016| Psiquiátrico.

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Todos vivimo con un demonio dentro, a veces puedes controlar al demonio y otras te controla a ti. Primera regla: nunca digas nunca —Marcel Gerard.

Hay cosas de las que es imposible huir.

En ocasiones es más sano afrontar tus mayores temores con el fin de disminuir su control sobre tu propia vida. Cuando sucedió el asunto de mi madre apenas era una cría demasiado inmadura como para atreverme a encarar la situación.

Pero ahora, después de que todo hubiese vuelto a resurgir sentía que era la hora de actuar.

Dejar que el miedo por lo que pudiera encontrar se esfumase y la única manera de hacerlo era enfrentarme al centro neurológico del problema en cuestión.

He de reconocer que en muchas ocasiones me planté frente a la fachada de aquel tétrico edificio, pero jamás reuní el valor suficiente como para franquear la puerta. De hecho, la primera vez que me acosté con Alexander arrastraba el recuerdo reciente de un nuevo fracaso en ese área.

Pero hoy era diferente.

Me palpé el arañazo que me surcaba la mejilla como un acto reflejo. Una irregular costra había nacido en el lugar y me palpitaba de vez en cuando, como un recordatorio constante de su existencia. Cada vez que posaba mis dedos sobre él era como si volviese a sentir la estremecedora presencia de Dark Claw junto a mí.

Aspirando una generosa tanda de aire avancé, con los dedos aferrándose de manera desesperada a las correas de mi mochila, hasta detenerme frente al enorme mostrador.

Un anciano gerente me miró con expresión aburrida.

—Venía a visitar a Eleonor Green —carraspeé con el fin de normalizar mi tono de voz— soy Emma Green, su hija.

Ante aquello un brillo de genuina curiosidad relució en los plomizos ojos del gerente que se inclinó hacia delante con mayor interés.

—¿Tiene algún documento que acredite su identidad?

—Por supuesto —asentí y deslicé la tarjeta por la pulida superficie. El ambiente en aquel lugar era opresivo y una extraña sensación de descontrol se aposentó en lo más profundo de mi ser— aquí tiene.

Tomó con sus arrugadas manos aquello que le ofrecí y con lentitud lo dejó nuevamente sobre la mesa.

—La señora Green se encuentra en el ala oeste, avisaré a una enfermera para que te acompañe a su habitación —me disponía a comentar un corto agradecimiento cuando continuó hablando, esta vez con en voz baja— Acaba de tomarse la mediación y suele estar tranquila pero si ocurre cualquier incidencia... —me pasó un pequeño apartado blanco con un enorme botón en el centro— no dude en avisar. Puede ser... peligroso para usted.

Pasé saliva con dificultad sintiendo como comenzaba a arrepentirme de mi decisión. Cerré los ojos durante unos segundos con el fin de controlar el despliegue de dudas que me atormentaba antes de seguir a la mujer que había aparecido en el vestíbulo.

La infraestructura del edificio era impresionante y poseía cierto encanto enigmático debido a la oscuridad que reinaba en la misma. El único sonido audible era el constante golpeteo de nuestros pasos en los pulidos e impolutos pasillos. Nos internamos cada vez más y más en aquel espantoso laberinto hasta que me indicó con un gesto silencioso la habitación.

Me mordí el labio inferior y me mantuve estática durante al menos diez minutos, paralizada frente aquella puerta, idéntica a todas las del pasillo. Tenía el dispositivo bien resguardado entre mis dedos por si aquello se descontrolaba y solo planeaba hablar... verla después de tanto tiempo.

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora