19. TODO MAL.

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¿Cuántos litros de sangre tiene el cuerpo?
Trato de caminar al consultorio de regreso lo más rápido posible, mis tenis blancos se mueven rechinantes y apenas me percato de que la sudadera está manchada de sangre. Pensaba quedármela antes de esto, pero debido a los percances justo ahora prefiero devolverla.

—¿Ahora donde te metiste? no llevas ni cinco minutos afuera.

Le miro temblorosa—Ayúdame, ahora si se me está saliendo el cerebro.—bromeó casi a punto de llorar viéndolo preocupado.

Me señala la camilla de nuevo con la comisura de sus labios elevada intentando mostrarse lo menos preocupado que antes de pasarme un par de gasas. Rápido me quito la mano llena de sangre poniéndome las telas húmedas sobre la herida con el mismo líquido de hace rato haciéndome reprimir un quejido del dolor en cuanto siento ardor. me retira la mano de la frente entrecerrando los ojos atentos para despegar el parche teñido de rojo tomando unas pinzas acercando en carrito con la charola de acero.

—¿Tu madre te vio así? —pregunta quitándome el parche haciendo una mueca antes de tomar más gasas pasándolas por mi frente.

—¿Está muy mal?

Piensa unos segundos antes de hablar.

—Esto no ocurre muy a menudo, pero nada que no se pueda solucionar.

Comienza a limpiar mi herida en lo que intento no moverme, pero no logro hacerlo lo suficiente, Daison sostiene mi espalda colocando un cojín para que no me acueste del dolor dando jalones a las puntadas. No hay manera de explicar el dolor que casi me ahoga y el cómo detesto regresar aquí.

—Voy a retirarte una de las puntadas—asiento con la cabeza—Va a doler, pero intentaré ser rápido para que no se inflame y pueda volver a suturar.

Paso saliva—Bien.

Me mira durante unos segundos y camina a la mesa que tiene a su lado para tomar otras cosas que necesita. Observo la pared de enfrente en la cual solo hay un cuadro rojo con lo que parece ser su título. entre cierro los ojos para poder leer mejor lo que dice sin necesidad de mis viejos lentes.

—¿Eres cirujano plástico? No lo sabía.

—Tantos años vagando por aquí y apenas te das cuenta—sonríe egocéntrico. En algo tenía que parecerse a Brent.

Daison es como el padre de Brent, más que solo el hermano de su padre. Desde que ambos éramos niños a estado con este y gracias a ello Daison pudo ayudar a mi madre a conseguir el puesto de fisioterapeuta para que dejara de buscar por todo California. Y aunque lo nieguen la tensión entre ambos es bastante densa, pero ellos no están listos para esa conversación.

—Sabes, siempre creí que eras ginecólogo—se ríe y yo reprimo un grito de dolor al sentir un tirón.
—Entonces ¿Qué no tendrías que estar poniendo bubis justo en este momento?

Trato de despabilarme hablando de lo que sea cuando lagrimas agolpan mis ojos al sentir dolor y mis uñas se encajan en la camilla de cuero cuando corta el hilo jalándome la piel de un tirón.

—Tal vez, pero estoy mejor haciendo a un lado las narices y traseros para ayudarte a ti y a tus montones de desgracias.

—Bubis—frunce el ceño—Dije bubis no traseros.

Rueda los ojos.
—Gran observación.

comienza limpiar por segunda vez y está siendo más doloroso que la primera vez. La única diferencia es que ahora no está mi madre en la puerta para mirarme con sus ojos de te lo dije.

—¡AY! —grito haciéndome a un lado.

—Lo lamentó, tendré que ponerte una cuarta puntada.

—¿Se abrió más?

El club de las chicas solteras© (YA EN FÍSICO) NO EDITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora