037|Revelaciones.

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Nadie es inocente.

El efecto del fuego fue inmediato. Toda esa aura de poder, peligrosidad y enfado que desprendía Brett desapareció en el mismo instante que la primera descarga del lanzallamas cortó el aire. Pude ver el drástico cambio que aquello provocó.

Regresó a su estado humano, su cuerpo rompió a temblar, se le dilataron las pupilas y su respiración perdió su habitual sosiego. Tenía los ojos abiertos, los labios entreabiertos, parecía perdido, vacío... completamente aterrado.

Y entonces recordé las palabras de Alexander.

Un defecto implantado como medio de control si es necesario.

Su padre, su creador, había puesto ahí ese pánico incontrolable como recurso para tener un punto de control sobre la perfecta y mortífera creación.

Pero ¿qué tenía que ver Alex con todo esto? ¿Cómo conocía el punto exacto a explotar? Todo era demasiado raro y confuso. Aquella sala con artefactos de última generación ocultos en sus paredes de un blanco impoluto, en las entrañas de la universidad.

—Míralo.

Ahogué una exclamación de sorpresa cuando el hombre me tomó un puñado del cabello y me alzó con brusquedad la cabeza. Quedé por completo vendida, arrodilla, reducida a la mismísima nada. Me forzó a fijar la vista en Brett.

—A esto se ha visto reducido un ser que se cree por completo superior —Brett ni siquiera reaccionó a sus palabras. Frente a mí no quedaba nada que pudiese reconocer de su yo habitual—. No deberías haberte metido en esto, Emma.

Volvió a hacer que me incorporase, esa vez me dio la vuelta de tal forma que quedé muy cerca de él. He de admitir que mi estómago se estrujó de una forma bastante desagradable cuando nuestros ojos se encontraron por primera vez desde que me tenía a punta de pistola. Sus pupilas eran dos simas sin fondo, la máxima expresión de un placer retorcido y delirante que le ocasionaba poseer el control total sobre la situación.

Se desvaneció cualquier rastro de hombre decente e interesante, siendo sustituida por una cara mucho más oscura y fiel a la realidad.

La mano que no sostenía el arma me tomó por la barbilla, fue delicado de una forma que lo redujo a lo más absurdo, ya mantenía el cañón de la pistola acomodado en mi entrecejo. Se lamió el labio inferior con lentitud.

—Podríamos haber sido felices. Los dos solos.

En aquel momento Josh emitió un quejido lastimero desde su posición en el suelo. El corazón me dolió y no pude evitar girar el rostro para contemplar su pequeño tendido sobre aquel montón de inmundicia.

—¿Por qué estás haciendo esto? —pronuncié con un tono de voz inestable y ronco.

Él se encogió con simpleza de hombros.

—Cuestión de principios. Las personas creen que pueden traicionar tu confianza, herirte y no obtener un castigo proporcional a sus acciones. Yo les he dado ese castigo, Emma.

Lo que me parecía.

Un psicópata de libro.

Me sentí como una completa estúpida por todas las horas que había desperdiciado a su lado, por cómo había permitido que me tocase y lo mucho que había llegado a empatizar con él. Pero todo resultó en una mentira, en un engaño que escondía un mundo revuelto y caótico que ni alcanzaba a asimilar.

—¿Y qué tiene que ver Josh en esto? ¿O Brett?

—El niño es un daño colateral —escupió con inexpresividad antes de trazar una sonrisa— Y ese majestuoso híbrido reducido a cenizas es el pago, la última parte del trato.

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora