033| Tormenta.

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Leed la nota del final, ya sé que estáis sorprendidos.

El monstruo que hay en mí sólo se calma con el monstruo que hay en ti.

No sabía como manejar todos los sentimientos encontrados que amenazaban con ahogarme. La espera tan solo logró incrementar la ansiedad que despertó en el instante que Brett me sembró la duda.

Me moví en mi sitio en el sofá, subiendo las piernas para abrazarme a ellas. Aguanté en esta postura un par de segundos antes de volver a extenderlas, liberando, a su vez, el aire en forma de suspiro quejumbroso. Traté de encontrar en vano una ápice de comodidad para amenizar el tiempo que nos separaba de la verdad.

Los archivos se estaban descargando en el sofisticado ordenador portátil de Brett.

El híbrido se había mantenido en silencio desde que abandonamos las afueras de la universidad; después de que me lanzase literalmente a su cuello y llenase su chaqueta de mucosidades y lágrimas. La experiencia anterior me había hecho percatarme de la confusión que el llanto despertaba en él. Era extraño, teniendo en cuenta que lo había visto actuar de forma implacable. Las súplicas, el terror que dilataba las pupilas de sus víctimas y la desesperación eran algo estimulante.

Volví a alzar las piernas, esta vez, cruzándolas, pero nada funcionaba.

—¿Puedes estarte quieta? —reprendió en voz áspera. Su tono fue monótono, rasposo y seco.

Presioné los labios en una delgada línea y obedecí. Lo último que deseaba era romper el frágil equilibrio de su personalidad, así que me centré en la pantalla.

La barra de porcentaje iba avanzando con lentitud y las carpetas empezaban a aparecer en el fichero. Desconocía el intricado informático que escondía nuestra investigación. De hecho, me sentía bastante inútil en aquellos momentos.

Mi única aportación había sido la testarudez que había mostrado desde el principio. Mis recursos eran más bien limitados, aunque al menos podía colar a alguien en comisaría para robar pruebas de asesinato. Algo es algo.

Me atreví a preguntar pasados unos eternos y angustiosos cinco minutos.

—Una vez que todo se haya descargado, ¿cómo vamos a encontrar las evidencias? En el caso de que existan —me obligué a matizar, aún manteniendo una infantil esperanza de que todo fuese un enorme malentendido.

La actitud de Alexander en su despacho había sido, cuanto menos, impactante. Jamás había detectado esa mirada; desquiciada, oscura y algo delirante, cargada de sospecha y recelo. Recrearla en mi mente tan solo lograba erizarme el vello del cuerpo.

Pero de eso a pensar en él como el maniático escondido tras el crimen había un salto enorme. Era cierto que en su casa había fotos que establecían una relación entre personas implicadas, pero conocía lo suficiente las investigaciones que llevaba a cabo mi padre como para saber que aquello no era suficiente como para elaborar una teoría sólida.

Paseé las yemas de los dedos por las marcas amoratadas de mi muñeca. Aún me dolían.

Brett permaneció en silencio.

Un silencio espeso y asfixiante que me vi forzada a romper de nuevo.

—Podríamos tardar horas —razoné—. Hace demasiado que no doy señales de vida, mi padre puede estar preocupado. Quizás debería llamarle, podría poner la excusa de que me quedo a dormir en casa de Candance. Tampoco se lo planteará demasiado, arrastra demasiada fatiga mental como para encontrar sospechoso alguno de mis movimientos.

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora