026| Restaurante.

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La muerte baila a la sombra de todos 

—¿Tu padre es detective privado?

La pregunta abandonó mis labios con una nota atónita. La sonrisa del estudiante de enfermería se amplió, profundizando las arrugas alrededor de sus ojos.

—¿Qué? Nunca preguntaste la profesión de ninguno de mis padres —se encogió de hombros al tiempo que abría la puerta del restaurante frente a mí— Las damas primero.

Sacudí la cabeza sin molestarme en ocultar la pequeña sonrisa que la situación había conseguido arrancarme y pasé. El aroma del local era agradable y las luces tenues le otorgaban una cálida atmósfera de tranquilidad.

Pensar que fue el lugar donde Louisa probó su última comida hizo que un escalofrío escalase desde la punta de mis pies.

—Bueno, detective —farfullé en voz baja en cuanto Stuart se paró a mi lado— ¿cómo te las vas a arreglar para que nos den los datos de uno de sus clientes? ¿Sabes que eso es ilegal?

—Un detalle sin importancia —desdeñó el chico— tan solo hay que ser lo suficientemente convincente.

Me crucé de brazo, calándome aún más en el abrigo y seguí los pasos del joven. Había que admitir que cuando quería podía ser bastante encantador. Me dediqué unos segundos a estudiar su forma de moverse. No se asemejaba a los pasos silenciosos y acompasados de Brett pero poseían seguridad y desenvoltura. Caminaba con los hombros rectos y la barbilla elevada, sin la basta superioridad del híbrido. Su presencia no era intimidante pero sí llamó la atención de unos pocos clientes situados cerca de las puertas. Sobretodo de la población femenina.

—Buenas noches —saludó Stuart con cortesía a la mujer al otro lado del corto mostrador —tenemos una reserva— me señaló con un pequeño movimiento de cabeza.

Me mordí el interior de la mejilla, recordando los pasos que nos habían conducido hasta aquí. Lo cierto es que tener en posesión pruebas determinantes de un caso de la policía no era algo demasiado ético, pero sí útil.

—¿A nombre de quién? —la mujer ladeó la cabeza como si nos evaluase en silencio. Ambos estábamos empapados por la fuerte lluvia que descendía sobre la ciudad. Supongo que mi aspecto no era el mejor del mundo, considerando que aún llevaba la ropa holgada y de deporte del chico.

—Emma Green. Gracias —hizo un galante movimiento con la cabeza y desplegó su más encantadora sonrisa. Las leves pecas que tenía encima de la nariz bailaron ante el gesto. La recepcionista empezó a teclear en el ordenador y el muchacho aprovechó para guiñarme el ojo— Disculpe la indiscreción, pero...

Se inclinó hacia delante en tono conciliador despertando la curiosidad de su interlocutora. A partir de ese punto no fui capaz de distinguir su conversación tan solo observar las facciones de la mujer que crecían en curiosidad. Esperé en tensión que comenzase a gritar y nos sacase del restaurante por macabros.

No obstante nada de eso pasó y vi como comenzaba a teclear en su ordenador de nuevo con una mirada más sombría que la vez anterior.

Miré a mi alrededor en un impulso que me perseguía desde hace un par de horas. Tenía la lacerante sensación de que nos seguían. Era un incómodo escalofrío en la nuca como si un par de ojos fantasmales se clavasen en ese punto en concreto.

Pero como todas las veces que hice aquello no obtuve ningún hombre misterioso envuelto en las sombras. Ni tampoco un par de glóbulos oculares de aspecto y mirada felina.

Súperalo, Emma.

—Cariño —centré de nuevo mi atención en Stuart— venga vamos, tendrás hambre.

Dark Clak [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora