[4.2] "Locuras enfermizas"

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Maya

Cuando puse de nuevamente los dedos en su cartílago, Jungkook cerró los ojos.

- ¿Es molesto? Si es mejor que pare, sólo ... -comenté, sintiendo el pulso en mis yemas.

- Es relajante, enana -dijo con una expresión tan tranquila que detuve el camino imaginario que estaba trazando por su suave lóbulo-. Sigue.

Tragué saliva. Desde esa posición, Jungkook se me antojaba más atractivo de lo que recordaba. Su nuca estaba apoyada en mi muslo, por lo que su cabeza estaba echada ligeramente hacia atrás, logrando que algún que otro mechón azabache rozase la alfombra de mi salón.

Estábamos solos y había un silencio sepulcral rodeándonos, pero, ... Dios mío, mi corazón estaba sufriendo un ataque de pánico. Succioné mis labios sin dejar de maldecir la belleza de ese chico.

La televisión estaba encendida y nosotros allí, tirados, como siempre. Yo tenía la espalda apoyada en el sofá, pero Kookie me había suplicado por usar a modo de almohada mis piernas. Y, gracias a sus extraordinarios métodos de persuasión y a la cantidad de pucheros con los que me obsequió, yo hice gala de mi poca fuerza de voluntad y terminé cediendo. Él, radiante de felicidad por haber conseguido lo que quería, se apresuró a tomar el lugar y descansar el cuello sobre mi pierna.

Una vez acomodado, yo no resistí mucho observando el programa que daban a esas horas. Jungkook se había hecho dos agujeros en cada oreja para enganchar a ellos un par de pendientes esa misma mañana. He de admitir que yo no era muy fan de esos detalles, pero en el mismo momento en que vi a Kook entrar a casa con las orejas perforadas y un par de aretes adornándolas, mi corazón dio un vuelco.

Ni siquiera me di cuenta de cómo ocurrió, pero mi mano había viajado sola hasta el lugar. Hasta que Kookie no apartó la mirada de la televisión, yo no entendí lo que estaba haciendo inconscientemente. Aparté a toda prisa mis dedos de su piel, pero él no perdió tiempo y atrapó mi muñeca, rogándome por que no me asustase y continuase acariciándolo. Dijo que no dolía, que era ... Gratificante.

Pero, ahora, mi atención no la tenían sus adorable orejas ni los pendientes que la agencia le había proporcionado, sino él.

Joder, nunca había visto a alguien tan masculino como él, y ese simple pensamiento me secaba la garganta cada pocos segundos. Jungkook seguía tumbado con la cabeza descansado sobre mi muslo, pero cuando volví a poner mis dedos en su cartílago, él se estremeció, estirando con suavidad su cuello.

Desde el lugar en que él estaba y mi posición, yo lo observaba desde arriba, en un ángulo un tanto extraño, pero que realzaba todo lo que ya me encantaba de su rostro. La mandíbula de Jungkook estaba tensa, él la apretaba continuamente, sobre todo cuando yo deslizaba la mano hacia abajo y chocaba con el arete más grande, uno de plata en forma de aro. Su quijada estaba tan marcada que me habría encantado delinearla con los dedos que viajaban sin rumbo por su delicado lóbulo. Respiré hondo cuando vi que apretaba los párpados. Me fijé, embelesada, en lo gruesas y espesas que eran sus pestañas. Estas rozaban por encima sus pómulos, creando una magnífica combinación de colores claros y oscuros que me hizo temblar.

Entonces, mis ojos fueron bajando sin control hasta topar con lo único que me hacía delirar en este mundo. Sus labios permanecían fruncidos, algo abultados, acompañados de aquel tierno lunar que descansaba bajos ellos. Algo me empujaba a querer probarlos, a confirmar si resultaban ser tan esponjosos y suaves como lucían. Habían tomado un dulce color rosado, uno tan hermoso que tuve que tragar saliva.

Mierda, Kookie, deja de ser así. Deja de lucir tan bien para que pueda dejar de pensar estas locuras enfermizas, porque si esto no se detiene ... No estoy segura de qué podría ocurrir.

House Of Cards; jjk |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora