latió y me tembló todo cuando di el primer paso.
Tragué saliva y di otro más.
No sé de qué lugar había nacido aquella determinación feroz, supongo que residía del instinto de supervivencia que me impulsaba a no rendirme. Gracias al empuje suscitado por la propia química de mi organismo alcancé al niño.
Estaba desastroso, sucio, demasiado delgado, pero vivo. Posé una mano sobre su frente para apartar una serie de mechones apelmazados y húmedos debido al sudor. El contacto me trasmitió un calor antinatural; tenía fiebre.
El pequeño se revolvió y sus ojos se abrieron en dos estrechas franjas. No tenía fuerzas para nada más que mirarme con apatía.
Se me creó un nudo en el pecho.
—Tranquilo, Josh, te voy a sacar de aquí —pronuncié. Mi voz sonó pastosa y se quebró a mitad de la frase. Carraspeé con el fin de aclararla y me afiancé en mi postura. Me tocaba ser la fuerte, trasmitir seguridad y confianza a pesar de estar aterrada hasta lo más profundo de mi ser—. Ambos saldremos de esta. Tu tío estará encantado de verte.
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Dark Clak [✓]
Ciencia Ficción02#Héroes. Peligroso, insensible, violento, interesado, maqueavélico, pedante, repudiado por su propia naturaleza. Un ser impredecible y potencialmente despiadado, sin ningún tipo de remordimientos. Y no obstante, el único capaz de evitar que el ca...