Donde Jungkook se enamora de la hermana de Hoseok, su mejor amiga de la infancia.
-Te quiero, Maya -susurró a mi oído-. Te quiero y haré que te ames por lo que eres. Sin reproches. Sin miedos. Porque tú has sido la luz al final de mi túnel, la única...
Esta vez, los gifs os matarán un poco. Perdonadme por eso xD
Maya
Mamá volvía de su último viaje dentro de cinco días. Ni Hoseok ni yo la necesitábamos en casa, es más, estaríamos mejor si no volvía. Sin embargo, su mensaje era tajante; no podía irme a casa de Tae para evitar verla. Cómo odiaba que conociera tan bien mis técnicas de evasión.
Lo que en realidad quería evitar a toda costa era decírselo a mi hermano. Sabía que estaba muy emocionado por el partido que jugaba el sábado, y si mi madre llegaba, sería perfectamente capaz de prohibirle participar porque su regreso era más importante.
Siempre que volvía, teníamos que quedarnos con ella todo el día, sin importar los planes que hubiésemos hecho. Y lo peor que nos podía ocurrir en este mundo era estar con mi madre más de diez horas. Seguro que se volvería histérica nada más poner un pie en casa y comenzaría a criticar nuestra forma de vida. Lo que nunca entendería era que, si tanto le preocupaba cómo vivíamos, ¿por qué no trabajaba menos y nos cuidaba como debe hacer una madre?
Gracias a todas sus 'horas extras' de los últimos siete años podíamos vivir sin preocuparnos del dinero en absoluto, pero ella lo hacía para estar lejos de casa. Lejos de sus hijos.
Yo todavía no tengo los dieciocho y necesito a mi madre. Pero ella se desentendió de nosotros cuando papá murió. El resentimiento que saboreaba cada vez que pensaba en cómo había comenzado a escoger casos cada vez más lejos de casa, me quemaba por dentro.
Habría deseado tener una figura materna como lo fue mi padre. Puede que no lo recordara a la perfección, pero sabía que él había sido para mí y para Hoseok todo lo contrario que mi madre.
- ¡Maya, vamos! -gritó Hobi sacándome de mi ensimismamiento.
El nudo en mi garganta comenzó a deshacerse conforme más me acercaba al pabellón del instituto. Después de todo, a lo mejor me venía bien salir de casa; así no me comería la cabeza imaginando la gloriosa llegada de mi madre.
Tampoco quería alarmar a Hobi, así que le sonreí y apreté el paso para llegar a su izquierda y entrar a la par que él al gran recinto cerrado.
El sonido de los balones botando una y otra vez resonaba por todas partes, martilleando mi atormentados pensamientos. Apenas hubimos entrado a la cancha, visualicé al fondo a los miembros del equipo de baloncesto reunidos alrededor del entrenador.
La verdad era que ese hombre me exasperaba; daba igual lo que hicieran, estuviera bien o mal, les gritaba a la mínima oportunidad que le surgía. ¿Acaso no conocía lo que era la paciencia o la amabilidad?
Suspiré y mi fijé en Tae. Él todavía llevaba el uniforme de clases, por lo que deduje que al acompañarme a casa unas horas antes había buscado alejarse de la insufrible de su hermana y sus amigas.
Ladeó suavemente la cabeza y puso esa cara de aburrirse hasta la saciedad. Fue en ese momento cuando yo entré en su campo visual y su gesto se avivó como por arte de magia con una tierna sonrisa antes de volver a centrarse en las cansadas palabras de aquel hombre.
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