007| Ahondar.

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'La grandeza inspira envidia, la envidia engendra rencor, el rencor produce mentiras- Voldemort

Tan siquiera recuerdo como me las ingenié para conciliar el sueño. La cantidad de imágenes que se repetían incansablemente en mi mente era particularmente abrumadora. Cerrar los ojos era sentirme expuesta a un mundo de malas vivencias que habían dejado cicatrices en lo más profundo de mi ser.

Y luego estaba su voz.

Esa voz tan grave, ronca, que deslizaba las letras con aburrimiento. Con la vibración de un sutil ronroneo y denotando una basta y grotesca arrogancia. Una voz que se entremezclaba entre mis pensamiento, reproduciéndose una y otra vez como una melodía pegajosa.

Quizás el cansancio mezclado con la elevada cantidad de sustancias químicas administradas mediante los medicamentos lograron efectuar un cóctel que me abstrajo, al menos momentáneamente,de la realidad.

Todo hasta el chasquido de la puerta abriéndose que repercutió en mi panorama auditivo. Me moví unos milímetros, sintiendo la suavidad de la almohada contra mi mejilla aún rojiza. Un gruñido de desconcierto escapó de entre mis labios entreabiertos y cerré los dedos entorno a las sábanas, atontada por las nieblas embaucadoras del sueño.

Unos instantes después una ráfaga de aire irrumpió en mi cuarto seguida de una potente luz que desparramó sus rayos sobre el desastroso espacio.

A duras penas logré focalizar mi atención en la silueta del hombre que se encontraba en el umbral. Respiraba con dificultad, alterado. La humedad se adhería a su oscuro chaquetón que dejaba vislumbrar entre los pliegues los tonos azulados de su uniforme, así como el resplandor metálico de la pistola ajustada a su cinturón. El cabello entrecano del oficial Green se encontraba empapado y se le pegaba al cráneo redondo y robusto.

Tragué saliva, sintiéndome intimidada ante semejante visión y al mismo tiempo aliviada.

—Emma... —mi nombre salió disparado de sus labios como un susurro conciliador— Hija mía. No puedes ni imaginarte el susto que me has dado.

En un par de amplias zancadas se plantó frente a mi cama. Parpadeé, restregándome aún adormilada los ojos. Tenía las manos tiznadas de carboncillo y los esbozos donde vacié mi mente se arremolinaban sobre las sábanas.

Con torpeza logré sentarme en el colchón, adoptando una postura cautelosa frente a mi progenitor.

—Se me paró el corazón cuando descubrí que tu eras la joven a la que Smith trató de asaltar —la angustia se volcó en sus palabras mientras se inclinaba disminuyendo el espacio que nos distanciaba— Simplemente... enloquecí pensando que pudiese haberte pasado algo. Que pudieses haber resultado herida. Sobretodo teniendo en cuenta nuestra discusión anterior.

Lo miré, recuperando poco a poco la capacidad de habla.

—Papá yo...

Él me interrumpió posando una de sus grandes manos en mi hombro y sacudiendo la cabeza vigorosamente.

—Eres lo más valioso que tengo en mi vida, Emma. Puede que no comprendas el porqué trato de mantenerte alejada del caso de asesinato pero no soportaría la idea de perderte —me acarició la mejilla— Eres mi niña. Mi pequeño tesoro. El huracán pelirrojo que se las arregló para romper mi placa. ¿Entiendes?

Asentí, sintiéndome repentina culpable por mi incapacidad de ver más allá. De no pensar en lo que mis actos supondrían para los demás.

Su calloso dedo se detuvo en mi mejilla y su mirada escrutadora buceó en la profundidad de mis ojos durante unos instantes antes de aventurarse a preguntar, con voz pausada y tono apaciguador:

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora