[4.3] "Cerezos en flor"

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Maya

Tomé aire, sintiendo ese pesaroso malestar, y me esforcé por sonreír, tímidamente, a la taza de chocolate frío que tenía entre las manos. Mis dedos comenzaban a quedarse rígidos, pero no tenía en mente tomar de la bebida, así que mantuve mis manos sobre el recipiente, absorta en la espesura del líquido, ese que se cortaba conforme más tiempo pasaba, al igual que mis esperanzas.

No tenía apetito. Mi estómago se había cerrado con un fuerte nudo que incluso me hacía querer vomitar cada par de minutos.

Presioné con las yemas la taza y mordisqueé mi labio inferior en busca de un consuelo que sabía no llegaría por mucho que lo necesitara. La cortina de mi cabello se corrió, ocultando mi rostro de los ojos curiosos de cualquiera que hubiera reparado en la chica que estaba sentada en la mesa más próxima a la cristalera de la cafetería. En agonía, ladeé suavemente la cabeza para esconderme aún más de la gente, permitiéndome el amargo lujo de que mis orbes ardieran por culpa de las asfixiantes lágrimas que amenazaban con derramar.

En un triste intento por despejar mi angustia, fijé la mirada en la calle, llena de personas que no imaginarían la estúpida causa por la que estaba tentada a llorar como si se me fuera la vida en aquel lugar público. Pero, esa idea sonó tan ridícula para mi yo interior, que me negué a hacerlo pese a que las gotas estaban ya escapando prácticamente de mis ojos.

Porque sí. Aquella tarde iba a encontrarme con Lee Minho e íbamos a compartir unas horas que conformarían mis mejores sueños. Iba a confirmar por fin si merecía seguir adelante con lo que pudiese haber entre nosotros en un futuro. Era mi última oportunidad para decidirlo, así lo había aclarado días antes. Ese encuentro delimitaría de una vez por todos la línea entre la que bailaba mi corazón

¿Quería que surgiera algo entre él y yo? ¿De verdad era eso lo que buscaba? Tenía tantas dudas que ... Tonta de mí, creí que una cita, una salida como simples amigos, lograría despejar mi incertidumbre, que ... Que unas horas con Minho bastarían para que mi pecho retumbara de felicidad como hacía semanas que no lo hacía. Miento; mi mundo se tambaleaba desde el primero de sus cimientos, pero, por suerte o por desgracia, no era Lee el que me hacía sentir así.

Y no podría comprobarlo porque él no había acudido al lugar en el que nos habíamos citado.

Un par de vacías carcajadas escaparon de entre mis labios antes de que pudiera atrapar el inferior entre mis dientes.

No era desilusión. Lo que me estaba ahogando desde hacía más de una hora y media no era pena ni por asomo eso. Era una especie de veneno, uno que entró en mí desde que me fijé en Minho, haciendo gala de una inocencia que debería haber perdido para no sufrir así. Él se me presentó tan hermoso y tan perfecto, a mí, a una chica más del montón, pero que a diferencia de muchas, ya había padecido demasiado dolor.

Minho era genial a mis desgastados ojos, y yo era tan poco reconocida que ... Bueno, una niña de quince años que ha pasado por un torbellino de desgracias es fácil de engatusar, ¿cierto? Aunque, Minho nunca se había entretenido en algo así; había sido yo misma, hundiéndome en unas ilusiones de lo más lastimeras, la que se había dejado cegar por el brillo que desprendía un chico popular y exitoso como él. De alguna forma, vi en él a Jungkook. ¿Comencé a sentir cosas por Minho por todo lo que me recordaba a mi mejor amigo? Lo cierto era que no quería saberlo, descubrir una realidad de ese calibre sería la gota que colmaría el vaso que llevaba llenándose desde la muerte de papá. No quería más dolor, no quería sentirme desplazada de nuevo. Deseaba que alguien me viera por lo que era realmente, no sólo por ser el blanco de las burlas de todos los alumnos de la preparatoria o el mejor saco de boxeo para Sun.

Mierda, estaba tan cansada de creer que una mísera persona sobre la tierra decidiría gastar su tiempo en alguien tan antisocial y maltratado como yo, que ahora, la decepción de no ser suficiente para nadie, era lo único que me atacaba.

House Of Cards; jjk |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora