Epílogo.

1.3K 161 103
                                    

LEER LA ACLARACIÓN DEL FINAL.

Seattle, 5 de noviembre de 2046 (5 años después).

El pasado es un prólogo —William Shakespeare. 

Era un día lluvioso y frío en Seattle, apenas un par de transeúntes circulaban por las desérticas calles, envueltas en la tranquilidad del gélido ambiente. Una silueta contemplaba el horizonte desde lo alto del Space Needle, agazapado entre las sombras que se fundían con el negro de su ajustado traje.

Sus ojos felinos se deslizaban de un lado a otro, mientras que su mente discurría despacio. Había salido a despejarse un poco, los acontecimientos recientes y su próxima partida lo habían crispado y el mejor remedio que conocía era machacar unos cuantos canallas.

Miró con desgana la sangre resaca en sus nudillos, reteniendo un suspiro tedioso y cansando.

Mañana era el día indicado en el calendario, en el cual tendría que marcharse durante un tiempo indefinido para destruir con sus propias manos los resquicios del estúpido y delirante proyecto de su padre muerto. Aún le pesaban sobre los hombros los años bajo sus órdenes y sentía repulsa contra sí mismo por su falta de juicio.

Tenía que admitir que, durante demasiado tiempo, creyó en sus palabras, en sus firmes convicciones y actuó en el beneficio de una causa que desde el inicio estuvo podrida. Asesinó, mutiló, robó, cualquier cosa... poco importaba en ese momento pues no sentía el menor apego por la humanidad.

Él le enseñó a aborrecerlos, resaltando su debilidad, su tendencia a la autodestrucción, obviando el hecho de que era tan humano como los demás, igual de imperfecto, pero mucho, mucho más peligroso.

Inteligente, retorcido y desprovisto de valores, un manipulador de primera que consiguió fondos gubernamentales para continuar con sus torturas y una nutrida red de cerebros con devaneos similares.

Ahora uno de ellos, de esos estúpidos y minúsculos hombrecillos borrachos de su propio poder, continuaba extendiendo el horror de Morris. Y eso era algo que Brett no pensaba permitir, por más de una razón.

Quizás su deseo de venganza fuese fuerte, pero existía algo más que lo movía a un nivel más profundo... lo que más ansiaba era asegurar un futuro para Emma, para que ningún otro lunático le pusiera una mano encima, que nunca, jamás, volviesen a hacerla sufrir.

Se levantó despacio de su asiento, notando como el tejido se le pegaba al cuerpo, antes de desaparecer, moviéndose con agilidad y rapidez por una ciudad que, sin darse cuenta, había pasado a ser su hogar.

Aunque, en realidad, su hogar era un lugar mucho más concreto, apreciaba Seattle.

Encontró a la pelirroja centrada en su cuaderno de dibujo. Tenía el rostro manchado de carboncillo, concentrándose sobre todo en su nariz. Sus dedos eran un completo desastre y torcía el gesto en una expresión tan cómica como extraña.

Brett se detuvo en el alfeizar de la ventana, sin ser descubierto, tan sigiloso como siempre, disfrutando del espectáculo. Le encantaba verla dibujar, entraba en un trance tan poderoso que el edifico podría derrumbarse y ella continuaría centrada en lo que pretendía plasmar.

Recordó lo frágil que le pareció la primera vez que la vio, asustada, cubierta de sangre, mientras que arrastraban a la loca de su madre fuera de la casa. Lo patética que le resultó años después, cuando, sin darse cuenta, acudió a buscarla.

Era una de las tantas cosas en las que estaba terriblemente equivocado.

Emma Green poseía una fuerza interna tangible y sorprendente, y se lo había demostrado en muchas ocasiones, incluso llegando a extremos que hicieron peligrar su vida.

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora