Jungkook
- ¿De verdad hizo eso? -Dae rió y yo amplié la sonrisa que se había instalado en mis labios-. Jimin-oppa es de lo más gracioso, Jungkook.
- Ese hyung es un caso especial -observé sus bonitos hoyuelos y lo feliz que lucía-. Ni te imaginas la de cosas que podría contarte sobre él y lo que hace mientras duerme.
Su risa volvió a llegar hasta mí, resonando por toda la bolera en la que habíamos pasado la noche. Ya apenas quedaba gente en el lugar, a excepción de una pareja que andarían rondando los treinta y gastaban sus últimas tiradas, y unos cuántos niños que correteaban de un lado para otro, cogidos de las manos de sus padres. Nosotros estábamos en la parte del restaurante que había habilitada. Ya habíamos cenado, y a los dos nos había parecido una buena pizza. Sin embargo, preferimos quedarnos allí un rato más para seguir charlando.
No creí que Dae fuera tan simpática como me demostró aquella noche, pero estaba claro que me equivoqué al pensar que ella no sería lo que siempre me había gustado en una chica. Sus ojos eran sinceros cuando me miraban con su típica devoción y no podía negar que era guapa, porque lo era. Estaría ciego si negase una verdad como esa. Y además, era una buena chica. Cumplía todos los requisitos para que me fijase en ella como en algo más allá de una amiga, de eso no tenía duda. Incluso sentía cosas por mí, maldita sea. La situación me invitaba a seguir, a continuar con Kim Dae el resto de la noche, dando pie a un acercamiento que ella deseaba.
Sería un tremendo imbécil si dejaba escapar a una chica con un corazón como el suyo, porque de verdad tenía uno de oro. Y, aún así, escogía serlo antes que renunciar a lo que sentía por Jung Maya.
Teniendo allí a Dae, esperando por mi cariño, yo seguía pensando en Maya. En las lágrimas que vi en sus ojos antes de que se marchara y después de haber actuado como un estúpido arrogante que no la valora cuando ... Cuando ella tiene todo mi amor sin saberlo.
Habían pasado horas desde la última vez que la vi, pero no había pasado ni un sólo minuto en que no hubiera pensado en lo mal que la había tratado. Lo único que pretendía con eso era poner tierra de por miedo antes de arrepentirme y mecerla entre mis brazos, abandonando a Dae. Me dolió escucharla decir que me ayudaría con la cita porque cada vez estaba más seguro de que ella sólo me veía como a un segundo hermano. Noté cómo sus palabras cargadas de ilusión eran transparentes: Maya era feliz por mí, por el hecho de que me había fijado en Dae y no en otra. No en ella.
Me hizo daño ver que apoyaba esa decisión que sólo nos alejaría más y más, pero me hirió ver la tristeza escrita en su mirada esa tarde, cuando le dije entre líneas que no quería tenerla cerca. Si tan sólo ella supiera lo mucho que me debía controlar. Si ... Si tan sólo fuera consciente de lo mucho que la quería y de lo injusto que era para lo que teníamos, podría llegar a entender algo de mi malograda actitud. Pero, ¿a quién quería engañar? La forma en que le había hablado no tenía perdón ni excusa alguna. Daba igual de cuántas formas intentase convencerme de que lo había hecho porque la quería, porque sólo estaría engañándome a mí mismo, escondiéndome como un cobarde que no es capaz de enfrentarse a lo que siente ni de enfrentarla a ella.
- Bueno, yo ... Tengo que pasar por el baño -dijo de repente Dae, sacándome de mis propias cavilaciones para volver a centrar casi toda mi atención en su persona. Se levantó de la silla y cogió su bolso sin abandonar una hermosa sonrisa. Ella irradiaba felicidad y yo sólo podía sentirme mal por darle falsas esperanzas-. ¿Me esperas aquí?
- Claro -asentí, imitando la sonrisa que ella portaba.
Dae se marchó de allí y yo la seguí con la mirada hasta que la perdí en la entrada a los baños. Una vez solo, pasé la mano por mi rostro y terminé revolviendo mi pelo, sintiendo ese nudo en la boca de mi estómago.
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House Of Cards; jjk |+18|
FanfictionDonde Jungkook se enamora de la hermana de Hoseok, su mejor amiga de la infancia. -Te quiero, Maya -susurró a mi oído-. Te quiero y haré que te ames por lo que eres. Sin reproches. Sin miedos. Porque tú has sido la luz al final de mi túnel, la única...