001| Irremediable.

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  "Tú creías que podíamos ser decentes en tiempos indecentes. Pero te equivocabas. El mundo es cruel y la única ética en un mundo cruel es el azar."  —Harvey Dent. 

Atención a todas las unidades; 211S en la avenida University, un sujeto armado ha irrumpido en el banco y hecho renes a dos empleados, se precisa de apoyo policial en la zona.

Pegué un respingo en el asiento, aturdida. El estridente ruido de las sirenas policiales atenuaron la voz de la emisora que solicitaba refuerzos, al tiempo que con una brusca maniobra el coche patrulla giró inesperadamente en la esquina.

Abrí los ojos espantada, tratando de no derramar ninguna gota del chocolate caliente que se mantenía estable entre mis dedos.

—¡Papá! —Modulé, tratando de hacerme oír por el hombre que llamado por el deber parecía haber olvidado mi presencia en el asiento del copiloto.

El comisario de policía soltó una maldición entre dientes en el mismo instante que detenía el vehículo a un lateral de la calzada. Pude ver el arrepentimiento en sus profundos ojos oscuros cuando me desabroché el cinturón, por lo que esbocé una sonrisa conciliadora.

—Cariño, no sabes cuanto lamento no poder acompañarte a la universidad...

—Pero la ciudad te necesita lo sé —completé bajándome del coche y sacudiendo la cabeza— no me importa compartir progenitor con los ciudadanos de Seattle siempre y cuando me prometas no cometer ninguna imprudencia.

Una genuina mueca de diversión transformó momentáneamente las facciones severas del detective Green.

—Buena suerte en la presentación.

Dicho esto volvió a arrancar el motor y el intimidante pitido intermitente de las sirenas volvió a inundar las masas de aire que nos rodeaban. Me quedé unos segundos estática, siguiendo con la mirada las luces parpadeantes hasta que desaparecieron.

Exhalé un profundo suspiro, afianzando el agarre sobre mi bolso y apartándome de la carretera. El ambiente a finales de febrero seguía siendo gélido y, desgraciadamente, aún me quedaban diez manzanas que caminar antes de llegar a la facultad.

Me mordisqueé los labios, consciente de las implicaciones de mi curiosa situación familiar. Apenas podía recordar un día de mi vida en el que la angustia no atenazara mis entrañas ante la idea factible de perder a mi padre. Pero, justo por ese motivo, me había habituado a vivir con la muerte acechante a mi alrededor.

Movilicé mi trasero en proceso de congelación, tratando de despejarme la mente y repasar los últimos conceptos del trabajo que debía presentar.

Como un relámpago la imagen de un par de ojos felinos acudieron a mi mente, enviando una tanda de frío por mis arterias.

Apenas podía discernir si aquello se trataba de un mero sueño, alimentado quizás, por los rumores de un extraño superhéroe en San Francisco con aspecto gatuno.

O solo era un producto de mi más que disparatada imaginación.

Dejé mi mente fluir entre el bullicio de la gente que se movía a mi alrededor, comprendiendo, junto a la ciudad, un organismo vivo y cambiante. Era una mezcla de colores y texturas que se definían ante mis ojos con perfecto lujo de detalles.

Una obra de arte que deseaba plasmar en carboncillo, tal y como había intentando, sin demasiado éxito, en mi trabajo.

Me llevé el chocolate a los labios y cerré los ojos durante una milésima de segundo.

Bien, faltaban menos de quince minutos para el inicio de la primera clase y más de cinco kilómetros de camino. Podríamos decir que el día no se iniciaba de la forma más favorablemente posible.

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora