019| Promesas.

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Para ellos serás un dios - Superman.

Una maldición salió disparada de mis labios cuando el cuerpo del único hombre que podría esclarecer parte del caso que me traía entre manos se estrelló contra el fondo de su bañera.

Contemplé el paupérrimo estado de forma de Stefan Williams que tan solo emitió un quejido gutural por el golpe.

Dark Claw se incorporó con la gracilidad que le caracterizaba con una mueca de repugnancia plasmada en el rostro. Sin que yo hubiese lograda modular un monosílaba con sentido mientras seguía inclinada frente al hermano de Louisa éste se adelantó y cargó con el inconsciente sujeto sin apenas esfuerzo.

Lo seguí demasiada pasmada como para poner objeciones.

—Yo... —probé con voz difusa antes de ser brutalmente interrumpida.

El señor Williams recuperó un ápice de conocimiento, tan solo para vomitarse encima con un aterrador sonido que me erizó el vello del cuerpo. Mis cejas se hundieron con horror y el asco me contrajo el estómago.

—Esto mejora por momentos —pronunció con sorna el híbrido antes de aproximarse al borracho— Vamos. Ayúdame... ha sido idea tuya, ¿verdad, reina?

Asentí algo distraída e imité su acción flexionando el cuerpo para examinar al hombre con los ojos entrecerrados, evaluando cuán demacrado se encontraba. Alcancé la alcachofa de ducha con cierta resignación antes de dejar correr el agua fría que se vertió sobre el abdomen del sujeto.

Sentí en cada momento la inquisitiva mirada bicolor del rubio que pareció atento a cada uno de mis movimientos.

—Probablemente esta sea la octava cosa más nauseabunda que habré hecho.

Intrigada no pude más que alzar la cabeza.

—¿La octava? —inquirí con el recelo reluciendo en mi voz.

Una lenta sonrisa curvó sus carnosos labios en la que relució la diversión. Era una diversión extraña, distinta a la que había contemplado en ocasiones anteriores, saturada, corrompida por aquel sarcasmo tan basto... esta vez era... real, pura.

Y he de admitir que si se despojaba de la perversidad y socarronería... su sonrisa era realmente impresionante.

—No preguntes, dañaría tu... inocencia —masticó las sílabas con ánimo.

Sacudí la cabeza y ante mi propia sorpresa mis labios pujaron por imitar su acción y elevarse con deleite. Me frené a tiempo, carraspeando para liberarme de aquella sensación y me centré en mi ardua tarea. Stefan cada vez parecía más despierto y los quejidos eran más sonoros.

—D-deberíamos desnudarle —manifesté en un hilo de voz abochornada ante mi propia idea— esta ropa... apesta, está empapada y...

Arrastré la mirada desde el señor Williams hasta la otra silueta inclinada sobre la bañera. Mis ojos encallaron en los suyos que se mantenían fijos en mi rostro. La curiosidad relucía en las simas profundas e insondables de sus pupilas ligeramente dilatadas. La incomodidad de la situación se sumó a aquel examen tan incisivo e intenso que espesó mis propios pensamientos.

La lengua se me enganchó entre los dientes y no pude añadir otra palabra, hundiéndome en el pesado silencio que de repente se instauró en el pequeño cuarto de baño. Los quejidos bajos de Stefan era lo único audible en aquel preciso momento.

—Yo lo haré —susurró con suavidad.

Fruncí el ceño, desconcertada.

—¿Tú...?

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora